Revista teatros

 Desde su seductora naturaleza y su fascinante obra hasta su trágica muerte. Lorca sigue inspirando pura devoción, por ello, el popular actor Carmelo Gómez regresa a las tablas con este novedoso y prometedor proyecto en el que su voz se une al piano en directo de Mikhail  Studyonov y la dirección de Emi Ekai para brindar una exquisita selección de versos y vida del poeta granadino con algunos invitados tan especiales como Lope, Neruda o Machado.  Por ANA VILLA

¿Qué propone “A vueltas con Lorca”, qué caracteriza este espectáculo?

Un afluente de propuestas sobre la vida y la obra de un autor que aún esconde enigmas tan suculentos como su existencialidad, la fuerza del destino y, por tanto, su tragicismo –que equivocadamente se ha insistido en llamar drama rural–. También me apasionan sus influencias ­–analizadas, sí, pero poco conocidas–. Algunas entran en el viaje que hacemos, como la de Lope de Vega y la sencillez de su minimizar los grandes fenómenos de la naturaleza, el primor, su rica y apasionante infancia, los seres más pequeños convertidos en dioses de una cosmogonía inagotable...

¡Menudo cóctel...!

Tratamos de divertirnos con toda esa fiesta de versos vehiculados por este rapsoda llamado hoy actor pero que no lo pretende –¡se lo prometo!– y la música de Mikhail al piano, instrumento de Lorca. Una fiesta poética, "en este vals de sí, de muerte y de cognac".

¿Cómo surgió este proyecto y qué le enamoró del mismo?

El proyecto surge por azar: un encargo de recital al uso y abuso de trípode y engolamiento pero que, una vez estrenado, empezó a ser visitado por nuestra propia curiosidad y se fue transformando a medida que salieron algunos bolos. Del trípode nada queda y del recital tampoco. Ahora es un vuelo por los versos y por la obra dramática de Federico en una búsqueda y contextualización inagotable y con punto de vista.

¿Cómo conecta Lorca con la actualidad?

Hoy Lorca se manifiesta en cada acontecimiento: la pandemia, la búsqueda de las claves del amor, la frustración de los tiempos que vivimos... pero más en las ganas de vivir, claro, el confinamiento de la Bernarda, los poderes contra la libertad del individuo, el canto de los pájaros, el fluir del agua, la atracción de la noche, la fuerza de la tierra; "la vida y la muerte, la síntesis del mundo que en espacios profundos se miran y se abrazan".

Para usted, ¿por qué Lorca y su obra siguen atrayendo la atención del público, qué tiene este poeta irrepetible que emociona generación tras generación?

Decía Buñuel que la mejor obra de Lorca era él mismo. Pero yo opino como Ian Gibson o Vicente Aleixandre: su vida y su obra son inseparables e indivisibles. Es tan transparente y a la vez tan complejo que le hace atractivo y abduce como una mantis religiosa. La sinceridad es muy cautivadora y él era eso: alegría y tristeza por partes iguales. Creo que escribía con plena ingenuidad, que llegó a encontrar al niño que buscaba y eso nos hechiza. “No era popular, era antes de lo popular”.

En su opinión, uno de los pasajes más bellos del texto de esta pieza es ese en el que usted dice:

La idea de la tragedia me encanta y vehicula todo nuestro relato. La idea de España amada, simbolizada en Granada, esa hermosa tierra donde “dos y dos no son cuatro, son dos y dos siempre, sin que puedan juntarse jamás”. El agua como fuerza de destino que fluye a la mar de Manrique: “agua que sabe a violetas, que sabe a reina mora, que tiene gusto de mármol o el agua de las colinas que deja un recuerdo a clavos de metal y aguardiente”. Pero prefiero darle voz a Leonard Cohen cuando afirma que una “Gacela” del “Diván de Tamarit” le destrozó la vida. A Lorca se la destrozó Shakespeare. “¡El demonio de Shakes-peare! ¡qué ponzoña me metió en el alma!” en alusión presumo, al amor en manos de Puck, el amor caprichoso.

En suma de todo, ¿por qué considera este estreno una opción interesante para los amantes del teatro?

Porque el teatro es una necesidad básica en el hombre y nada ni nadie podrá contra él, ni los tiempos, ni el comecocos del móvil, ni internet, ni siquiera las instituciones. Creo que el público se va a conmover en La Abadía y se va a asombrar. Y para ello vamos sin truco, sin atabales, sin deus ex machina... sólo solos, un zurrón, música y verso.