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Entrevista a Laura Ortega por Monsieur Goya

Publicado el 02 de Septiembre de 2019

Entrevista a Laura Ortega por Monsieur Goya

Obra: Monsieur Goya, una indagación

 “Esta obra es una gran oportunidad de descubrir el coloso de Goya a partir de los ‘figurantes’”

 Quizás contar sea el verbo que mejor define a Laura Ortega. Contar y también crear, imaginar, fotografiar. Por eso, tras acabar Filología Hispánica, esta riojana vino a Madrid y se licenció en la RESAD en Dirección de escena. Tras una década forjando su propia mirada y empapándose del trabajo de los grandes directores de los que ha sido ayudante –de Eduardo Vasco en la CNTC, de Juan José Afonso, de Andrés Lima...–, ha comenzado su propio camino y ya la hemos visto al frente de interesantes montajes como “Intemperie”, en El Pavón Teatro Kamikaze, y la temporada pasada en “Vientos que nos barrerán”, en un Teatro Fernán Gómez al que ahora regresa para abrir su temporada.
 

¿Qué es “Monsieur Goya, una indagación”, cómo definiría brevemente esta obra?

Monsieur Goya, una indagación reconstruye la peripecia del artista durante su exilio por medio de los otros protagonistas: quienes lo acompañan. Es un juego metateatral dentro del cual hay un personaje, un dramaturgo en apuros, que trata de darle sentido a la pregunta sobre cómo contar esta historia y de resolver los interrogantes que planean sobre la casa de Goya en Burdeos.


¿A qué nos enfrenta, de qué habla, qué temas vertebran esta pieza?

Son varios los temas que se disparan en ella: la actualidad de los exilios, la fraternidad de gente que luchaba en un mismo tiempo por la libertad política, de pensamiento y de acción o la mirada de un pintor de pueblos, como lo llama Georges Didi-Huberman, con el mundo contemporáneo.

Estos personajes, a quienes conocemos en instantes de peligro, inauguran un tiempo del que ya conocen, por la experiencia del exilio, de la derrota frente al absolutismo tanto de los afrancesados como de los liberales, su reverso, que es la desilusión, la violencia. Todo esto nos pone sobre la pista de Goya, aunque no podamos verlo, al mismo tiempo que permite que veamos la representación de un tiempo histórico que es consciente de sus propias limitaciones como representación; este es otro de los ejes de la función.


Goya es el protagonista de una obra en la que, sin embargo, él no aparece. ¿Con qué personajes nos vamos a encontrar, cómo son y qué les relaciona con Goya y, sobre todo, qué visión de Goya nos dibujan a los espectadores de hoy en día?

La ausencia de Goya es premeditada, pero estar ausente no es lo mismo que no aparecer. Los personajes son una proyección de esa huella, sin la cual tampoco resultaría posible tomarle la medida al artista.

La obra está protagonizada por Leocadia Zorrilla, la compañera y ama de llaves de Goya, una mujer interesantísima y consciente, que participa en las luchas políticas de su tiempo, y sus hijos, Rosario y Guillermo Weiss, además de otros personajes que acompañan al pintor durante su exilio: Leandro Fernández de Moratín, que ya vivía fuera de España, en Burdeos, y que aparece retratado como un exiliado cosmopolita, apostado de algún modo frente al desastre de los ideales ilustrados, que observa con un gesto melancólico, y Antonio de Brugada, pintor romántico y liberal, también amigo de Goya.

Aparece, además, un trasunto del célebre cuadro de la lechera que Goya pudo haber realizado con ayuda de Rosario Weiss, basándose en un grabado publicado en Burdeos. Este personaje tiene una relación muy cercana con Rosario Weiss, a quien conocemos aquí durante sus años de formación como pintora.


Sabemos que el punto de partida de toda esta historia son esas pinturas negras de Goya, de las que este año se cumple el bicentenario. Dicen que ahondando en la relación entre la biografía del artista y las figuras de estos murales uno encuentra más preguntas que respuestas.  ¿Qué aporta esta obra en ese sentido? De hecho Sanchis Sinisterra habla de una dramaturgia de la incertidumbre…

José Sanchis Sinisterra ha querido añadir el subtítulo “Una indagación” a la obra para subrayar la incertidumbre como eje de la dramaturgia. No es en vano. Indagar es investigar, seguirle la pista a algo; en realidad, en el origen de la palabra, es seguir la pista de un animal. Creo que la indagación tiene que ver con la búsqueda de Goya, pero sobre todo con la dificultad de llegar a él. En cierto modo, los "caprichos" y las Pinturas negras demuestran que la mirada de Goya es la de alguien empeñado en entender. La incertidumbre no era seguramente menor, puede que al contrario.

En este sentido, el uso de la fantasmagoría como recurso formal, y de los espectáculos de fantasmagoría como símil de nuestra relación con la historia, con la biografía del artista, es uno de los grandes hallazgos del texto de Sanchis Sinisterra. La obra funciona como una especia de máquina óptica capaz de interrogarse a sí misma sobre la relación, en múltiples planos, entre lo visible y lo invisible, lo material y lo espiritual, la ilusión y la desilusión.


¿Cómo es el Sanchis Sinisterra que firma el texto, qué le caracteriza?

Él sin duda juega a ser ese AUTOR en apuros. Convertir en material escénico el enigma que lleva por nombre Goya y también sus dudas dramatúrgicas y sus cuitas sobre cómo hacer un retrato de alguien a quien consideramos un genio es parte del juego teatral. Sanchis Sinisterra, al que admiro como lectora, alumna y espectadora, comparte con Goya el espíritu de aprendizaje que aparece en uno de sus dibujos más simpáticos de los años de Burdeos: “Aún aprendo”. Se pone en el aprieto de hablar de Goya sin él para poder mostrar el acarreo de esa experiencia, lo que revela también un empeño en entender y contar nuestro tiempo a partir de esa misma incertidumbre.


Y con todo esto, con las conjeturas, con las preguntas, con una obra tan fascinante y acongojante como esas pinturas, con Goya sin Goya, pero con un montón de personajes, fantasmas quizás, que nos acercan a él… Con todo eso, cuando Laura Ortega lee por primera vez el texto de Sanchis Sinisterra, ¿qué es lo primero que piensa? ¿Se le iluminó la bombilla y supo qué hacer? ¿Cómo ha sido ese primer contacto, ese primer proceso de creación?

Hay personajes y obras que hacen “reinstalarte” en el presente. Goya y Monsieur Goya juegan con esa grieta de tiempos. Pasado, presente y futuro son otros fantasmas más de la propuesta. Sanchis Sinisterra a través de los espectáculos de las fantasmagorías, tan populares en Europa en la época de Goya, se permite interrogarse y de paso interrogarnos a los demás, sobre el fanatismo, la sinrazón o el arraigo de las creencias en lo que los cuerpos hacen, o en la vida que a esos cuerpos les es dado vivir. Con esto, la obra recoge de paso la inquietud ética que despierta en el espectador contemporáneo, la obra de Goya.

El teatro es también eso, un modo de poner en imágenes la historia, de hacer con ellas historia en el sentido de revelar su condición de artefactos, el artilugio o mecanismo que las hace funcionar. A esta condición están sujetos los personajes, el modo de contar las cosas en escena, es decir, todo. No solo formalmente, como sucede en la relación de la fantasmagoría con las Pinturas negras y los “caprichos”, sino temáticamente, diría yo.

Desde un comienzo tuve claro que la aproximación metateatral de la indagación sería difícil sin un eje que pudiera comunicar el mundo de estos personajes con el nuestro. Era necesario, de alguna manera, trabajar con aquellas cosas que el texto denuncia como formas de ceguera, y que son los verdaderos fantasmas y supersticiones que pesan sobre nuestra mirada. Aquí están, continúan, sin ir lejos, las persecuciones, los exilios y migraciones forzosas.


Y con ese proceso más o menos claro, ¿qué vamos a ver los espectadores sobre el escenario? Háblenos de la escenografía, estética, vestuario, de la música, de la luz (sabemos que cuenta con un equipo de lujo), de dónde ha querido poner usted el acento…

La propuesta plástica es convertir el escenario en una gran máquina óptica gracias a la cual poder distinguir extrañamente —de cerca y de lejos— todo un mundo de ilustrados, mujeres libertarias, románticos, exiliados, pintoras y niños soldado que habitan, como nosotros, entre humo de pólvora y sombras de fantasmagoría. Una linterna mágica capaz de convocar a los “fantasmas” de Goya (la propia palabra fantasmagoría, habla precisamente de esa asamblea de fantasmas) y preguntarnos cuáles son los monstruos que produce hoy el sueño de la razón y también la creación.

La contribución del equipo artístico y técnico ha sido fundamental a la hora de madurar escénicamente la propuesta. La videoescena de Daniel Canogar entronca con una reflexión sobre la imagen y la visualidad moderna, propia del arte contemporáneo, que lleva un peso fundamental en la propuesta. La música de Suso Saiz, envolvente y plástica, creada desde la caverna de la cabeza de Goya es visceralmente contemporánea. El vestuario de Almudena Bautista también trata de enfatizar la condición extemporánea de los personajes y su extrañamiento… Todo ello, para reforzar la idea de máquina que se sabe artefacto y de tiempo que se sabe lente de otros tiempos.


Para resumir, ¿por qué no debemos perdernos esta primera apuesta del Teatro Fernán Gómez para la temporada 19/20? Un estreno absoluto ni más ni menos…

Es una gran oportunidad descubrir el coloso de Goya a partir de los “figurantes”, de sus cuadros, los personajes secundarios de su historia, huyendo así del ilusionismo típico de los biopics. Convertirse en voyeurs de los últimos años del pintor, sordo y enfermo, en un tiempo convulso y dialogar con su tiempo desde la incertidumbre de quien no tiene todas las respuestas.


Y la última, ¿qué espera de los espectadores? ¿Qué sensaciones le gustaría transmitir? ¿Cómo le gustaría que saliesen los espectadores después de ver “Monsieur Goya, una indagación?

Sería interesante que los espectadores salieran de este espectáculo como lo haría el público en 1819 después de un espectáculo de fantasmagoría: totalmente fascinados. Monsieur Goya dialoga honestamente con el espectador y le propone un juego de reconstrucción en el que él es parte de su historia. Y en esa “ilusión”, lograr preguntarnos y, por qué no, emocionarnos.  

 

 

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