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Publicado el 25 de Enero de 2017 a las 09:55 horas

"El cartógrafo", una de las obras más esperadas de la temporada


“Si el muro sólo mide dos hombres, desde el segundo piso ven lo que pasa en este lado. ¿Pueden dormir, comer, besarse, sabiendo lo que está pasando?”. Es cierto, el muro del gueto de Varsovia no era muy alto pero ‘escondía’ una herida que nos atravesará siempre. Con aquella cicatriz Juan Mayorga ha puesto en boca de los sobrecogedores Blanca Portillo y José Luis García-Pérez un impresionante mapa lleno de dolor, de ausencias, de vértigos, pero también de poesía y de luminosidad. A partir de mañana en las Naves del Español.

“ES NECESARIO QUE te salves. No por ti, por cada uno de ellos. Si puedes salvarte, tu deber es hacerlo y contar lo que has visto”.

En 2008, Juan Mayorga, nuestro dramaturgo vivo más internacional y uno de los más premiados –5 Max y el Nacional de Teatro en 2007, entre otros– viajó a Varsovia. El azar le condujo hacia una exposición sobre el gueto nazi. Fotografías en blanco y negro con una leyenda que indicaba dónde fueron tomadas. “A veces la memoria te asalta, el pasado se te cruza cuando no lo estabas buscando. Eran fotos de vida y percibir que aquellas vidas habían sido interrumpidas era más estremecedor que si hubiese visto fotos de dolor”, nos cuenta.

De allí surgió este texto y Mayorga llamó Blanca a su protagonista, “echando una carta a los Reyes Magos”. Y un día Blanca Portillo llamó. Ella y José Luis García-Pérez querían protagonizarla... y producirla.

Cartografía del dolor y la ausencia

“Este no es un mapa cualquiera (...) Es un mapa de un mundo en peligro”.

En la Varsovia de nuestros días, Blanca oye la leyenda –inventada por Mayorga– del cartógrafo del gueto: un viejo cartógrafo se empeñó, mientras todo moría a su alrededor, en dibujar el mapa de aquel mundo en peligro; pero como sus piernas ya no lo sostenían, le ayudó una niña. Blanca tomará por verdad la leyenda y se lanzará obsesivamente a la búsqueda del viejo mapa y, sin saberlo, de sí misma.

En este periplo, Blanca, “un personaje delicioso y maravilloso”, dice Portillo, se va encontrando con 11 personajes. A dos de ellos, la niña y Deborah, también les da vida ella, “es un viaje maravilloso hacerlos”. Al resto, García-Pérez. Él es Raúl, el marido de Blanca; el anciano cartógrafo, “me ha atravesado de palmo a palmo mi propio ser, artístico y personal”, afirma, y otros siete personajes más que ayudarán a Blanca a construir su propio mapa.

“Sólo podíamos contar todas esas historias con dos fuerzas: la extraordinaria elocuencia de estos actores, que son tan buenos que llegan a hacernos olvidar lo buenos que son, y la imaginación cómplice del espectador”, afirma Mayorga, que vuelve a atreverse también con la dirección.

Heridas muy profundas

Dos actores, un escenario desnudo, un montaje humilde, compasivo y complejo. Tan grande que no se acaba nunca. Todo para contarnos que seis millones de judíos fueron asesinados en una Europa incapaz de defenderlos, una herida que nos atravesará siempre. Una herida, como las que arrastran Blanca y algunos de estos perso-najes, que aún hay que curar y cicatrices que conviene no olvidar. “Hay un tema fundamental para mí: el conflicto entre el pasado y el presente, cómo me relaciono con el pasado. Estoy convencido de que todos los seres humanos somos contemporáneos, de que más allá de los tiempos todos somos responsables de todos, de los que vendrán y de los que ya han pasado por este mundo”.

“En el teatro todo responde a una pregunta que alguien se ha hecho, como los mapas”. ¿Cuál es la pregunta de “El cartógrafo”? “Habrá de encontrarla cada espectador. La que yo me hago es: ¿Me atrevo a dibujar ese mapa que llevo dentro?”, finaliza.

 


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