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Entrevista a Juan Diego Botto por Una noche sin luna

Publicado el 01 de Junio de 2021

Entrevista a Juan Diego Botto por Una noche sin luna

Obra: Una noche sin luna - Teatro Español

 A veces la mejor manera de mirarnos es mirar hacia atrás y la mejor manera de comprendernos es mirar al pasado

 Puede que Lorca sea el poeta de la luna, fiel compañera desde sus primeros poemas hasta sus últimas obras. Y, sin embargo, la noche que lo fusilaron fue oscura, una noche sin luna. Como el título de esta pieza, bella, maravillosa, emotiva y delicada, que ha levantado, tras mucho trabajo, un colosal Juan Diego Botto –“Un trozo invisible de este mundo”, “El privilegio de ser perro”, “Los europeos”, “Hablar”... o las inolvidables “Historias del Kronen” y “Martin (Hache)”–. Un constante juego de espejos e ilusiones entre el pasado y el presente –ya saben, Lorca no pasa de moda–, una suerte de recorrido por algunos momentos en la vida del poeta granadino que dirige Sergio Peris-Mencheta.   Por VANESSA RAMIRO

¿Recuerda su primer Lorca?

La primera vez que lo leí tendría 13 años. Cogí un libro de las obras completas de Lorca que tenía mi madre, son tres tomos, cogí el de poesía, lo abrí al azar y recuerdo que era “El Diván del Tamarit” y empecé a leer. Y hasta hoy (risas). Me entusiasmó Lorca. Después empecé a leer el teatro y me entusiasmó el teatro, después empecé a leer las charlas, las alocuciones y las conferencias que dio, las entrevistas que están publicadas. Y ha sido no sé si una obsesión, pero ese autor que todos tenemos al que vuelves y vuelves y vuelves para mí ha sido Lorca.


Dicen que esta pieza nos habla de Lorca como si estuviera hoy aquí. ¿Qué nos robaron el día que lo mataron?

Nos robaron en lo evidente a uno de los mejores poetas que ha tenido nuestro país y posiblemente uno de los mejores dramaturgos. Nos robaron la posibilidad de leer casi con certeza algunas obras maestras que hubiera podido escribir y uno de los más importantes representantes de la voluntad de convertir España en un lugar mejor. Lorca fue adquiriendo, particularmente en los últimos años, un compromiso ético, estético, social y político con los más pobres, con, como él decía, los que “nada tienen y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. Y él y todos los que fueron asesinados o exiliados o se escondieron en el interior hubieran contribuido a crear una España mucho más culta, mucho más lúcida, mucho más justa y mucho más bella.


¿Ha pensado qué sentiría Lorca viendo a Juan Diego Botto decir sus palabras?

(Risas). Sí, obviamente lo he pensado. Quiero pensar que le gustaría el homenaje que le hacemos, que disfrutaría con verse representado de esta manera. El trabajo que hemos acometido lo hemos hecho desde un enorme respeto, desde una enorme admiración y ojalá pudiera verlo y disfrutarlo.


¿Qué es “Una noche sin luna”?

Es un espectáculo, un monólogo, en el que visitamos algunos momentos en la vida de Lorca que tratan dar respuesta a la pregunta de por qué lo fusilaron, qué decisiones fue tomando para convertirse en ese personaje tan odiado por el fascismo, por los golpistas. Vamos haciendo un recorrido por algunos momentos de su vida con mucha ironía, con mucho sentido del humor y evidentemente con mucho drama al final, eso es ineludible.


¿Y cuál fue el motor de esta idea?

Iba a hacer un recital, pero al profundizar sobre no tanto su obra, que la conocía bastante bien, sino sobre su vida descubrí que había en ella ecos que resonaban de forma muy contundente en nuestra actualidad, había momentos que parecía que estaban ocurriendo hoy o que nos estuvieran hablando de nuestro presente. Y eso fue lo que me empujó a escribir la pieza, la idea de que hay veces que la mejor manera de mirarnos es mirar hacia atrás y la mejor manera de comprendernos es mirar al pasado.


¿Qué ha descubierto usted de Lorca que antes no sabía?

Tratamos de ser fieles a esa imagen que todos describen de un hombre enormemente vital, enormemente seductor, enormemente carismático, divertido… A la vez y a mí lo que me impactó fue descubrir el compromiso que fue adquiriendo y en algunos momentos con decisiones que implicaban mucho coraje. Fue un tipo que tuvo un enorme coraje.


Tras “Un trozo invisible de este mundo”, vuelve a trabajar a las órdenes de Sergio Peris-Mencheta.

Trabajar con él es una maravilla. Con “Un trozo invisible...” se formó una amistad. Sergio es un amigo y cuando empecé a pergeñar la idea de escribir esta pieza al primero al que se la conté fue a él. Ha sido una colaboración desde el principio. Es un hombre muy lúdico, muy juguetón, que es capaz de arañar todo el sentido del humor de cada pieza que cae en sus manos. Yo soy un tipo muy intenso y ahí nos combinamos bastante bien (risas).


Han logrado convertir un monólogo en un gran espectáculo...

Eso lo tuvimos claro desde el principio, queríamos un espectáculo de gran formato, que el espectador viviera una gran experiencia, que tuviese la sensación de que realmente hace un viaje casi épico y ahí nos apoyamos mucho en la escenografía y en las luces. Curt Allen y Valentín Álvarez han hecho un trabajo magnífico creando ese espacio con las luces y la escenografía, una escenografía que se va desplegando, que parte de la nada y va a una cosa casi operística.


Una es darle una tumba, pero ¿qué otra deuda tenemos con Lorca?

Si la liberación de París al final de la II Guerra Mundial es un hecho fundacional de la Europa contemporánea, Federico García Lorca es casi una persona fundacional de lo que es o debería ser España. Yo creo que Lorca debería ser esa figura sobre la que se pueden construir los mitos y las leyendas de un Estado y de un país.


¿Tiene un verso favorito de Lorca?

Hay un poema de “Poeta en Nueva York” que se llama “Grito hacia Roma” que comienza diciendo “Manzanas levemente heridas por finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de coral...”.

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