Revista teatros

 Históricamente, las personas con Síndrome de Down han sido consideradas como una carga o un desecho social. Dicho esto, ¿qué valor y sentido tiene su existencia hoy, en un mundo donde la eficiencia, la capacidad de producción y los modelos inalcanzables de consumo y belleza son el paradigma del ser humano? Chela de Ferrari da respuesta a esta pregunta y lo hace con toda la belleza que este gran elenco de ocho actores es capaz de brindarnos a través de sus anhelos, sus frustraciones y su particular versión del clásico de Shakespeare.  Por ANY POP

¿Cómo surgió la creación de esta versión tremendamente libre del clásico de Shakespeare que usted firma y dirige?

Siempre lo descartaba por la misma razón: no encontraba al actor para el personaje. Hasta que apareció Jaime Cruz.

¿De dónde sale este actor tan especial?

Jaime había trabajado más de tres años como acomodador en nuestra sala (el Teatro La Plaza), pero su deseo era el de presentarse en ese escenario como actor. Así lo comunicó en un evento interno y, a raíz de su comentario, lo invité a tomar un café. El proyecto despertó por las nuevas posibilidades que un actor como él podía ofrecerle al sentido de las palabras del príncipe Hamlet.

¿Qué supuso ese encuentro con Jaime?

Me permitió verme por primera vez como persona neurotípica frente a una persona neuroatípica y a enfrentarme a mi desconocimiento de la condición y a mis prejuicios. “Hamlet” es el fruto de ese primer interés. Lo que viven las personas que asisten a la obra es un espejo que reproduce ese primer encuentro: desnuda su ignorancia y despierta su deseo de intercambio.

¿Cómo presentaría este “Hamlet”?

En escena vemos a ocho actores y actrices con Síndrome de Down tomando el escenario para ofrecernos una versión libre de la famosa obra. A partir de la pregunta ‘¿ser o no ser?’ se fue generando la idea del montaje. El objetivo no era contar la historia de “Hamlet” sino tomar sus temas esenciales y hacer un tejido con la vida de los actores. A partir de eso, creamos nuestra propia dramaturgia. Tomamos de “Hamlet” los monólogos, frases, escenas y personajes que nos sirven para conectarnos con los intereses, reclamos y vivencias de los actores. Además, contamos con proyecciones audiovisuales que dialogan con lo que sucede en el escenario y la música juega un papel importante. ¡El final es una fiesta a la que todos estamos invitados! Lo que no podemos decidir por ustedes es si lo que verán es un drama, una comedia o un rap (risas).

¿Qué pregunta o reflexión traslada a través del elenco?

Habitualmente, el peso del personaje recae en la figura icónica de un gran actor. Pero, por supuesto, no se espera que un actor con Síndrome de Down encarne al príncipe Hamlet. ¿Una provocación? Sin duda, pero una que nos interpela con la gran pregunta de ‘ser o no ser’: ¿Qué implica ‘ser’ para personas que no encuentran espacios donde se los tome en cuenta? También nos parecía importante que el mensaje que tradicionalmente recae en un individuo pasara a ser enunciado por un colectivo.

Un momentazo de la función:

A la mitad de la obra, cuando uno de los actores reflexiona sobre el teatro haciendo propio uno de los grandes monólogos del príncipe: “Quisiera ser capaz de hablar y hacerme entender. Y sin embargo aquí estoy, tartamudeando, llenando el vacío con mis palabras. ¡Palabras, palabras, palabras! ¿Es esto valentía? ¿Desahogar con palabras el corazón, como si fuera un niño?”

¿Qué ha aprendido al frente de esta fascinante experiencia, rodeada de personas con Síndrome de Down?

Permíteme responder basándome en la experiencia de convivencia con el elenco. Durante más de un año nos reunimos personas neurodiversas a crear. Ese intercambio nos permitió ampliar nuestro pobre entendimiento sobre quiénes somos, nos confrontó con nuestra propia condición y con el relativo valor que tienen nuestras capacidades cognitivas como herramientas para procurarnos felicidad y procurársela al otro. Los actores y actrices tuvieron la generosidad de abrazar nuestras limitaciones para ofrecernos un espacio de enorme libertad. Estoy convencida de que el mundo es un mejor lugar porque existen personas con Síndrome de Down y que la diversidad cognitiva nos enriquece. Durante ese año de trabajo hemos vivido una experiencia intensamente feliz: ¡nuestro año de “Hamlet”!