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Juan Carlos Pérez de la Fuente

Publicado el 30 de Abril de 2015

Juan Carlos Pérez de la Fuente

Obra: Pingüinas

 La verdadera revolución femenina empezó con las ‘Cervantas’

 “España es un país viejísimo y aunque esté deshecho y no sepamos ni quiénes somos, en arte y en cultura no nos da lecciones nadie”. Sin vida privada y casi sin voz, pero totalmente ilusionado y convencido de que tiene que dejarse la piel para que el Teatro Español siga siendo un faro, Juan Carlos Pérez de la Fuente no ha podido evitar coger el altavoz y meterse en la sala de ensayos. El que fuera director del CDN durante ocho años lleva apenas nueves meses al frente del otro coloso de los escenarios madrileños, pero está dispuesto a dejar su impronta a través de este loco homenaje a Cervantes que le encargó a Fernando Arrabal.

Pingüinos son un grupo de moteros de Valladolid, pero ¿quiénes son las ‘Pingüinas’, qué hay detrás de ellas?

Las ‘Cervantas’, las ‘Quijotas’, familia, hermanas, hija, sobrina, esposa, abuela, las mujeres que acompañaron a Cervantes en esta aventura de la vida trasladadas al siglo XXI.


¿Por qué Arrabal para escribir este homenaje a Cervantes?

Fue un encargo personal mío porque entiendo que unir el universo de Cervantes y el universo de Arrabal, conociendo como conozco mucho a los dos, era una buena simbiosis. Arrabal tenía ganas de adentrarse por este universo y montar este texto que creo que va a quedar como su gran texto.


Usted que lo conoce bien, ¿a qué Arrabal ha encontrado en “Pingüinas”?

Al de siempre. Está hablando de España, de nuestra forma de ser y de dos conceptos muy básicos: la libertad y el amor. Es un texto ambicioso, no solamente es un homenaje al Quijote, que es el alma de la obra, sino que está todo Cervantes. Nadie ha dejado de ser nadie y eso es muy honrado: Arrabal es Arrabal y Cervantes es Cervantes. Se han imbricado, se han encontrado, se han amado y han vomitado.


¿Y cómo son, en general, las mujeres de Cervantes?

Estas mujeres nuestras son rompedoras, contradictorias, locas, a veces místicas, pu-tas… Es necesario saber que estas ‘pingüinas’ no son un invento de Arrabal. Él ha hecho un texto, juega con ellas y las llama ‘pingüinas’, pero las ‘Cervantas’ existieron, fueron unas mujeres de armas tomar, inteligentes, dieron muchísimo que hablar, sacaron el dinero a los hombres cuando les dio la gana, en una España de analfabetos sabían leer y escribir, eran bellísimas. La verdadera revolución femenina empezó con las ‘Cervantas’.


Más de mil candidatas se presentaron al casting de “Pingüinas”. ¿Qué se requería para ser, esta vez, una chica Cervantes?

Montar en moto o, al menos, no tener miedo a la moto. Yo era un patán con la moto (risas). Saber un poquito de bailar, ser joven, muy joven algunas veces. La abuela tiene dieciocho años. Y tener una preparación… Era muy difícil. Las escuelas de teatro lo que nos han enseñado para adentrarse en este universo no es suficiente. El teatro psicologista, que es el que de verdad sigue triunfando, donde lo psicológico es el rasgo principal, a la hora de adentrarse por este universo es poco, hace falta un compromiso con todo tu ser, con lo físico, yo creo que pocas veces tenemos la oportunidad de jugar con todas nuestras emociones. De hecho, nuestras emociones imbricadas en lo físico. Yo les empecé en los primeros trabajos de mesa diciendo todo lo que aquí hablemos no será más que intelectualidad sobre esta escenificación, aquella parte que no vamos a encontrar es cuando de repente nuestro ser buscando a través de todo, de la danza, buscando a Miho, a la libertad, a Dios, ahí aparece algo donde te das cuenta de que el ser humano no solamente es esa parte que llamamos racionalidad, esa es quizás la peor, el ser humano tiene que buscarse a sí mismo a través de todo nuestro ser. Y ahí aparecen todas las culturas orientales, San Agustín y no es casual que la obra acabe con una gran danza derviche.


¿Cree que hay algún Cervantes hoy entre nuestros autores actuales?

Me gustaría decir que sí. Cervantes es una antorcha gigante en el universo español y del mundo. Tenemos grandes autores, el siglo XX español dramatúrgicamente hablando es riquísimo, Valle, Lorca, Buero, Arrabal, y en mi vuelta al teatro público me ha sorprendido encontrarme gran cantidad de jóvenes que están escribiendo muy bien, pero ser Cervantes son palabras mayores.


Casi nueve meses al frente del Teatro Español y no ha podido resistirse a dirigir.

Hubo un momento en el que pensé que quizás no debería dirigirla por la cantidad de obras que hay que echar en esa parte administrativa, pero me hicieron ver que soy director artístico y que de alguna manera cuando levantemos el telón estaremos marcando una forma de entender el teatro. No sé dirigir sin un compromiso de totalidad. Y así estoy, encerrado, pasándolo muchas veces muy mal y otras muy bien, pero mirando de frente cada uno de los conflictos que te plantea la obra y las soluciones que tienes que dar.

Dentro de dos semanas en Buenos Aires se empieza a ensayar “El arquitecto y el emperador de Asiria”, una coproducción donde los actores son españoles y la directora es argentina. En el 16 yo me marcho a Buenos aires a hacer “La Numancia”, yo creo que para eso vine y quiero que nuestra cultura… Yo creo que los políticos ahí se equivocan, dices nuestro futuro pasa por nuestra cultura, no me cabe la menor duda, y tenemos tanto que enseñar. El mismo orgullo que sentimos por nuestro Museo del Prado tenemos que sentirlo por nuestros textos y el teatro es desprenderse la palabra y dar ese hostión que pega desde el escenario a la sociedad de ahora mismo. Así que yo lo que creo que nos hace falta es creer más en nosotros, de verdad. 


¿Cómo es el Teatro Español que sueña Juan Carlos Pérez de la Fuente?

No me digas que no es hermoso saber que en los teatros del Ayuntamiento se está haciendo a Arrabal y a Cervantes, a Max Aub, a Lope, a Paco Bezerra. Creo que el teatro público soñado es aquel que soñaba Lorca, donde conviven todos los géneros. Nos tenemos que volver un poquito exigentes y no olvidarnos de los nuestros. Nuestro futuro pasa por nuestra cultura ¡y tenemos tanto que enseñar! Nos hace falta creer más en nosotros.


¿Y qué es lo más complicado?

Cómo imbricas que la parte administrativa esté igualmente ilusionada y eso se va consiguiendo. Para eso hace falta que el director tenga muchos grados de locura y que te conviertas en un utópico. 

Eso que parece áspero que son las finanzas, los dineros, esa gente y a esas personas tú las puedes ilusionar y tienes la obligación de ilusionarlas. Han sido ocho años de mi vida al frente del CDN y siempre me ha dado miedo esos conceptos de los funcionarios, de la gente que se aburre, yo te puedo decir que para mí lo más hermoso en estos nueve meses es ver que la gente con la que hago teatro, que es con todos los técnicos, con los administrativos de Madrid Destino…, con todos, les ilusiono y no doy por perdido ni lo aún perdido (risas). La labor quijotesca que tiene que hacer un director al frente de esta casa es tremenda porque son muchos teatros, porque ahora la economía está mal, porque hay que buscar dinero debajo de las piedras… pero para eso hemos venido. Yo creo que el día que yo pierda esa ilusión, el día que tenga algo de vida privada, que ahora no la tengo, ese día me tendré que marchar porque yo creo que los años que esté tengo que dejarme la vida para que esto siga siendo un faro. Ahora mismo con “Pingüinas”, para mí es una satisfacción saber que hay expectación. Suceden tantas cosas en Madrid, tantas, que hacerte un hueco desde la honradez artística a veces es complejo.


Ha dicho en una entrevista: “Posiblemente no seamos potencias en muchos aspectos, pero a nivel cultural no nos tose nadie. ¿Lo sigue pensando?

Sin dudarlo y yo les invitaría a nuestros políticos, a todos, que vayan más al teatro. No voy a hablar del IVA porque ya lo he dicho todo, pero a nuestra clase política que tanto gusta de usar la palabra y a veces los conceptos del teatro los malentendemos y pensamos que lo teatral es lo falso, que en el teatro buscamos la esencia de la verdad, que la palabra es hermosa y ahí es donde les digo que vengan y que crean más en la cultura. España es un país viejísimo, aunque esté deshecho y todavía no sepamos ni quiénes somos, tenemos unos siglos maravillosos y en arte y en cultura no nos da lecciones nadie, nadie. La economía es importante? Claro, muchísimo, porque tenemos que comer todos los meses y pagar las facturas, pero tenemos que creer. Yo no estoy en contra, algunos compañeros míos sí, no de la comercialización del arte, ni muchísimo menos, sino que ojalá que un buen teatro la gente viniese a verlo desde Londres y si eso se llama turismo, pues creo en ello, sí.

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