Revista teatros

 Fue mimo, payaso por las calles de Barcelona y parte de Els Joglars y ahora se ha convertido en uno de nuestros actores imprescindibles. Aunque ha trabajado con directores de la talla de Calixto Bieito, Lluís Pasqual o Àlex Rigola y le avalan decenas de premios, Eduard Fernández no se prodiga tanto sobre las tablas como en la gran pantalla. Así que  su imponente presencia es un atractivo más de esta obra con la que Arthur Miller ganaba su segundo Pulitzer. El prestigioso director George Lavaudant estrenaba el pasado año en Barcelona esta historia de amor, obsesión y venganza que aborda el drama de los inmigrantes ilegales en la Nueva York de los años 50.

Últimamente le vemos más en la gran pantalla que en el escenario...

De vez en cuando me gusta hacer teatro. Me preguntan a veces: ¿Qué es mejor, teatro o cine? Y siempre digo que no hace falta elegir, pero desde hace algunos años tengo la sensación de que el escenario es el mejor lugar para expresar mi oficio.

¿Qué le atrajo de este proyecto?

El director, que es muy bueno y muy considerado en toda Europa, me sentí muy bien con él; además me parece una gran obra, un gran personaje, el reparto... Era una gran oportunidad para hacer un buen personaje y subirse a las tablas.

Arthur Miller ganó con esta obra su segundo Pulitzer...

Arthur Miller y Elia Kazan eran muy amigos y uno denunció a otro por comunista en la época de la 'caza de brujas'. Los dos escribieron una obra contando cómo uno puede llegar a la delación, a ese acto terrible...

Y Miller escribió ésta...

El director –George Lavaudant–, que es francés, no es amante del naturalismo en escena y, por tanto, no es una obra naturalista y sí tiene algo de tragedia griega anunciada, una tragedia a la que nos vamos acercando con un personaje como Alfieri, que es el que nos va guiando y diciendo casi en pasado que esto va a acabar mal... El espectador asiste a ese andar de Eddie Carbone hasta cruzar esa línea roja que no se puede cruzar nunca, todo por el amor en el color que queramos, que tiene hacia su sobrina.

¿Cómo ha sido su encuentro con este personaje mayúsculo, Eddie Carbone?

En teatro la mejor manera de enfrentar un personaje es llegar el primer día sin tener ni idea de qué vas a hacer, empezar a ensayar, ir viendo el recorrido que tiene... El final es veloz, es agotador para mí. Es un personaje que tiene mucho matiz, mucho color, toca muchos palos y vas evolucionando hacia el horror.

¿Este casi salto al vacío de Eddie Carbone es menos ‘peligroso’ al amparo de George Lavaudant?

Sabe de actores y es francés y allí un actor es un actor, aquí a menudo es uno que tiene gracia diciendo cosas. Tiene un respeto exquisito y te permite que saltes al vacío, pero estás bien acogido por él, te guía, te deja que pruebes, elijas, decidas... Vas muy bien acompañado y humanamente es irreprochable.

Desde su particular puente, ¿qué ve Eduard Fernández?

Tengo una buena mirada ahora mismo. Miro para atrás y veo errores y está bien haberlos hecho, no hay que renegar de ellos. Veo que estoy en muy buen momento, que tengo por delante cosas muy buenas profesionalmente, personalmente estoy muy tranquilo y muy conmigo. Soy de pensar que para ser feliz sólo hay que hacer eso, estar con uno mismo y estar bien.