Publicado el 01 de Junio de 2023
Entrevista a Ana Vallés por Fráxil
Obra: Fráxil - Naves del Español en Matadero
En “Fráxil” hablamos de que el agua está continuamente cambiando de forma: “¿Es frágil el agua? Es indestructible”
“El diablo en la playa” (2020) se centró en la lucha contra el caos y nuestro empeño por explicar causas inteligibles y efectos esperados. Dos años después “INLOCA” se creó a partir de la decisión de entrar en lugares, de franquear una puerta, de rasgar el paraguas que nos protege del caos. Y ahora llega “Fráxil handle with care”, la tercera parte de la “Trilogía de la fragilidad”. Charlamos con Ana Vallés, autora, directora y actriz, alma, junto a Baltasar Patiño, de Matarile Teatro y de esta pieza que nos interpela a todos. Por V. R.
Frágil. ¿A qué o a quiénes le pondría Ana Vallés esa pegatina, esa cinta? ¿A qué o a quiénes hay que tratar con cuidado hoy?
Seguramente a ti, si te tuviera delante. A mí, por supuesto. A “los que confían en la pasividad del entendimiento”, como dice Zambrano. Creo que hoy somos un poco más conscientes de la importancia del cuidado, conscientes de que debemos extremar la atención en los cuidados.
Quebradizo, que con facilidad se hace pedazos. Débil. Y dicho de una persona: De escasa fuerza física o moral.
Lo frágil no implica debilidad necesariamente. La confesión o el reconocimiento de la propia fragilidad implica también la reivindicación de una manera de estar: contra lo que se sabe, se cree o se asume. Contra mis prejuicios y la fuerza de la costumbre, siendo consciente de que hablo desde una posición concreta, anclada en la cultura occidental, la herencia europea, la realidad de vivir en España, mi edad y mi cuerpo.
Dice “Mi fragilidad es mi fuerza. Mis dudas también. Mi silencio, por supuesto”. ¿No resulta contradictorio?
No, no lo considero contradictorio. En “Fráxil” hablamos de que el agua está continuamente cambiando de forma, de estado: “¿Es frágil el agua? Es indestructible”.
Primero, “El diablo en la playa”, después “INLOCA” y ahora “Fráxil handle with care”.
Esta tercera parte de la trilogía quiere recuperar lo que para mí es la esencia del teatro, la presencia desnuda de unas personas que se muestran en toda su vulnerabilidad y fragilidad. Con ella he buscado la ligereza y el contacto. Ligereza en un estar no condicionado o potenciado por el carácter espectacular de la propuesta, ligereza en la posibilidad de dar vida y transformar el espacio que habitamos con pocos recursos: nuestros cuerpos, las luces y sombras que los envuelven y el sonido exterior que los acompaña.
¿Y esto a qué responde?
Considero que estas motivaciones, sobre todo formales, responden a una época pospandémica marcada por la realidad virtual, el ruido, la deshumanización de las relaciones y la consciencia absoluta de nuestra fragilidad. Y quizás, desde ahí, desde el cuerpo y el lugar que habitamos, podamos empezar a plantearnos preguntas que cuestionen cómo queremos relacionarnos, cómo queremos gestionar nuestro tiempo; replantearnos necesidades adquiridas, el peso del pasado. Parar y escuchar la lluvia, por ejemplo. O pasear, andar lo suficientemente despacio como para oír al paso, ver al paso, divagar e, incluso, en ocasiones, encontrar (lo que implica una disposición de ir al encuentro).
Sobre su texto sobrevuelan otros de Mircea Cartarescu, George Steiner, María Zambrano, Pau Cólera, Antón Coucheiro, Claudia Faci, Celeste González y Alfredo Pérez. ¿Qué tienen que decirnos ellos?
Cartarescu ya estuvo presente en “INLOCA”; ahora he rescatado un texto breve, una especie de manifiesto anti-muerte que aparece en la novela “Solenoide”. Steiner es un viejo acompañante, siempre hablando del lenguaje y poniéndolo en tela de juicio; en la cita de “FRÁXIL”, afirma que la esperanza es gramática (Errata). Y Zambrano estuvo en el origen, reforzando la idea de trabajar con claroscuros, y lo que se entrevé en la oscuridad del bosque (Claros del bosque). Por otra parte, todos los intérpretes han aportado textos o alterado los míos durante el proceso de creación, como ocurre siempre.
¿Cómo son los personajes de “Fráxil”?
No son personajes, son personas mostrándose en este momento concreto de sus vidas, compartiendo la fragilidad de sus identidades.
¿Por dónde respira su puesta en escena?
Algunos elementos de partida han sido: el agua siempre presente y cambiante, la luz y el vídeo de proyectores que deforman la arquitectura, el claroscuro, la voz sin cuerpo, las sombras presentes, las huellas que se desvanecen, lo que se entrevé, la ausencia de silencio absoluto, el sonido que se cuela del exterior, la luz que se filtra al abrir una puerta, la música que no siempre acompaña a la danza... Y elementos o figuras de las otras partes de la trilogía que reaparecen aquí.
Pau Cólera, Antón Coucheiro, Claudia Faci, Celeste González y Alfredo Pérez. ¿Cómo es trabajar con ellos?
Es un viaje compartido que iniciamos con correspondencia previa el pasado mes de noviembre. Siempre he tenido la sospecha de que los temas y textos tienen algo de premonitorio; en esta ocasión, el proceso ha estado marcado por la fragilidad de los cuerpos y el accidente, eso que buscaba Bacon desesperadamente antes de empezar a pintar un cuadro. Y entre fragilidades y accidentes el equipo de “Fráxil” se ha fortalecido. Y no me refiero sólo a los intérpretes, los que no se ven en escena –las voces sin cuerpo– han estado tan presentes como ellos.
Pionera de un teatro innovador en España y referente de la escena contemporánea, Matarile se acerca a sus 40 primaveras. ¿Qué ve Ana Vallés si mira hacia atrás?
Veo algunas huellas que se van borrando, lo que acepto encantada, como posibilidad de ligereza.
¿Y si mira hacia delante? ¿En qué más anda y andan?
De momento estoy en el presente, en "Fráxil".
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