Revista teatros

Ana Belén es menuda, pero su presencia es capaz de llenar un escenario tan inmenso como el del Teatro Romano de Mérida o el vacío patio de butacas de la Comedia que ha sido testigo de esta charla. Tremendamente generosa, comprometida, elegante, repite una y otra vez: “¡Qué suerte tengo!”. También que empezó a disfrutar cuando se le quitó el miedo. “Soy muy miedosa. ¡No te puedes imaginar hasta qué punto!”. Y lo dice ella, alumna aventajada del maestro Narros y con una carrera artística y musical a la que pocos llegan. Ahora es la Cleopatra de Shakespeare, la de Antonio, la de Lluís Homar y la de su otro maestro, José Carlos Plaza. Tras estrenar en Almagro y triunfar en Mérida, abre la temporada de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que la acoge por primera vez. Por VANESSA RAMIRO Fotos SERGIO PARRA

“Medea”, “Electra”, “La vida rima”, “Fedra”, “La bella Helena”, “El mercader de Venecia”... Si José Carlos Plaza le dice ‘ven’, ¿usted lo deja todo?

Sí, porque sé que si José Carlos me dice “Ven, Ana” esa historia en la que nos vamos a meter va a ser una historia excepcional. Como siempre ha sido.

¿A quién no se podía decir ‘no’, a José Carlos Plaza, a Cleopatra, a Shakespeare, a la CNTC o a Lluís Homar?

A nadie. Yo estaba con la gira de “Eva contra Eva” y con el proyecto de estrenar en Madrid y me llaman Lluís y José Carlos y me dicen “Qué proyecto, esta obra, qué maravilla”. Yo encantada, pero querían estrenar en Almagro, julio... De repente las cosas empezaron a encajar. También a costa de un trabajo tremendo: yo seguía con la gira y ellos con la CNTC también tenían gira... Para José Carlos ha sido muy duro con los protagonistas por ahí volanderos (risas), pero todo encajó.

Eso sí, yo no me reconocía, yo tenía una ansiedad. ¡Qué cosa lo del teatro! Se trata de ir aplacando el monstruo que llevas dentro, de ir poco a poco disfrutando, estudiando, aprendiendo, cayéndote y levantándote, dándote cuenta de este error... Encontrar ese equilibrio es difícil, pero se trata de eso, claro.

Ha dicho: “Empecé a disfrutar cuando se me quitó el miedo”...

Soy absolutamente miedosa. De siempre, hasta el punto de somatizar y ponerme enferma. ¡No te puedes imaginar hasta qué punto! Es curioso porque soy miedosa para algunas cosas, luego para otras, me sorprendo. Esa mezcla está en todos. Soy insegura, pero a lo largo de los años tienes que lidiar con eso. Hacerte mayor significa que poco a poco te vas conociendo. Esa es la historia.

En 2020 recoge el Premio Corral de Comedias de Almagro y este verano estrena allí “Antonio y Cleopatra”…

Layton decía “la vida rima”. El año pasado yo estaba allí y quién me iba a decir, una año después... ¡la vida rima!

Debe ser muy emocionante... Además, su primera vez en la CNTC, Mérida…

Mucho. Estar en la Compañía... Almagro, que yo hacía tanto tiempo que no iba como actriz a Almagro, desde que hice “La hija del aire”. Estar allí, volver a encontrarme tantos días yendo del hotel al ensayo, pasear, las noches al salir de los ensayos, estar en esa plaza... Recuerdos, recuerdos, actores que ya no están y recordarlos... Y luego ir a Mérida... ¡He estado tantas veces! ¡Y en tantos formatos! ¡Qué suerte tengo!

¿Qué le contaría hoy de “Antonio y Cleopatra” a alguien que no haya visto aún la obra?

Es la historia de dos personajes que están fuera de la realidad, que son como dioses. Y esos dos personajes, que son dioses, de repente tienen unos comportamientos mezquinos, graciosos, caprichosos, racionales, irracionales... Toda esa gama de esos personajes que están ahí son todo lo que tiene que ver con las pasiones, los sentimientos... Con el ser humano...

Dice la crítica que es sensual, caprichosa, poderosa, inteligente, pero ¿cómo es la Cleopatra de Ana Belén?

Es todo eso y una mujer que, aunque se vale de muchas argucias y artimañas para acercarse, para tener a Antonio girando a su alrededor, ella no lo siente como argucia ni artimaña ni un juego. Es difícil como actriz entenderlo, porque es como si estuviera jugando, pero ella no está jugando ni fingiendo, ella lo hace de verdad, lo siente de verdad. Todo es hipérbole, pero es de verdad. Eso saca al espectador no sé si la risa, desde luego la sonrisa sí.

Tiene tal cantidad de recovecos, de orillas, de esquinas, de rincones la obra que es un pozo sin fondo. Y lo que ha escrito Vicente Molina Foix es un lenguaje tan rico de decir que es un placer.

Decenas de películas, de trabajos musicales y de obras de teatro... Parece imposible abarcar tanto en una vida. ¿Este oficio es así o usted es así?

Este oficio es así. A mí se me ha dado la posibilidad porque tengo voz y he podido desarrollar también una carrera como cantante, pero este oficio es así. A lo mejor te pasas tres años de tu vida, por ejemplo, haciendo una serie de no dormir casi, pasan esos tres años y te pasas seis en los que no haces nada... Este oficio tiene unas especificidades. Todavía no nos hemos dado cuenta, no nosotros, sino quienes se tienen que dar cuenta, de las especificidades no solo artísticas, de los actores, directores, dramaturgos..., sino también de los equipos técnicos. Es un trabajo especial, mi trabajo no es mejor que el que hacía mi padre de cocinero, para nada, pero es diferente.

Ahora es Cleopatra en la Comedia y en noviembre será Eva en el Reina Victoria.

Casi cruzo la calle (risas)... Nunca me ha pasado esto, pero quién iba a pensar que iba a venir una pandemia. Cleopatra es mi presente y en noviembre, el domingo que acabe aquí, mi mente estará en Eva. Estoy muy feliz, son dos trabajos absolutamente diferentes pero que me ha gustado tanto hacerlos... ¡Qué suerte tengo!

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