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Entrevista a Ramon Paso por Lo que mama nos ha dejado

Publicado el 01 de Junio de 2018

Entrevista a Ramon Paso por Lo que mama nos ha dejado

Obra: Lo que mamá nos ha dejado

 Mi madre me ha dejado una profesión. Me di cuenta de que quería ser dramaturgo viéndola ensayar

 Cuando eres dramaturgo, guionista y director y por tus venas corre la sangre de Alfonso Paso y Enrique Jardiel Poncela, el humor se te presupone de antemano. Pero Ramón Paso lo ha llevado a un estadio superior: en el Teatro Maravillas triunfa su obra “El reencuentro”, éxito al que precede “Usted tiene ojos de mujer fatal... en la radio”, repuesta este mismo año a petición del público. Ahora, mientras prepara un Shakespeare en clave feminista, “Otelo a juicio”, que se estrenará en septiembre, el madrileño nos invita a disfrutar en el Lara de su última locura, una comedia disfuncional repleta de humor y ternura. 

¿Cómo de orgulloso y/o cansado está Ramón Paso de que a su nombre siempre se le añada eso de “nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Jardiel”?

Yo estoy muy orgulloso. Sobre todo de Jardiel Poncela, que fue un visionario y un adelantado a su tiempo. Es decir, yo empecé a leerle siendo muy niño y me fascinó. Luego, más tarde, comprendí lo bonito de estar emparentado. Y el año pasado, además, tuve una relación preciosa con él a nivel profesional.


Como ellos, usted escribe y dirige. ¿Se siente heredero de ellos en algún aspecto concreto o nada que ver?

Es curioso, porque a Paso no le leí hasta casi los treinta, pero en mi diálogo hay mucho de él. Y de Jardiel heredo o comparto las ganas de que la gente se ría y el respeto por la comedia, que considero, igual que él, el género más difícil.


Para terminar con sus ancestros e introducir su última obra. ¿Qué le ha dejado mamá a Ramón Paso?

Una profesión. Yo me di cuenta de que quería ser dramaturgo viendo a mi madre ensayar Precipitados, con texto de Ernesto Caballero e Ignacio del Moral, bajo la dirección de Jesús Cracio.


“Lo que mamá nos ha dejado” acaba de estrenarse en el Lara. Denos unas pinceladas de la obra, cómo la definiría, a qué nos enfrenta…

Es una comedia que trata sobre lo que las familias deciden no decirse para protegerse, y, cómo esas pequeñas mentiras, crean distancias y malentendidos (en este caso tratados en clave de comedia). Y, lo más importante, qué pasa cuando todos esos secretos salen a la luz. En el caso de esta comedia, todo se soluciona con un tango.


Dicen de ella que es una comedia disfuncional, ¿por qué?

Es una comedia familiar disfuncional. En la comedia y en la vida lo convencional no es interesante. Yo prefiero la excepción. No sé muy bien qué hacer con lo considerado “normal”. No es la familia que te esperas, y no es la comedia que te esperas.


Háblenos brevemente de cada uno de los personajes y sus actores…

César es un adorable idealista que no tiene ni idea de cómo educar a tres hijas, que, encima, son tres locas, muy independientes y fuertes – cada una a su estilo – y no están por la labor de dejarse educar. Respecto a los actores, he tenido mucha suerte, porque tanto Carlos, como Ana, Inés y Ángela, comparten la misma divisa, que es precisión, talento y sentido del humor. Las tres cosas que más valoro en un artista.


Echamos un vistazo por el microscopio y vemos el microcosmos que es la familia de César. Si ampliamos un poco el ángulo de visión, ¿qué nos encontramos? ¿Igual una familia parecida a la nuestra? ¿En qué?

Yo creo que la obra está gustando tanto porque la gente se ve reconocida en algunas partes y en las que no se ven, pues descubren al vecino. Al final, todas las familias tienen los mismos problemas. No ha pasado nada nuevo en dramas familiares desde que Edipo dejase el listón tan alto. Ese tío sí que tenía problemas de verdad.


¿La familia, qué tiene para ser una fuente inagotable para el teatro?

Algo que todos tenemos o queremos tener, que odiamos, que amamos y que podemos comparar con la de los demás. Encima, es un grupo cerrado, y siempre es divertido ver lo que la gente no nos quiere enseñar. Lo interesante no es lo que los anfitriones quieren que veas en sus casas, sino lo que sacan cuando se marchan las visitas.


También la familia está en el germen de “El reencuentro”, en cartel en el Maravillas. ¿Cuántas alegrías le está dando esa otra criatura?

Lo que mamá nos ha dejado es como la hermana pequeña y gamberra de El reencuentro. Y, bueno, El reencuentro es un cúmulo de satisfacciones. Desde Amparo y María, que son maravillosas, hasta Gabriel, que es un genio, pasando por lo bien que nos está tratando el público, todo son alegrías.


Esta temporada el Teatro Fernán Gómez ha repuesto a petición del público “Usted tiene ojos de mujer fatal… en la radio”. ¿Qué tiene el teatro de Ramón Paso que engancha tanto?

Eso fue mérito principal de Jardiel y de los seis actores fantásticos (cuatro de ellos en el reparto de Lo que mamá nos ha dejado) que hicieron posible la función. Mi teatro a veces gusta y a veces, no. Cuando gusta suele ser porque le ponemos mucho trabajo de equipo, mucha independencia y mucha precisión. Cuando no... porque nos preocupamos demasiado de que guste.


¿Cómo ve usted desde su situación el teatro y a los autores actuales?

Complicada. Hay gente muy válida, pero, a veces, vive demasiado lejos de las trincheras. Hay que plantearse que un autor donde realmente se templa es en el sector privado, enfrentado a la taquilla.


Otros proyectos que puedan contarse… ¿En qué más anda Ramón Paso?

Lo más inmediato, Otelo a juicio, que se estrenará en septiembre. Se trata de una versión de la obra de Shakespeare en clave feminista, claro está, ya que es la línea que venimos trabajando en la compañía Ana Azorín, Inés Kerzan y yo mismo, desde 2012, pero con un marcado componente de lucha de clases.

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