Revista teatros

 Actor, director de escena, gestor, productor, docente, director artístico del Lliure y ahora la cabeza y la sonrisa de la CNTC. Lluís Homar ha tomado las riendas de esta maravillosa institución en un momento muy complicado y se embarca en su primera dirección, por eso para él es muy importante apoyarse en el equipo. Lo repite como un mantra: “Lo importante son las personas”, “Trabajamos no al servicio del yo, sino del nosotros”. No en vano la generosidad y la humildad son para él, dice, valores fundamentales. 

En su primera dirección al frente de la CNTC ha elegido una comedia...

Sí, pero soy de los que pienso que lo importante es qué contamos, qué hay o qué conlleva. Nos podemos divertir recibiendo algo.

Y eso es lo que pasa con estos sainetes.

Justamente hemos elegido estos sainetes de Ramón de la Cruz porque tienen que ver con una visión del siglo XVIII del mundo del teatro. Es algo absolutamente insólito. Hay algo en este autor que nos gusta muchísimo y es ese equilibrio entre ligereza y profundidad, a veces uno puede pensar que el sainete responde a un puro divertimento, pero no es el caso. Es alguien que sabe reflejar la vida de las personas, de ahí su popularidad, la gente se sentía reflejada en el escenario.

Y ustedes, director, actores, ¿se siguen sintiendo identificados con esa mirada?

Él de alguna forma se cuestiona si el teatro que se hace en ese momento en el siglo XVIII es el mejor teatro que se puede hacer. Nos estamos cuestionando de una manera también si el teatro tiene o no la capacidad de transformar una sociedad y en estos momentos que estamos viviendo qué papel puede jugar. el teatro o la cultura. ¿Es un papel de primera necesidad o es un papel al lado?

¿Y tiene respuesta esa pregunta?

A nosotros lo que nos gusta es dejarla en el aire. A veces lo importante son las preguntas, no las respuestas. Sobre todo, si es una pregunta compartida y en este caso depende de todos, no solo de los que hacemos teatro, sino de los receptores del teatro en este caso el público. Nos viene muy bien Ramón de la Cruz, porque él tampoco lo soluciona, sino que lo que hace es cuestionárselo y pensar que quizás sí es posible, pero que esto no se hace solo.

¿Cuál fue el primer paso?

Tenía los actores y buscábamos un material para adecuarlo a un trabajo más coral y que nos permitiera hacer ese primer proyecto de repesca de lo que han sido las cinco promociones de La Joven a lo largo de más de diez años en la Compañía Nacional y de repente dimos con Ramón de la Cruz y nos quedamos absolutamente enamorados.

Para mí en este teatro que nos planteamos de futuro o de presente es importante que nos cuestionemos a nosotros mismos, qué estamos dispuestos a poner de nosotros mismos en esto que hacemos. Que somos servidores del teatro, no nos servimos del teatro, es para mí un valor fundamental. Para mí ha sido muy importante crear una compañía, trabajar desde esa implicación, no trabajar solo con el actor o la actriz, sino con la persona que los sustenta, que se sientan vistos, escuchados, que se sientan implicados a participar del proceso creativo. Y el material nos venía como anillo al dedo para hacer esa reflexión.

¿Y cómo es su dirección, su apuesta?

He trabajado con Elisa Sanz, maravillosa, que ha hecho la escenografía. Un espacio central con los espectadores a cuatro bandas. En el vestuario Elisa Sanz y Pier Paolo Alvaro han hecho una propuesta muy rica, muy bonita, un vestuario de época contemporáneo, es una filigrana increíble. Cada uno de los actores hace dos o tres personajes, doce actores y 35 personajes. Esto les invita al juego expresivo, físico, que también ha sido una parte fundamental en todo el trabajo, con el director adjunto, Óscar Valsecchi, con el que llevo trabajando ya muchos años. Y todo el trabajo de voz y palabra con el maestro Vicente Fuentes, que es, como le digo, un monumento nacional por lo que él sabe y lo que transmite. Pedro Yagüe en la iluminación... Estoy muy contento de sentir que esta es una de las razones por las que yo me presenté a la Compañía, que estamos trabajando no al servicio del yo, sino del nosotros.

¿Cómo es dirigir un coloso como la CNTC en tiempos de pandemia?

Esto lo hace mucho más complejo. Llevábamos dos o tres meses y ya sentíamos la complejidad de una institución que es tan maravillosa. Hay tanto por hacer e intentas recoger de todo lo que se ha hecho a lo largo de los años y ver qué podemos sumar. Cuando entra toda esta situación en el mes de marzo hubo que cancelar espectáculos. Es difícil, es más complejo. Sobre todo es con el espíritu de saber que van a pasar cosas, que están pasando cosas. Aceptamos la situación y sobre todo nos apoyamos en el equipo. Esto es fundamental porque hay momentos y hay días que no es nada fácil...

Hablamos, imposible no hacerlo, de tiempos de pandemia. Amamos el teatro, reunirnos en torno a cualquier manifestación artística, pero ahora también nos preocupa hacerlo con seguridad. Para tranquilizar a la gente, ¿qué medidas ha tomado el festival para que podamos disfrutarlo ‘sin riesgo’?

Se está haciendo lo que se hace en todas las unidades del INAEM, la Comedia es una unidad más como el CDN, el Teatro de la Zarzuela, la CND…. Estamos con todos los protocolos que nos marca prevención de riesgos laborales, unos protocolos de entrada, de salida, geles a disposición, el uso de las mascarillas… Todo esto que nos viene regulado. Eso de cara a los espectadores. De cara al personal llegas cada día al teatro y desde una mascarilla nueva, gel, las ocupaciones de los espacios, las limpiezas… Todo un conjunto de cosas de las que nosotros estamos absolutamente pendientes. También lo establecido en cuanto a las pruebas que se hacen. E intentando transmitir esa idea de que la cultura es segura. Yo creo que hasta ahora ha habido incidencias, pero crucemos los dedos pero sí podemos afirmar que la cultura es un espacio seguro y en este caso la CNTC hace todo lo que está en su mano para esto.

Actor, director de escena, director artístico del Lliure y ahora de la CNTC, gestor teatral, productor, docente… ¿Imaginó semejante carrera aquel chico que un día acudió al Institut del Teatre barcelonés? ¿Qué le diría el Lluís Homar de hoy a aquel joven?

Que le valoro mucho su entusiasmo y sus ganas de aprender y de estar siempre cuestionándose y sobre todo algo que me ha costado, pero que mis maestros cuando era joven insistían mucho y es ser generoso. Creo que este es un valor que yo me he tenido que currar, sigo currándomelo, pero creo que la generosidad y la humildad son fundamentales. Y le diría a este chico que gracias por estar dispuesto a ocuparse de esas cosas.