Publicado el 31 de Octubre de 2023
Entrevista a Fernando de las Heras por Los sombreros olvidados
Obra: Los sombreros olvidados - Teatro Lara
“Estamos haciendo humor con algo muy humano y muy terrible: la soledad”
Humor, ternura y emoción en mayúsculas. Son los ingredientes que mejor definen “Los sombreros olvidados”, la acertada secuela de “Tres sombreros de copa” con la que su autor, Fernando de las Heras, brinda al público un divertidísimo tributo al gran Miguel Mihura interpretado con notable talento por sus protagonistas Javier Arriero y Roger Álvarez en la piel de don Rosario y don Dionisio. Charlamos con el dramaturgo que sigue desatando los aplausos del Teatro Lara gracias a esta deliciosa comedia llena de nostalgia que acaba de comenzar su segunda temporada. Por ANA VILLA Fotos: ALICIA ALBIÑANA
¿Cómo surgió la escritura de este tierno y divertido tributo a Miguel Mihura?
Siempre estoy dialogando con los títulos clásicos del teatro español contemporáneo, tengo en mi disco duro de la memoria a Valle-Inclán, a Lorca, a Benavente, a Alejandro Casona, a Buero Vallejo, a Ruiz Iriarte, a Alfonso Paso, a Alfonso Sastre, a Jardiel Poncela, a López Rubio, a Carlos Muñiz, a Edgar Neville…y, cómo no, a Miguel Mihura.
¿Qué le llevó a escribir “Los sombreros olvidados” en plena pandemia?
Como espectador, estaba echando de menos el repertorio de nuestros clásicos españoles del siglo XX. Creo que casi todos nuestros títulos tienen la suficiente esencia y potencia como para llamar la atención sobre lo que nos ocurre como sociedad. Ahora vivimos unos momentos tan difíciles como confusos. El humor y la mirada absurda –más una dosis de ternura– era la pulsión que me atraía a la hora de escribir durante la pandemia y ofrecer una nueva peripecia a estos tiernos personajes mihurianos.
¿Por qué motivos sospecha que la función está desatando los aplausos del público temporada tras temporada?
El público común que va al teatro, que sabe de teatro, tiene oído para escuchar el teatro de la palabra. Y si además hay unos espléndidos intérpretes que lo refuerzan con su talento y un director que sabe articular todo eso, el espectáculo ya está garantizado. Decía Lope: “Dadme un tablado, una manta, unos buenos cómicos, una pasión y el público aplaudirá”.
¿Qué rasgos caracterizan a los dos protagonistas de la función y qué conflictos enfrenta cada uno de ellos?
Estamos –y están– todos los integrantes de Pando Teatro haciendo humor con algo muy humano y terrible: la soledad. Javier Arriero y Roger Álvarez (don Dionisio y don Rosario) hacen, actoralmente, dos cosas totalmente premiables: por un lado, ponen los pelos de punta y, por el otro, derriten hasta las piedras. Los personajes son las dos caras de una misma moneda, están muy solos y, de esa soledad, explota la tragedia, pero también explota la comedia. Algunos espectadores salen del teatro con una profunda conciencia de la inutilidad de la crispación y de lo necesario que es apostar por la bondad verdadera.
Su momento favorito de esta puesta en escena, el más emotivo:
El final o digamos el epilogo de la función, cuando se oye la canción de Angelillo “Camino verde”. Pero hasta ahí. ¡No desvelemos del todo el desenlace!
¿Y el más divertido?
Citaré dos. Cuando don Dionisio siente, que un toro viene hacia él y cuando don Rosario pretende hacer una exhibición musical con un cornetín. Naturalmente, que hay momentos incluso más divertidos, pero mejor no destriparlos –me niego a usar la palabra spoiler– y que se lleve la sorpresa el público.
¿Qué opinión le suscita el trabajo interpretativo de Roger Álvarez y Javier Arriero?
Los dos hacen un trabajo extraordinario. Como anécdota diré que hay un joven espectador que va muy a menudo a ver la función y afirma que cada vez que sale tiene la sensación de haber asistido a una gozosa masterclass –aunque yo prefiero la expresión ‘una clase magistral’–.
En definitiva, ¿por qué motivos sugiere esta obra a los amantes del buen teatro?
Porque con la misma facilidad con la que alguien se bebe un vaso de agua, y no me quiero quitar mérito, sólo un director como Luis Flor y unos actores como Roger Álvarez y Javier Arriero han sido capaces de traducir dramáticamente un texto que podría haber resultado muy complejo. La maestría de ellos ha conseguido hacer algo muy sencillo. Y al espectador se le hace corto. Desde aquí, mis más profundas felicitaciones. Esta función es un regalo para el público y un regalo para este modesto dramaturgo.