Publicado el 01 de Febrero de 2015
Edu Soto
Obra: Las amistades peligrosas
Hemos hecho una versión muy actualizada, muy sexual, muy atrevida y muy punki
¿Cómo definiría esta versión tan modernizada de “Las amistades...”?
Una adaptación fiel al texto pero muy infiel a la manera de obrar. Hemos hecho una versión muy actualizada, muy sexual, muy atrevida y muy punki.
Hablenos de su personaje…
¡Valmont es un sinvergüenza encantador! Un tipo que, desde que empieza la obra, estás de su parte, aunque haga verdaderas barbaridades. El chico malo adorable.
¿Encuentra alguna similitud entre su rol escénico y usted?
¡Sí, bueno…! (risas). En este caso, el juego de la seducción es algo con lo que me reconozco y me gusta. No seducir, sino el juego.
Vamos a asistir a una convivencia escénica entre rock y mobiliario rococó, entre la antigüedad y lo tecnológico. ¿Qué otros contrastes vamos a presenciar en esta función?
Hay una cosa muy bonita que es la enorme experiencia de Carmen, que tiene una madurez escénica impresionante, que contrasta con gente muy joven como Lucía Díez, que tiene 19 años recién cumplidos y toda la potencia y la energía de la juventud, de cuando empiezas y estás estudiando teatro. Hay edades contrastadas y contrastables y energías muy distintas. Eso le da a la función un toque distinto.
Esta versión se aleja de la visión romántica para centrarse más en el cinismo, el patetismo y el sentido del humor. ¿Algún ejemplo?
También hay un momento en el que Valmont ya ha abusado de la niña –Cecile– y, de repente, pasan unas escenas, y Cecile no solo ya no está asustada del abuso, sino que se entrega a los brazos de Valmont y se ponen a hacer posturas del Kamasutra. Es un momento duro y muy fuerte si lo piensas, pero conseguimos sacar una carcajada del público. Hay mucho cinismo en el juego sexual y, de algo que podría ser muy alarmante, conseguimos que sea algo divertido.
Les podemos ver, incluso, tocando instrumentos en escena...
De repente, yo toco la batería, Mariano la guitarra y el saxo, Carmen el piano y el bajo, Iria el bajo, Lucía la pandereta… ¡Todos hacemos un poquito de todo! Se crea un movimiento escénico muy potente.
Personalmente, lo mejor de este proyecto está siendo…
¡Me ha encantado sentirme estrella del rock por unos instantes! Tocar la batería para un público era algo inimaginable para mí hace un tiempo y ahora estoy ahí, haciendo lo que puedo (risas).