Revista teatros

Ha contado alguna vez que casi lo dejó todo para enrolarse en un petrolero, que su primer papel en una función de teatro fue haciendo de mosca, que el ‘Quijote’, que guardaba en un bolsillo, le salvó la vida en un accidente de coche y que Valle-Inclán le dio un poco de luz en la pandemia. A Rafael Álvarez lo vimos en TV y cine – “El Crack”, “La taberna fantástica”, “Juncal”, “Brigada Central”...–, pero El Brujo despliega toda su magia sobre los escenarios. Dramaturgo, comediante, filósofo, poeta, anacoreta de este oficio, contador de historias. El monstruo fiero de la loa de Lope pone título a su último espectáculo. Hablamos con él de este viaje que en marzo le trae hasta las tablas del Teatro de la Comedia. Por VANESSA RAMIRO

Monstruo fiero, actor, histrión, farsante, comediante, representante, farandulero, recitante, juglar, rapsoda... ¿Con qué palabra se siente más identificado?

Con histrión, pero también con farsante. Farsante en el teatro, no farsante frente a La Caixa. Ya me gustaría, pero La Caixa tiene unos sistemas informáticos que impide la vida de los farsantes. Al menos de los pequeños farsantes, los grandes tienen muchos recursos (risas).

En el Siglo de Oro los actores eran amados por el pueblo, adulados por la nobleza y convocados a palacio por los Reyes. ¿Usted también?

Sí, también (risas). Me ha costado mucho, pero al final un rey me puso una medalla, la de Oro de las Bellas Artes, que yo pensaba que era realmente de oro, pero cuál fue mi decepción que era una imitación (risas). Fue un honor. El rey emérito, que ya no es rey, no sé si sirve la medalla o no (risas). Y también la Corte al final a través de esta institución que es la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Sí, le ha programado esta temporada...

Más que la Corte ha sido Lluís Homar, que es un gran profesional, un actor y director, un hombre de teatro al que admiro muchísimo, muchísimo. Y me ha programado ahí después de tantos años con mucho boato, con mucho amor, con mucho perfeccionismo.

Ya era hora...

Tengo que decir que han sido dos catalanes los que me han acogido en Madrid (risas): Albert Boadella en los Teatros del Canal y Lluís Homar en la CNTC. La vida está llena de paradojas y de contradicciones cachondas (risas). En el María Guerrero he trabajado otras veces con madrileños, como José Carlos Plaza y Gerardo Vera, que en paz descanse, pero en los últimos años no me querían por aquí. Sin embargo, los catalanes, no sé si fue por joder a los madrileños, me programaron siempre con mucho cariño.

¿Qué es “El viaje del monstruo fiero”?

Ni yo mismo lo sé (risas). Ayer estábamos ensayando y después de mucho trabajar textos míos que van intercalados en los de grandes clásicos que voy a recitar, Lope, Quevedo, Shakespeare, fragmentos del “Quijote” de Cervantes, Calderón, los místicos, nos dimos cuenta de que no habíamos llegado a la mitad de la obra y teníamos ya casi siete mil palabras. Como yo ya me las sé todas, sé que eso es una barbaridad, con las risas del público, las pausas... son tres horas de espectáculo. Nos alarmamos y empezamos a pensar cómo realizar una dramaturgia urgente de última hora. Pero la esencia es textos clásicos contados por un farsante que ha vivido de ellos en los escenarios de los pueblos y ahora los trae a la capital.

Y en una época en que estamos saturados de imagen, El Brujo sigue llenando con un teatro de la palabra.

Sí, la palabra tiene una fuerza increíble. Y siempre la tendrá. El universo es palabra, lo decía San Juan el Evangelista y lo dicen los grandes físicos modernos, el universo es vibración, diferentes frecuencias de vibración, un conjunto de sonoridades y de resonancias. Yo trabajo en ese ámbito de la palabra y me ha ido siempre muy bien.

Esto del monstruo fiero pertenece a una loa de Lope. ¿Todo está en los clásicos?

Para mí sí. Y en pocos clásicos. En muy pocos está todo. Casi te diría que en Calderón está todo (risas) y en un fragmento de Calderón y nos podemos ahorrar el resto. Luego se repiten con otros sonidos y otros conceptos y otra forma en Lope, en Cervantes, pero la idea es que la vida es un sueño pasajero y pan y vino y vamos, venga, al camino, que la vida es un viaje y es una cosa que tiene fecha de caducidad. Pero no hay que vivir atemorizado por ese pensamiento, sino vivir alegre y despreocupado y no tomándose el mundo muy en serio como hacen los místicos porque esto es un cachondeo. Pero no porque gobierne el PP o el PSOE o gobierne el emperador, sino porque esencialmente el mundo es una mentira. Entonces, ¿dónde está la verdad si el mundo es una mentira? Ahí es donde empieza la búsqueda.

¿Qué ha descubierto de su oficio en todos estos años de búsqueda?

He descubierto que hay que tomárselo con mucha humildad. Ayer, cuando pasó esto de que la obra es infumable, que ahora la tengo que cortar, a ver por dónde corto cuando ya lo tenía todo tan bonito, me vine abajo como si estuviera empezando, como si tuviera 30 años. Esto es un juego. Empieza otra vez, móntalo otra vez. Esa humildad de que lo que estás haciendo no es tan, tan importante. Lo que estás haciendo es importante para ti, es un sueño pasajero, pero también una contienda gloriosa, que es cumplir con el deber. Hay que conjugar ese sentido de la responsabilidad con la despreocupación de una manera equilibrada.

El Brujo no sería El Brujo si en algún momento no abandonara la historia para reflexionar sobre la actualidad. ¿Cuál es ahora la diana de este farsante?

Utilizo la actualidad con truco para que la gente se sienta importante, para que el público se sienta concernido, no tanto porque yo crea que mis comentarios van a ser una crítica que va a transformar las cosas o que me va a liberar a mí del resentimiento de nada, lo uso para entretener. Como cuando tú le cuentas a un chico un problema de matemáticas: “Papá Noel tiene dos renos, si le quitan un reno, ¿qué tiene?”. Y dice él, “Insuficiencia renal” (risas). Yo hago lo mismo con el público de vez en cuando, pero el reno es el político de turno y la insuficiencia renal la tenemos nosotros (risas).

¿Cómo sería Rafael sin el escenario?

Un loco (risas), estaría en el psiquiátrico: “Soy el monstruo fiero, voy a por ti”, con un caballo de madera y una lanza, diciendo los textos, “Fementida canalla, para conmigo no hay palabras blandas, que ya os conozco”. Y el enfermero: “Venga, tranquilícese, tómese la pastillita” (risas).

Hasta ahora, ¿cómo ha sido el viaje de este monstruo fiero llamado El Brujo?

Hasta ahora ha sido maravilloso. A partir de ahora es en business en las compañías aéreas y con la tarjeta dorada en el AVE. Y que continúe. Que continúe la gira. Amo mi profesión muchísimo. Doy las gracias cada vez que veo que estoy en el escenario y está el teatro lleno.

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