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Blanca Portillo

Publicado el 01 de Enero de 2017

Blanca Portillo

Obra: El cartógrafo

 Tenemos una memoria muy frágil y miramos mal. Se aprende mucho mirando hacia atrás

 Cuando terminaron “Don Juan Tenorio”, Blanca Portillo, ‘la Portillo’ como las grandes, le dijo a su protagonista, José Luis García-Pérez: “Olvídate, no te vuelvo a dirigir más. Yo lo que quiero ahora es volver a mirarme en tus ojos como compañero”. No era la primera vez que Blanca dirigía a José Luis, ya lo había hecho en “La avería”, pero nunca se habían subido juntos al escenario. Ahora no sólo se dejan el cuerpo y el alma sobre las tablas, no sólo palpitan al tiempo y trazan mapas, sino que, además, son también productores de un texto tan grande que no se acaba nunca.

Este texto de Mayorga no se acaba nunca de tan grande e inabarcable. Cuando lo leí lo primero que pensé fue: ¿Y ahora qué? ¿Usted también han tenido esa sensación de vértigo, de susto?

Siempre, siempre da susto. Mayorga es un autor además que produce un vértigo grande, nunca escribe porque sí, todo lo que él escribe tiene una profundidad y una hondura y un compromiso que cuando abordas sus textos asustan un poco. Lo que pasa es que también hemos tenido la suerte de tenerle cerca durante los ensayos como director y eso ha permitido que tuviéramos un diálogo mucho más continuado y mucho más directo y te da mucha tranquilidad tenerle cerca a él.


 

Supongo que debe ser emocionante que un autor como Mayorga confiese haber pensado en usted para su personaje…

Es muy fuerte. Le admiro desde hace mucho tiempo y muchos años, pero es indudable, es uno de los autores más importantes de Europa de estos momentos. Es el autor español vivo más traducido y más estrenado. Yo lo digo muchas veces y lo digo de verdad, yo me siento como se debieron sentir actrices que fueron contemporáneas de Lope o de Lorca... de un grande que escribe pensando en ti, con el que puedes dialogar sobre el teatro. A Mayorga ya se le estudia, con lo cual yo podría algún día contar a mis nietos no, porque no tengo hijos, pero algún día podré contar que era amigo mío (risas).


 

 “Vuelve a la calle y abre bien los ojos. Y pregúntate qué debe ser recordado”, le dice el cartógrafo a su nieta. Él empeñado en hacernos recordar y, sin embargo, la humanidad quizás empeñada en olvidar para seguir adelante. ¿Craso error?

Es un error y además es imposible. Lo que ha sucedido ha sucedido y lo que hacemos son intentos absurdos de hacer como que las cosas no han pasado. Esto lo hemos hablado mucho durante los ensayos, nosotros miramos hacia el futuro, es nuestra obligación mirar hacia delante, lo que no podemos hacer es obviar lo que ha ocurrido porque somos el producto de todo aquello. Cuando te dicen 'tú olvídate y mira hacia delante' lo que hay que hacer es mirar hacia delante sin olvidar lo ocurrido. Y borrar el pasado es imposible. Lo que podemos hacer es convivir con ello y sacar conclusiones de lo ocurrido, no hacer como que las cosas no han pasado, porque eso produce al final mucho más dolor.


 

Al final “El cartógrafo” es un drama que parte del gueto, pero que termina en los distintos escenarios del horror del presente. Dice Mayorga que “El mejor teatro histórico abre el pasado. Y, abriendo el pasado, abre el presente”. ¿Hemos hecho examen de conciencia?

Yo creo que tenemos una memoria muy frágil, nos parece que en cuanto pasa un poco de tiempo las cosas ya pertenecen al pasado y no es cierto. Creo que miramos poco y miramos mal porque se aprende mucho mirando hacia atrás y por eso creo que hay cosas que se repiten cíclicamente. En general el ser humano no quiere mirar hacia atrás y eso no está bien.


 

Háblenos un poquito de sus personajes, de sus mapas.

El personaje de Blanca que es de alguna manera el hilo conductor de la historia, es la esposa del agregado cultural en la embajada española en Varsovia. Es una mujer que ha sufrido en su vida dolores muy grandes y a través de esa leyenda que ella escucha en Varsovia sobre un cartógrafo que se ayudó de su nieta para hacer un mapa del gueto que no fuese un mapa geográfico sino un mapa de vida ella va encontrando su camino interior. Es un personaje dañado por dentro que acaba reconstruyéndose de alguna manera mirando al pasado. Un personaje delicioso y maravilloso de hacer. 

 

Luego la niña es una cría que aprende a sobrevivir, que tiene cerca a un maestro maravilloso, que es su anciano abuelo, y por último hay una mujer que pasa por tres edades diferentes, de los 40 a los 80, que es una anciana cartógrafa absolutamente maravillosa que vive las cosas más terribles del mundo y no quiere olvidar. Es un viaje maravilloso hacer esos tres personajes.


¿Cuál es la frase más emocionante, más sobrecogedora del texto? ¿Qué frase del texto pondrían en un mapa contra el olvido?

Ufff, qué difícil eso. Es muy difícil (risas). Hay una frase maravillosa... Es que es muy difícil (risas). Hay un momento en que Deborah, la anciana Deborah, dice: "Desconfía de tus ojos, lo que tus ojos ven esconden cosas". Hay que hacer memoria... Es muy bello todo lo que dice. Para mí ha sido un aprendizaje personal también, es una buena lección de vida.


A mí hay una frase que me sobrecogió: “Si el muro sólo mide dos hombres (…) ven lo que pasa en este lado. ¿Pueden dormir, comer, besarse sabiendo lo que está pasando?”. ¿Qué duro, no?

Esto es una cosa que en su momento, durante el cerco de Varsovia, el gueto, y esto es real, yo me fui alli a verlo, el muro mide muy poco, efectivamente desde las casas de alrededor se veía todo. Evidentemente  todo el mundo tenía miedo y todos tenían peligro de muerte, pero de alguna manera para mí es una metáfora de lo que ocurre hoy en día también. La gente que está muriéndose en el mar Mediterráneo está muy cerca de aquí, lo podemos ver, ahora mismo no hacen falta muros, está al lado, y está la televisión y lo vemos todo, a cada minuto y miramos hacia otro lado y eso es muy tremendo, muy tremendo.


“Es necesario que te salves. No por ti, por cada uno de ellos. Si puedes salvarte, tu deber es hacerlo y contar lo que has visto”. Si sólo pudieran salvar algo de este texto, un mapa, una idea, un mensaje para el futuro, ¿qué sería? ¿Cuál es la esencia?

No lo sé. Hay momentos en que Deborah dice que hay cosas que nunca se podrán dibujar y que nunca se borrarán. Yo creo que eso lo saco también para mi propia vida. Sé que hay cosas que me han hecho lo que soy de alguna forma.


“Se puede hacer mapas de cualquier cosa. De la alegría. Del dolor”, dice el anciano. ¿Cómo es su mapa personal y profesional de estos tiempos?

Es un mapa lleno de tareas (risas), de gentes maravillosas, que me hacen crecer cada día y reilusionarme con mi trabajo, es un mapa feliz y no digo que no tenga sombras y zonas oscuras, pero es un mapa muy vivo, lleno de vida, incluso con heridas pasadas.


“Mirar, escoger, representar: ésos son los secretos del cartógrafo”. ¿Y los del actor, y los del actor comprometido?

Si te paras a pensarlo es lo mismo, hay un momento en el que en la propia función se dice que el teatro es como en los mapas, en el teatro todo responde a una pregunta que alguien se ha hecho. De alguna manera nosotros miramos, observamos, elegimos y representamos, de alguna manera hacemos lo mismo que hace un cartógrafo.


Además de ponerle el alma a este trabajo, José Luis García-Pérez y usted también son productores. ¿En estos tiempos no es un poco jugar a la ruleta rusa?

Hay que tener confianza también en que lo que vas a hacer va a ser importante. Nosotros nunca hemos producido por un interés mercantil, esa es la pura verdad, eso no quita para que nosotros vivimos de esto. Hay que correr riesgos también en la vida y hacemos una apuesta sobre algo que creo que es un material de una solidez tal que es difícil pensar que puedas arruinarte o algo por el estilo. Nunca tenemos la idea de hacernos ricos, primero porque es imposible y segundo porque no tendría sentido, pero sí, yo sueño con hacer proyectos que sirvan para hacer el siguiente. ¿Locos? Pues sí, y a mucha honra.

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