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Publicado el 15 de Octubre de 2019 a las 12:12 horas

Llega la joya de Mauricio Kartun "Terrenal. Pequeño misterio ácrata"

Llega la joya de Mauricio Kartun

Llega al Teatro de La Abadía la joya de Mauricio Kartun "Terrenal. Pequeño misterio ácrata", uno de los mayores fenómenos de la siempre efervescente cartelera bonaerense. En su sexta temporada consecutiva acumula más de 800 funciones y 80.000 espectadores. Ha participado en 18 festivales internacionales y ganado 25 premios en todas sus categorías. Tras una breve visita en el Festival de Otoño de 2017, Terrenal regresa a La Abadía del 17 de octubre al 3 de noviembre.

Leyendo hace años un libro de mitos hebreos, el de Graves, me sorprendí con su tesis de que aquella leyenda de Caín y Abel no era otra cosa que la puesta en Biblia de ese enfrentamiento mítico entre las tribus nómades y las sedentarias. Representando cada uno de ellos a sus distintos arquetipos. Y a la ideología que inevitablemente ha creado cada uno: la del acumulador que termina preso de lo acumulado, y la del ligero de equipaje que privilegia el andar. Lo sentí de pronto tan cercano y tan vigente a ese mito y a su dialéctica que así lo escribí.

Con más de cuatro décadas de carrera a sus espaldas, el argentino Mauricio está considerado como uno de los grandes maestros de su país, además de un referente del teatro latinoamericano. Desde su debut en 1973 conCivilización… ¿o barbarie?, este dramaturgo y director se ha labrado una carrera marcada por el compromiso con la actualidad política de su nación, así como una escritura enraizada en la mitología clásica.

Ambas cualidades se reflejan en Terrenal, una relectura del mito bíblico de Caín y Abel que, en manos de Kartun, se transforma en un conflicto de origen patronal más que de odio fraternal, con marcado acento criollo. Caín representa a un pujante productor celoso de sus bienes y Abel, a un trabajador feliz de su libertad. Los dos se expresan mediante refranes y dichos típicamente argentinos a la espera de que aparezca su abuelo, un ser burlón que se transforma a lo largo de la obra.

Las consecuencias de abrazar el capitalismo salvaje o el ecosocialismo como modelos organizativos de la vida civilizada estallarán en un final que no por conocido ha dejado de helar el corazón de sus espectadores. Un clímax aún más chocante por el tono cómico, cercano al slapstick y al teatro de variedades, con el que el director guía el recorrido de estas figuras con rasgos que recuerdan tanto a los personajes de Esperando a Godot como al dúo cómico formado por Stan Laurel y Oliver Hardy.

 



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