Revista teatros

 Vestida de Caprile, con fuerzas renovadas, el mismo brillo de siempre en la mirada, la misma sonrisa, Concha Velasco insufla vida a Olivia. Llena de coraje, valiente, batalladora, la vallisoletana regresa tras una dura etapa en la que ha tenido que luchar mucho. Arropada por el cariño del público, por uno de sus directores fetiche, José Carlos Plaza, y por dos actores con Síndrome de Down convertidos casi en dos hijos más, la actriz no defrauda y nos regala un personaje enorme como lo fueron Madame Rosa o Hécuba.

¿Cómo está Concha Velasco?

Estoy estupendamente. Afortunadamente he salido ya de mi enfermedad. Ya tengo que hacer las revisiones cada tres meses, con lo cual estoy muy contenta. Ha sido un golpe pero he salido muy bien.

Y de repente se cruzan en su vida Olivia y Eugenio…

Es un proyecto que tenía antes de “Hécuba”. Durante el tiempo que he estado en casa con la enfermedad, estudiaba la obra y me parecía que tenía tantos puntos en contacto conmigo que rechacé hacerla. Entre José Carlos Plaza y Josefina Molina, que venían a verme, me convencieron para que lo tomara con distancia porque si tuviera que ver con todos los personajes que he interpretado a lo largo de mi vida sería una enferma.

Pasados estos duros momentos y después de tanta lucha, supongo que el estreno en Zaragoza fue muy especial, ¿cómo se sintió?

Y el estreno en Zaragoza, maravilloso porque no podíamos constatar la reacción del público ante este maravilloso texto y esta maravillosa puesta en escena de José Carlos Plaza y para mí fue una reafirmación de que había acertado en la elección de este texto.

¿Qué fue lo primero que pensó cuando acabó de leerlo?

Olivia hace una critica social y política deliciosa a través de su momento personal. Una vez más el teatro, cuando le llega al espectador y le emociona y le conmueve, es un poco un revulsivo de nuestras conciencias. Además, Eugenio es un ser puro que conduce con su bondad y con su alegría de vivir a esta mujer desesperada, destrozada, que piensa en el suicidio, por un camino insospechado.

¿Cómo es Olivia?

Es una mujer dura, acostumbrada a luchar por sí misma, inteligente, culta, dueña de una galería de arte. Pero ese carácter suyo un poco prepotente, autosuficiente, ha hecho que como persona haya fracasado en la vida. Renuncia a todo, al amor, a la pasión de mujer, a la familia, al otro hijo, vive exclusivamente para el trabajo y para Eugenio y cuando le dicen que tiene un cáncer terminal, no encuentra otra salida...

Hay una frase de Eugenio: “Haz un esfuerzo, mamá” que lo cambia todo…

Eso es maravilloso. Porque a este ser puro pero al que hay que dedicarle mucho tiempo. Yo estoy trabajando con dos chicos con Síndrome de Down y hay que dedicarles, además de muchísimo amor, muchísimo tiempo, ellos no pueden dejar de trabajar en ningún momento y la frase que les decimos siempre es “Haz un esfuerzo”. Cuando Eugenio dice eso es (se emociona). El texto es absolutamente maravilloso.

¿Qué tiene en común con esa mujer?

Soy muy cuadriculada, muy autosuficiente desde niña, con un carácter fuerte y directo y siempre he sido rechazada porque soy la que dice ahora toca trabajar, ahora toca estudiar, ahora toca cuidarse y eso no siempre cae bien. Ella tiene un gran sentido del humor, se ríe de sí misma, siempre hay una carcajada. Cuando dice Eugenio: ¿vamos de fiesta, mami? Y dice ella, no, hoy no estamos de fiesta, hoy deberíamos ponernos de luto. Y hace una pausa y dice, bueno, nosotros no, ya lo harán después los otros (risas).

Regresa a José Carlos Plaza.

Como hacen los americanos cuando nos referimos a él deberíamos decir el maestro José Carlos Plaza. Cuando le propusieron “Olivia y Eugenio” me sorprendió, decía que era la obra más importante para su conciencia como ser humano.

Supongo que trabajar con Hugo y Rodrigo también le ha cambiado...

Ver cómo se les trata me ha hecho cambiar mi manera de ser incluso con mi nieto. Se les exige mucho pero jamás se les da un grito. Todo se hace con amor. Es maravilloso.