Publicado el 31 de Diciembre de 2017
Isabel Ordaz
Obra: Las mujeres de la escena: actriz en He nacido para verte sonreír
Ese “masculinismo” trasnochado impone que el resultado sea la visión unilateral de alguien que ostenta el mando. No es una cuestión de hombres y mujeres, sino de actitudes de clase
El teatro para mí es un sueño que se abre, que se hace carne, un pacto voluntario entre los que actúan en el escenario y los que vienen al teatro, el público, ambos pactan para contar y escuchar mentiras y a pesar de ello o precisamente por esto acercarse a una mayor verdad. Este ámbito donde se rebusca esta verdad a través de la no verdad, donde se persigue la revelación a través de la ficción, donde se hostiga a la justicia poética, el territorio de la creación, debería ser un ejemplo de igualdad, de individualidades que suman y cooperan. Sin embargo en este ámbito de creatividad que debiera ser dúctil, cimbreante, dulce, se ejerce el poder, un poder entendido no como autoridad sino como fuerza.
Ese “masculinismo” trasnochado, necesitado aun de jerarquía y tutelaje, impone que el resultado no sea parte de un proceso sino la visión unilateral de alguien que ostenta el mando. Ya no es una cuestión de hombres y mujeres sino de actitudes de clase, de linaje. Desde luego que ahí están las estadísticas de género, las “glass ceilling barriers”, el “techo de cristal” del encubierto obstáculo, los datos son claros, pero qué sucede con los pequeños signos que revelan la responsabilidad de las propias instituciones y de los que las dirigen, el ejercicio de unas directrices por las cuales los intérpretes no aparecen en la cartelería de los teatros públicos. ¿Es eso machismo? ¿Solo? ¿O es altanería y desdén por un colectivo que es en definitiva el responsable último de ser vehículo de expresión, verdadera correa de trasmisión para difundir cultura?
A esos intérpretes, actrices y actores que todo lo dan de sí, se les esconde, se condenan sus nombres al anonimato. ¿Por qué el poder tiene tanto miedo a los nombres? ¿No habría que reflexionar sobre esto? ¿No habría que empezar a subsanar esta no tan pequeña anomalía?