Revista teatros

 Yolanda Auyanet debutó con apenas 23 años y desde entonces ha desarrollado una impresionante carrera en los principales teatros europeos. Dicen que la voz de la soprano Maite Alberola es una de las más interesantes y valiosas que ha dado el panorama lírico español en los últimos años. Charlamos con dos pesos pesados de nuestra lírica, dos mujeres que han triunfado en este duro mundo y que ahora vuelven a pisar las tablas de la Zarzuela para dar vida a Luisa Fernanda.

A quien no conozca esta pieza, ¿qué podríamos contarle de “Luisa Fernanda”?

Yolanda: Es una de las piedras angulares de nuestra música, de nuestra zarzuela. Si no la conoce, tiene que conocerla ya (risas). Es una maravilla de obra, es a la zarzuela lo que “La traviata” o “Rigoletto” son a la ópera.

¿Y cómo podríamos definir la música del maestro Moreno Torroba?

La definición que más me gusta a mí para la música de Moreno Torroba es elegancia castiza. Es una música que nos lleva a lo popular, pero siempre con una elegancia y una clase muy especial.

¿Cómo ve a Luisa Fernanda?

Es muy tonta (risas). También es hija de una época, pero es una mujer fuerte, enamorada y que intenta zafarse de ese amor que no siente correspondido cometiendo el error que cometemos muchos: intentando con otro amor olvidar el anterior. Para ella es imposible y al final sucumbe. Es un personaje muy entrañable, una buena chica y eso atrae muchísimo al público.

¿Qué exigencias tiene este papel?

Sobre todo dramáticas, porque Luisa Fernanda no canta demasiado, no está tratada como el personaje principal. Podían haberse esmerado un poco en ese sentido (risas). Queda un poquito desdibujada y hay que ponerle mucho más empeño en dar color a lo que canta y a la parte escénica. Tiene un magnífico monólogo hablado, esa es la mayor exigencia sobre todo para un cantante.

Lo más duro del mundo de la lírica es...

La soledad y el estar siempre a examen y no poder uno relajarse en ningún momento. No puedes tener un momento de debilidad porque enseguida te caen encima (risas).

¿Cómo imaginaban el futuro aquellas chicas que comenzaban? ¿El balance siempre sale positivo?

Debuté con 23 años, muy jovencita, y obviamente lo veía todo de color de rosa, sobre todo después de los primeros éxitos uno dice ‘esto es pan comido, esto ya está’ y luego te das cuenta de que no está, de que tienes que seguir preparándote, estudiando, que no puedes descuidarte en ningún momento, no solo por el píublico, sino también por ti, porque cantar es un entrenamiento prácticamente deportivo y si uno deja un día de entrenar, eso hay que recueperarlo. El balance obviamente es positivo, porque las cosas positivas de este trabajo son muchas, a pesar de la dureza de las que no lo son. Yo estoy muy feliz de llevar ya 28 años de carrera, este año 29. No puedo más que estar agradecida al destino, a los dioses, que me han dado la oportunidad de poder vivir de mi pasión. 

¿Qué significa para ustedes pisar las tablas del Teatro de la Zarzuela?

Fue uno de los primeros teatros que pisé y es un escenario que llevo en mi corazón, en el que me siento como en casa. Para mí, que he hecho la mayor parte de mi carrera fuera, volver a casa y cantar lo que yo siento como mi música es siempre una alegría enorme.

Aparte de en el Teatro de la Zarzuela, ¿dónde más vamos a poder verlas?

Si va todo bien, cuando termine “Luisa Fernanda” me quedo en Madrid porque tengo que cantar en el Teatro Real “Norma”. Voy a estar una larga temporada en Madrid (risas).

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