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Ignacio García

Publicado el 01 de Abril de 2014

Ignacio García

Obra: Black el payaso / I Pagliacci

Intento que los espectadores vean una partitura viva hecha carne y emociones

 Dice que recuerda eso de dirigir y contar historias como una necesidad natural y confiesa que aún siente excitación y vértigo a partes iguales. En su trayectoria ha dejado su buen hacer en títulos como “Flor de Otoño”, “En el oscuro corazón del bosque” o “Don Giovanni”, entre otros, pero barruntaba esta idea desde hacía ocho años, desde que dirigió “Black el payaso” en el Español. Ahora, con un sinfín de proyectos a la vista a caballo entre España, Europa y Latinoamérica, por fin estrena este ambicioso programa doble.

¿Qué le atrajo a Ignacio García de este proyecto?

La verdad es que es un proyecto que barruntaba desde hace 8 años, que tuve la oportunidad de montar Black el payaso en el Teatro Español. Ya desde entonces me planteaba la posibilidad de unir dos obras con una reflexión común sobre la identidad, y sobre las diferencias y similitudes entre la ficción teatral y la realidad de la vida.

 


Si le digo “Black el payaso”...

Es una operetta maravillosa que encierra una delirante pregunta: ¿puede un payaso acabar convirtiéndose en un buen rey si las circunstancias y el azar le colocan en ese lugar? La pregunta tenía su miga en la posguerra española en la que se estrenó. A partir de ahí asistimos a un viaje a los abismos de la identidad.


 

¿Con qué Pablo Sorozábal nos encontramos en esta pieza?

Es un enorme compositor por el que yo siento una admiración infinita, pues transitó con enorme éxito desde el género popular al verismo terrible. Aquí vuela a un mundo de nostalgia y de emoción.


 

¿A qué nos enfrenta “I pagliacci”?

A la miseria de la vida trashumante de los titiriteros por caminos perdidos. A su decepción de la vida y su desengaño, a los celos y las pasiones en el fango, que acaban confundiendo el teatro mágico de una pantomima con la cruda realidad de un asesinato.


Háblenos de Leoncavallo.

Es un espléndido compositor y libretista italiano, uno de los precursores del veris-mo, una estética de la ópera que pretende enseñarnos la vida en el escenario tal y como es, alejándose de las convenciones y rigideces teatrales del drama romántico.


 

¿Qué destacaría de este montaje?

Algunos se han empeñado en enfrentar la zarzuela y la ópera. Con este montaje se homenajea a ambas y a quienes viven en la frontera delicada entre la vida y el teatro.


Tanto una como otra pieza han sido interpretadas a lo largo de los años por grandes voces. ¿Qué exigen ambas obras a los intérpretes y qué les exige Ignacio García?

Creo que tenemos la suerte de contar también en esta producción del Teatro de la Zarzuela con un espléndido reparto de voces y actores españoles que recorren el mundo con su talento. A todos ellos tanto las obras como yo mismo les exigimos verdad y honestidad escénica. Ser quienes son y entender las emociones que cuentan.


¿Con qué parte se queda Ignacio García de cada una de estas piezas?

Creo que juntas componen un hermosísimo fresco sobre la condición de los artistas que deben sonreír ante el público para divertirlo, tanto los días de éxito como los de dolor y tristeza. Black es la luz de la operetta con momentos sombríos, y Pagliacci es la sombra oscura con momentos de luminosidad.


Cuéntenos algún secreto de la escenografía…

En Black tenemos un circo hermoso y sencillo en el que las cosas aparecen y desaparecen mágicamente sin dejar claro qué pertenece a la realidad de la corte y qué al propio circo. Pagliacci es un carromato de feria que recorre los pueblos. Una es centroeuropea y luminosa y la otra es el sur humilde, vivido y polvoriento.


 

¿De dónde surge su pasión por la ópera y la zarzuela?

Del gusto por la música, por las voces y por las historias que cuenta el teatro lírico. Desde siempre, al escuchar una obra que me fascina musicalmente, he necesitado visualizar esa música y eso es lo que hago: intentar que los espectadores vean una partitura viva hecha carne y emociones.


Ha compaginado su labor como director de escena con la pedagogía sobre el teatro, la zarzuela y la ópera e imparte cursos, seminarios y máster en diferentes países. ¿Cómo ve alguien con esa perspectiva el lugar que ocupa la zarzuela frente a la ópera en nuestro país?

Creo que la zarzuela es un patrimonio esencial de nuestra cultura. Somos lo que ha sido nuestra zarzuela a lo largo de los siglos. Me enorgullece que sea un género que brota ya desde sus orígenes de la música popular, de nuestro folclore y nuestras danzas. En mis cursos trato de transmitir ese saber popular y su verdad, y a veces lamento que en España no se valore el género, precisamente por ser del pueblo.


 

¿Cómo acoge el mundo nuestro género lírico?

De maravilla. He tenido el orgullo de hacer nuestra música en media Europa y Latinoamérica y es muy emocionante ver cómo les arrebata un bolero, un fandango o una habanera.


 

¿Cuál es su máxima en el trabajo?

La honestidad con quién es uno. Intento entender qué música tengo entre manos, cómo quería emocionar el compositor, qué virtudes tiene el intérprete y cómo puede contar esa historia sin olvidar la necesidad de que el teatro entretenga.


 

¿Un título pendiente? ¿Con quién?

Querría que la zarzuela sea un repertorio natural para mí, como hasta ahora. En la lírica tengo predilección por el belcanto y el siglo XIX italiano, en especial por Verdi. En el teatro me atrae el repertorio del siglo XX y los grandes textos de Shakespeare y Calderón. Con los intérpretes no tengo obsesiones, quiero talento y compromiso.


Si echa la vista atrás, ¿qué recuerda de su primer trabajo como director?

Supongo que sentiría vértigo… Todo nació como una vocación adolescente, y desde entonces recuerdo dirigir y contar historias como una necesidad natural. Luego aprendí la técnica en la RESAD y con muchos directores con los que tuve la suerte de trabajar. Pero creo que la sensación sigue siendo la misma de excitación y vértigo a partes iguales. Es como un enorme y complicado juego de ilusión que uno imagina, y se hace realidad.


Aparte de este ambicioso programa doble, ¿qué otros proyectos tiene Ignacio García?

Tengo la enorme suerte de tener magníficos proyectos a la vista, en España, Europa y Latinoamérica. Varias producciones de zarzuela, Marina, y este doble programa se podrán ver en otros lugares. También haré una ópera de Verdi, mi quinta producción de este autor, además de volver a Britten y debutar a Wagner. En teatro, haré una obra de Darío Fo en México, un Ionesco y un Calderón poco común en España, y la versión de León Felipe del Macbeth de Shakespeare entre ambos países.

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