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Entrevista a Rakel Camacho en el especial Dramaturgos a escena

Publicado el 30 de Enero de 2020

Entrevista a Rakel Camacho en el especial Dramaturgos a escena

Obra: Rakel Camacho

 La directora que hay en mí es más valiente, segura y fuerte que la dramaturga a la que he abierto la puerta, que es más frágil, aunque al escribir y dirigir alcance cierto estado de plenitud y felicidad.

 Directora y dramaturga, adapta y di-rige “Una novelita lumpen” en El Pavón T. Kamikaze. La hemos visto al frente de “10% de tristeza” de La Intemerata, un proyecto de experimentación colectiva creado por ella y otros artistas, y la vere-mos en La Abadía en mayo con “Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio”.
 

¿De dónde nace su pasión por el teatro?

Creo que siempre ha estado ahí. Mi padre era profesor y recurría habitualmente al teatro con sus alumnos. También mi abuelo paterno era actor aficionado y desde pequeña iba a verlo actuar, me gustaba todo ese rito previo a la función aunque las funciones que representasen me aburriesen.

Creo que lo que me interesaba era la posibilidad de crear realidades paralelas cuando las personas o las cosas de mi alrededor me aburrían o no me aportaban nada mágico. Desde pequeña he ido a ver teatro con mis padres, lo recuerdo como algo constante y me sentía mejor en ese mundo, que en otros mundos. Comencé muy pronto a hacer teatro. Vino antes el trabajo en compañías que la formación como actriz, que fue mi primer trabajo profesional con 18 años.


¿Por qué escribe Rakel Camacho? ¿Qué le lleva a escribir, qué historias le gusta contar?

Generalmente pensamos mucho en los por qués de todo, esto nos hace repensar o cuestionar el mundo y por lo tanto construirlo, y esta es sin duda la labor fundamental de la autoría, pero me resulta extraño dotar de palabras a ese “por qué”. Supongo que quiero comunicarme, supongo que quiero contestar a esas preguntas, me hago preguntas irremediablemente pero no me conformo con las interrogaciones y aspiro a buscar las respuestas, que evidentemente no llegan porque no existen y si lo hicieran mutarían en breve, pero quedarme sólo en la pregunta no me parece excitante, es un posicionamiento filosófico, es buscar la quinta pata al gato, sabiendo que  todo es mentira, pero una mentira que revela la verdad, un juego. Los por qué y todas las respuestas son fugaces, pero venga, voy a contestar la pregunta:

Escribo para comunicarme y compartir la creación de mundos paralelos.

En cuanto a las historias que me gusta escribir… hablaría mejor de los proyectos que me gusta abordar, y en este sentido soy bastante ecléctica. Me gusta hablar de personas que habitan un mundo muy diferente al mío, que tienes otras capacidades, otros contextos, me gusta hablar de lo que para mí es desconocido porque me hace entrar en el misterio. Me atrae lo extracotidiano y lo extraordinario, ya sea abordándolo desde una forma más expresiva o más realista. Me gusta reconstruir las ruinas de un alma humana. Entiendo la experiencia estilística y creativa desde la acción, donde la palabra es un elemento más, pero no el que rige la escena ni el que determina lo que sucede.


¿Qué etapas tiene el proceso desde que se sienta por primera vez ante el papel en blanco hasta que pone el punto y final?

Como la palabra no es la herramienta de mayor poder en mis obras, ese folio en blanco tiene que ver más con las decisiones de las ideas que se quieren transmitir. Comienzo por una fase de documentación, a la que sigue la investigación y experimentación con los actores y el equipo artístico y así ir componiendo la “partitura escénica”, pues así lo llamo yo en lugar de “texto”, y en esa partitura escénica (así lo llamaban ya los directores de inicios del siglo XX próximos a las vanguardias como Reinhardt a raíz de la obra de arte toral de Wagner) , introduzco todo los elementos escénicos que quiero utilizar teniendo muy en cuenta la escena y los estímulos que deseo generar en el espectador.


¿Quiénes son los referentes y cuáles son las claves del teatro de Rakel Camacho?

Mis referentes tienen que ver principalmente con quienes dominan la plástica escénica y apuntan de manera más personal hacia las dramaturgias de la imagen, en las que por supuesto hay texto, pero sobre todo, una serie de ideas que transmitir.

Creo que hay mucha imagen en autores que se consideran “de texto”. Un ejemplo para mí sería alguien de la talla de Pinter, pues todo lo que se oculta puede aflorar a través de la imagen. Lo tengo mucho en cuenta a la hora de crear atmósfera en mis textos, Pinter es un imprescindible.

Tengo como referentes a Romeo Castellucci,  Bergman,  Lynch, La Zaranda,  Pina Bausch,  Buñuel,  Steven Cohen,  Pepping Tom, Oscar Schlemmer, Wilson, los surrealistas, el mismísimo Valle Inclán… así, en plan collage. Me dejo inspirar… (risas).

En cuanto a aquello que define mi propuesta artística, las claves serían la creación de imágenes provocadas por la suma de elementos generadores atmósferas tanto actorales como escénicas, donde el cuerpo, la palabra, el sonido, la luz, el espacio, el vestuario…  evocarán ideas que el espectador recibe con libertad desde su propio imaginario: “Veo lo que sé”.

La extrañeza, el universo de lo onírico o la importancia de los sueños y del inconsciente son aspectos donde focalizo para uno de los objetivos: estimular la mente y el alma del espectador, introduciéndoles en una experiencia que viaja hacia otro lugar no controlado, sin grandes apoyos, donde el grado de conexión con la propuesta va a depender de la vivencia individual de quien la recibe.


¿Cómo se llevan la Rakel Camacho dramaturga y la Rakel Camacho directora? ¿se respetan, se boicotean?

Respeto máximo entre ambas porque el objetivo es el mismo: parir el hecho escénico. Aunque dirigí antes de escribir, obviamente la Rakel dramaturga nación antes. Ya en la Resad me decían algunos profesores que me había equivocado de carrera, que debía haberme formado para dramaturga, y es que siempre hacía una adaptación de las obras que tenía que montar como ejercicios.

Para mí es completamente inseparable la dramaturgia de la dirección, desde el principio van de la mano. Teatro significa ver, y las obras se crean o se escriben para ser presentadas, entiendo que si no, es literatura dramática. Me fascina leer a algunas compañeras y compañeros que tienen otra forma de trabajar, que parten de un texto, pero el teatro nace con el hecho escénico, en un determinado espacio y con un público que mira y habita el encuentro.


Cuando dirige, ¿mejor un texto suyo o no necesariamente?

Considero que disfruto y obtengo buenos resultados en ambos casos. He montado textos dramáticos que no nacen de una creación original y es algo que me apasiona, me formé para ello como directora y no quiero dejar de hacerlo, soy muy mitómana con algunos autores y el placer sería infinito si se me encargase montar a Brecht, por ejemplo. De alguna manera, Una novelita lumpen se acerca más a este sistema en el que se parte del texto, aunque la adaptación es bastante personal y en constante revisión, es muy fiel a la novela de Bolaño.

Entonces no necesariamente deseo dirigir mis textos… La directora que hay en mí es más valiente, segura y fuerte que la dramaturga a la que he abierto la puerta, que es más frágil, aunque al escribir y dirigir alcance cierto estado de plenitud y felicidad.

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