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Ernesto Caballero

Publicado el 01 de Febrero de 2016

Ernesto Caballero

Obra: Vida de Galileo

 Para Brecht el teatro debía ser un lugar divertido porque nos modifica y nos subvierte

 Comenzó 2015 como ha comenzado 2016, como más le gusta, a los pies de un escenario. Si el año pasado estrenaba en el Teatro María Guerrero “Rinoceronte”, este hace lo propio con este texto del maestro Bertolt Brecht en el Teatro Valle-Inclán. Charlamos con Ernesto Caballero, uno de los grandes nombres del oficio y uno de sus más fervientes enamorados, como lo demuestra desde todas sus vertientes: autor, director, gestor, alma de una compañía, profesor y cabeza visible de ese gigante que es el Centro Dramático Nacional. 

Nos decía el año pasado, cuando estrenaba “Rinoceronte”, que al final es la obra la que te elige a ti, pero que aquel era un texto magnífico de una gran vigencia. ¿Lo es también “Vida de Galileo”?

Evidentemente, por eso lo he elegido esta temporada para presentarlo en el CDN. Es un texto de gran vigencia por el tema o los temas que plantea.


¿A qué Galileo nos dibuja Bertolt Brecht?

Nos dibuja un hombre de ciencia, un humanista, alguien para quien el pensamiento, el razonar, la investigación forma parte de uno de los placeres de la vida, casi un placer sensual. Es un personaje que tiene una fe ilimitada en la razón, en el progreso de la humanidad y es un Galileo que de alguna manera mide mal o peca de un exceso de confianza o de optimismo en este sentido, porque es un pionero y como tal, como los que se adelantan a su tiempo, choca con la incomprensión y el rechazo cuando no la persecución del poder establecido.


Ha dicho que “Vida de Galileo” es una obra que podría titularse perfectamente “La retractación”. ¿Ese es el tema principal?

Todo gira en torno. Bertolt Brecht en esta biografía que hace sobre el científico italiano lo que más le obsesiona por ser un punto de inflexión fue la famosa retractación cuando Galileo tiene que adjurar del resultado de sus investigaciones y tener que proclamar que la Tierra sigue siendo el centro del universo. Esa retractación según Brecht produjo un rechazo considerable no solo en el avance de la ciencia, sino en el avance del progreso social. Y es verdad que todo apunta hacia esa escena, es una de las escenas donde ya se topa con la Inquisición y tiene que retractarse…


Y es ahí donde surgen las preguntas...

Es verdad que a partir de esa retractación surgen preguntas que son las que se plantean en la obra acerca del posibilismo, si es mejor renunciar o hasta dónde se debe renunciar en aras de hacer un bien superior, porque Galileo sigue investigando, sigue escribiendo a pesar de la prohibición, surge la cuestión de los héroes, hasta qué punto las actitudes heroicas son más útiles o es mejor ese posibilismo aunque uno tenga que revocar y faltar a la propia coherencia interna. Todo eso está en la obra de una manera muy evidente.


Brecht habla también de la necesidad de no dar por inamovibles los principios por más inmutables que parezcan.

Eso lo planteó Einstein cuando dijo: “dos y dos son cuatro hasta que no se demuestre lo contrario”. Yo creo que eso es el fundamento del espíritu científico, esa provisionalidad. Las creencias son muy inamovibles porque uno no tiene creencias, uno está en las creencias y frente a eso la actitud científica es la que plantea una provisionalidad, los presupuestos científicos operan hasta que no se demuestre lo contrario, pero siempre la pulsión de cuestionamiento es permanente y es verdad que eso ha caracterizado y caracteriza a nuestra civilización frente a otros planteamientos donde se nos dice que todo ya está escrito y que todo remite a una palabra ya dicha y la ciencia dice que esa palabra se va escribiendo con el devenir del tiempo. Son evidentemente dos posturas totalmente diferentes. Es decir, resumiendo, lo científico es la antítesis de lo dogmático.


¿Seguimos hoy siendo reacios a los grandes cambios o en pleno siglo XXI hemos conseguido hemos aprendido a romper con las creencias?

Esa es la cuestión y esa es una de las razones de la tremenda vigencia de este texto. Este texto nos anima a todos a combatir lo que damos por hecho y a estar alerta y finalmente a hacer uso, igual que se va al gimnasio, ir al gimnasio intelectual que es el pensamiento, que es el de preguntarse por las causas de las cosas y pensar que las cosas que no son inmutables, que pueden cambiar y que no debemos dar nada por sentado. Es verdad que en estos momentos, que son momentos cómodos, de atajos, este discurso choca con algo que está muy generalizado que es casi un pensamiento fast-food, de comida rápida, que viene preelaborado, prefabricado y eso es verdad que es el caldo de cultivo para que se cimenten corrientes o doctrinas o planteamientos dogmáticos o sectarios. Eso es lo que está diciendo Galileo y de lo que nos alerta. Es verdad que Galileo es alguien que se adelanta a su tiempo clarísimamente en sus planteamientos y lo que recibe es rechazo, pero también nos tiene que hacer pensar que ante lo desconocido por lo menos mantener una actitud de prudencia, de perplejidad, no un rechazo vehemente porque al final uno se tiene que retractar.


¿Con qué Bertolt Brecht nos encontramos en este texto?

Brecht siempre se distanciaba y contaba la historia casi con una mirada de entomólogo, de científico, en cambio aquí clarísimamente y además de manera manifiesta se identifica con el personaje. Brecht es Galileo y Galileo es Brecht. Hay frases de la obra que las ha dicho Brecht de sí mismo en ocasiones porque es el científico, es el apasionado, es el hombre sensual, el que disfruta, el que quiere cambiar, el que no da nada por hecho. Hay una identificación tremenda entre ambos. Eso la hace una obra diferente al conjunto de la obra brechtiana porque tiene mucho de la biografía de Galileo pero mucho no sé si de autobiografía, pero desde luego la semblanza que hace del personaje es casi un autorretrato y esto determina mucho las relaciones con los demás personajes. Es una fábula, es un relato, es un cuento que va avanzando a lo largo de los años, es de largo recorrido, que tiene canciones como todas las obras de Brecht y donde también como en muchas de sus otras obras aparece la ironía, el sentido del humor, la retranca porque Brecht tenía un especial empeño y más en obras de este tipo en que nada más lejos de un tocho discursivo, aleccionador, no, en este caso que el propio Galileo se dedica a la docencia y le vemos en esa función, sin embargo todo lo hace de una manera… es un personaje que derrocha sentido del humor, ingenio, diversión y en ese sentido es una obra ambiciosa, muy ambiciosa, porque cuenta treinta años de la vida de un personaje de esta entidad, pero lo hace Brecht con recursos que son propios de su teatro que son el humor, las canciones, el juego teatral, el juego de los actores que hacen muchos personajes. Es realmente divertido, para Brecht el teatro debía ser un lugar fundamentalmente divertido en el sentido más amplio porque nos modifica, porque nos divierte, nos subvierte, cambia nuestra posición con respecto a las cosas y ese es un poco el Brecht con el que nos vamos a encontrar.


¿Y después de todo esto, con qué se va a encontrar el público sobre ese escenario? Háblenos un poquito de su propuesta escénica, de la música…

El público se va a encontrar con un escenario circular, se rompe el escenario a la italiana porque me parece que era muy consecuente, muy coherente con lo que están planteando Brecht. Galileo lo que quería instaurar era un cambio de perspectiva, la forma de vernos a nosotros mismos en el espacio, en el mundo, con Galileo dejamos de ser el centro del universo y somos otra cosa, somos algo más del universo, pero no lo único, no el centro. Ese cambio de perspectiva, que es lo que determina toda la percepción del ser humano en la modernidad, a mí me ha parecido que tenía su correspondencia formal en el escenario circular. Entonces, lo primero es que se va a encontrar es un escenario circular que también remite a estas aulas magnas donde se exponen los experimentos con una disposición en círculos y en gradas, abajo es donde están los seres a observar. Luego, se va a encontrar con una música, que es la de Hanns Eisler, que es de la época, que tiene unos aires muy peculiares porque en un momento puede enlazar por un lado con la música de las vanguardias de los años 30 y 40, Stravinsky, etc., pero también y mucho, sobre todo por cómo la ha tratado nuestro director musical Javier Conde, con el cabaret alemán de los años 30. Y se va a encontrar con un trabajo de actores que están jugando, están presentes todo el rato. Es fundamentalmente un trabajo de actores con muy pocos elementos, solo su capacidad de crear atmósferas, de crear situaciones, de crear coros… Van a sugerir muchísimos lugares, ambientes… También con un vestuario que remitiendo a la época no es un vestuario exactamente de época, sino que es un vestuario que tiende un puente entre el Renacimiento italiano y lo que es unas referencias muy estilizadas al mundo de hoy. Se van a encontrar una iluminación donde se van a conjugar también unas proyecciones muy concretas sobre el mundo, el cosmos, el universo sobre la propia superficie del escenario. El público va a ver cómo ese círculo sobre el que se desarrolla la acción se transforma mediante diversos recursos escénicos. Se va a encontrar con catorce actores comprometidos con esta historia y de una manera muy poética porque los actores, además de los personajes, van a hacer muchas otras cosas que van a generar esa poesía escénica.


¿En qué ha cambiado el CDN que usted se encontró en 2012 con respecto al que existe hoy?

El CDN es una institución pública fundamental en el panorama cultural porque desde este lugar se pueden hacer cosas que si no no se podrían hacer, como puede ser esta obra que presentamos o muchos nuevos autores que hay darles el espaldarazo para que se puedan abrir camino en el espacio profesional.

No me gusta comparar lo que se hacía antes o lo que se hace ahora, yo te puedo decir lo que he hecho yo. Hemos incrementado la actividad clarísimamente, hemos abierto los lunes, hemos creado muchas actividades de mediación, como son Los lunes con voz, encuentros con el público, un laboratorio de profesionales donde se dan master class, talleres…, hemos incrementado muchísimo el número de estrenos de autores nuevos, de hecho hay toda una camada de autores nuevos de todos estos que llaman emergentes que están pasando por el CDN y en ese sentido hemos creado algo muy importante, yo estoy especialmente orgulloso del Festival Una mirada diferente, ya llevamos cuatro ediciones, se supone que es el teatro de todos y había colectivos que eran invisibles y no tenían acceso, como es el del mundo de la discapacidad. Tenemos la presencia internacional con Una mirada al mundo, donde nos están visitando las mejores compañías del mundo. Los objetivos se van cumpliendo y vamos cumpliendo el proyecto cultural que yo presenté en su momento para ser elegido director de la casa.


¿Qué le gustaría hacer que aún no ha conseguido en esta casa?

Si me preguntas qué echo en falta o qué queda por hacer. En lo artístico todavía quedan muchos creadores de referencia que a mí me gustaría y que deben pasar a formar parte del proyecto y sí creo que para lograrlo todavía se debe avanzar mucho en convertir esta institución realmente en una casa de creación, en una casa de teatro y en ese sentido hay todavía alguna que otra dificultad administrativa que debería ser solventada.

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