Revista teatros

Inmersa en tres proyectos cinematográficos –como el inminente rodaje de la secuela de “8 apellidos vascos”– y la nueva gira de “Juicio a una zorra”, esta dama de las tablas se sumerge de lleno en su último desafío teatral bajo la tutela de Miguel del Arco. La madrileña se viste del más inesperado rey de Tebas creado por Sófocles entrando así en el exclusivo club del Teatro de la Ciudad.

¿Qué le atrajo de este proyecto?

¡Todo! El concepto de quienes lo capitaneaban, el que se centrara en la tragedia griega, que siempre para un actor es algo muy poderoso, arriesgado y vertiginoso. Lo hace todo muy apetecible. Yo quería formar parte del proyecto de Teatro de la Ciudad porque tengo vínculo con los tres directores. Además, el plus de interpretar el personaje de Creonte, que hasta día de hoy ha sido un hombre y ahora va a ser una mujer. Todo esto hace que sea un proyecto realmente atractivo.

¿Cuál es el concepto de esta versión, de dónde parte la trama?

Creonte es el rey de Tebas en la “Antígona” de Sófocles. Miguel del Arco ha hecho una adaptación del texto, pero es absolutamente el original con el estilo de Miguel, que recuerda mucho a los griegos. Creonte coge el poder del pueblo devastado tras la guerra, después de morir Edipo y que sus hijos se asesinen entre ellos, estando en bandos diferentes. Tiene una honestidad muy potente pero, a medida que el político entra en el poder, empieza a cambiar y empiezan a aparecer muchos fantasmas. Creonte crea un decreto en el que decide que, el que fue contra el país, no será sepultado. Éste es un castigo muy poderoso. Antígona, que es su sobrina y a la vez su nuera, porque es la novia de su hijo, desobedece su decreto y él la condena a muerte. El dilema es muy potente porque no solo Sófocles hace una exposición del poder contra la debilidad, yo no creo que vaya por ahí. Es más las leyes divinas contra las humanas.

Háblenos de su personaje…

Interpreto, hago y defiendo a Creonte. Trato de transmitir su honestidad, pero también que su cabeza se acaba perturbando como les pasa a la mayoría de los políticos, de los poderosos, porque tienen la conspiración a su alrededor y están convencidos de que todo el mundo va contra ellos… y ahí empieza el orgullo, la soberbia y las cagadas brutales (risas).

¿Qué peculiaridades vamos a encontrar en esta versión de Miguel del Arco?

Sin ser tampoco una peculiaridad, está este cambio de sexo en mi personaje, pero el poder no tiene sexo, al final da igual. Quien conozca la mirada de Miguel del Arco hacia el teatro va a encontrar su estilo. No estamos vestidos con túnica, estamos recreándolo de manera atemporal. Interpretando a gente que está invadida por el dolor después de haber perdido a sus seres queridos más cercanos de un bando y de otro, lo difícil que es recomponer un país democrático, lo complicado que es estar en el poder… Es un tema universal y Miguel, como siempre, acerca muy bien los clásicos a nuestros días. Es un espectáculo muy hermoso, muy poderoso y muy teatral. Tiene algo misterioso por el tempo casi de ritual que hace que sea muy hipnótico. Y sí es peculiaridad el coro griego, que es la razón por la que comenzaron los tres directores a querer montar estas tres piezas. En este caso, somos 8 actores de las 3 compañías y todos somos coro y todos somos personajes.  Yo creo que es un espectáculo muy atractivo, ¡a ver qué ocurre! Pero, desde dentro, tenemos unas vibraciones muy buenas y muy positivas.

Sigue protagonizando una carrera meteórica cuyo último gran reconocimiento ha sido el Goya por su interpretación en “8 apellidos vascos”. ¿Qué le ha aportado este premio?

¡Nada! (risas). Los premios no aportan nada, aportan mucha alegría cuando los recibes y luego cuando los ves en tu casa, porque te acuerdas del momento, pero no hay más. Tu vida no cambia por llevarte un Goya, en absoluto, y si no lo tienes no es algo que haya que conseguir. ¡No ha habido ningún cambio…! (risas) Yo sigo exactamente igual que antes, con los mismos proyectos de antes de tenerlo y, lo que sí, es una satisfacción muy grande y un premio además, para mí, muy inesperado porque es bastante inusual que se de un premio de la Academia de Cine a la comedia, así que fue una sorpresa en una película a la que tengo muchísimo cariño, con lo cual, eso es lo que me ha aportado, alegría.

Hablando de premios, acumula una buena cantidad de ellos por su trayectoria teatral. ¿Cuál ha sido el más gratificante?

¡Para mí todos! A mí me gusta muchísimo lo que me pasa cuando hago teatro, cada momento es muy gratificante. Hay funciones que te pueden marcar más o menos, pero me cuesta mucho elegir entre tantos hijos. Yo he sido muy afortunada en mi carrera y, teatralmente, más si cabe. He tenido personajes entre mis manos que han sido verdaderos regalos. Ahora mismo pienso en Creonte y me supone una aventura tremendamente excitante. Prefiero hablar del presente que del pasado, porque los personajes del pasado han sido muy emocionantes en mi vida y no quiero ser injusta con unos y con otros. A mí lo que me reporta muchísima felicidad es estar ahí arriba del escenario, me llena de vida y me da mucha fuerza. Cada segundo es más allá de cada espectáculo que hagas. Yo no puedo olvidar nunca “La tortuga de Darwin”, ni a Elena de Troya, ni a Bárbara de la función “Agosto”, ¡es que son muchas! Pero, realmente, ahora mismo tengo entre manos un caramelo muy grande, que a ver si lo digiero bien. Ése es mi reto y lo que más me importa ahora.

Aparte de “Antígona”, ¿qué próximos proyectos tiene a la vista?

En cine acabo de terminar de rodar la película de Álex de la Iglesia, en breve empiezo a rodar la segunda parte de “8 apellidos vascos”, un poco más adelante  tengo otro proyecto de cine. En teatro, estaré con la gira de “Antígona” y también hemos vuelto a levantar el “Juicio a una zorra” con más gira que quizás llegue afuera de España.

¿Se puede decir que ha cumplido su sueño?

Sí, porque mi sueño era dedicarme a lo que me dedico. Todo lo que me va pasando cada día me resulta sueño cumplido, pero nunca lo he visto como un sueño, sino como una manera de vivir, una manera a la que dedicar mi vida, y… ¡a eso me levanto cada mañana! A dedicar mi vida a ser otra persona, ¡fíjate que absurda…! (risas).