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Entrevista a Lola Herrera por la vuelta de Cinco horas con Mario

Publicado el 01 de Julio de 2019

Entrevista a Lola Herrera por la vuelta de Cinco horas con Mario

Obra: Cinco horas con Mario

 Afortunadamente hoy hay una inmensa mayoría de mujeres que estamos por la labor de batallar por lo que nos corresponde

 “A Lola Herrera la haría eterna para que siempre representara esta obra”. Hasta Miguel Delibes cayó rendido a los pies de esta dama de la escena. Tanto es así que más de una vez dijo que ya no podía imaginar a Carmen Sotillo sin el rostro y la voz de Lola Herrera. La vallisoletana, colosal como siempre, llena de matices, cálida, intensa, puro teatro, pura vida, vuelve a velar, cinco horas más, 40 años ya, a Mario. Y le presta sus ojos, su piel, su alma, su voz, sus manos a una mujer que la ha acompañado durante toda su carrera y de la que creyó despedirse en 2005 para siempre. Por suerte, se equivocó y volvieron a encontrarse en 2016 con motivo del 50º aniversario de la publicación de la novela. Y hasta hoy… 40 años con Lola. Por VANESSA RAMIRO Foto DANIEL DICENTA HERRERA
 

¿Imaginó aquel 26 de noviembre de 1979 a punto de estrenar en el Teatro Marquina que casi 40 años después seguiría siendo Carmen Sotillo?

No, no imaginaba nada. Lo hicimos por-que nos gustaba y nos apasionaba, pero la verdad es que fue contra viento y marea. Nadie nos animaba en el proyecto y era una época en que los monólogos de los grandes autores no tenían ninguna aceptación. Lo hicimos sin ninguna pretensión, más que la de darnos el gustazo de hacerlo y jamás pu-de imaginar, ninguno de los que estábamos en el equipo, que fuera un suceso teatral.


Siendo una lectora empedernida, habría leído la novela. ¿Qué pensó cuando le ofrecieron el guion?

Sí, la había leído. Cuando leí el guion pensé que lo tenía que hacer. No sabía cómo se podía hacer, porque me apasionaba al mismo tiempo que me producía una especie de rechazo esa Carmen. Pensé que era algo que había que hacer porque retrataba muy bien todo lo que pasaba en ese momento y de dónde veníamos las mujeres y los resulta-dos de por qué había ‘Cármenes Sotillos’.


¿Le fue difícil entrar en su mundo?

Con los personajes en un principio, aunque te apasionen, hasta que no empiezas a tirar del hilo y a trabajar con ellos pasas por un proceso largo y complicado y, a veces, difícil, pero con momentos muy gratificantes en los hallazgos. De mi trabajo una de las cosas que más me gustan es esa parte, en la que te encuentras con mil contradicciones contigo misma, te sientes perdida, te sientes feliz un día porque encuentras algo que te parece clave…


¿Carmen y Lola se parecen poco?

Carmen Sotillo es el producto de una España determinada, de una época, la sociedad en la que creció, el núcleo familiar... Y ese producto estaba lejos de mi núcleo. Yo, aunque me crié en la misma sociedad, todo de-pende de dónde naces, quién te educa, tuve la suerte de aterrizar en una familia obrera, pero sabiendo lo que querían y con lo que no estaban de acuerdo, y eso te da otras alas para volar, aunque no te dé derechos porque no existían para nosotras. Yo tenía una base importante, mi familia, que Carmen no tuvo.


Ella es un poco una mujer del quiero y no puedo. ¿Qué queda hoy de todo lo que a Carmen le afectaba?

Hemos dado pasos de gigante, enormes, pero ‘Cármenes Sotillos’ existen, aunque con otras miras. Afortunadamente hay una inmensa mayoría de mujeres que estamos por la labor de batallar por lo que nos corresponde y, sobre todo, a ver si algún día de verdad, podemos estar en los puestos donde se toman decisiones porque las mujeres tenemos una manera distinta, una mirada diferente en la vida y en el proceso de llevar a cabo las cosas… Estamos ahí... Afortunadamente hay una explosión por parte de una inmensa mayoría de las mujeres en la calle y esto no tiene marcha atrás. El camino es duro,todo lo que ganamos en el fondo tiene una fragilidad y se puede perder en nada, por eso tenemos que estar alerta.


¿Qué le da el escenario?

El escenario me da todo (risas). Mucha energía. Es una renovación todos los días. Cuando trabajas con las tripas, es un disfrute, un desgaste y una renovación.

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