Revista teatros

Se dio a conocer con sólo 14 años interpretando a Javi en la mítica “Verano azul”. Desde entonces la de Juanjo Artero ha sido una carrera de fondo en la que ha hecho de todo: TV –“El Comisario”, “El Barco”–, cine –“No Habrá Paz Para Los Malvados”– y teatro –“El hijo de la novia”–.

Si les digo “La velocidad del otoño”, ¿qué es lo primero que se les viene a la cabeza?

Es la obra de teatro en la que estoy inmerso. Muchos sentimientos y una función de teatro bonita.

¿Qué tiene de especial esta obra, a qué nos enfrenta, qué destacarían?

Destacaría muchas cosas, pero sobre todo la temática de la que estamos hablando y el contexto en el que está. Parece que te van a engañar con una comedia, que lo es y muy ácida por momentos, y de repente saca toda la poesía… Habla de muchos temas, pero uno de los principales es la historia de una mujer mayor a una edad que quiere elegir y su decisión es que quiere vivir los últimos años de su vida en su casa. Tiene tres hijos que quieren que haga otra cosa, que vaya a una residencia y venda la casa. Y mi personaje es el del hijo que viene, que lleva veinte años sin aparecer. Ha estado en el extranjero trabajando y por cosas de la vida, no por un conflicto grande con su madre ni nada, ha estado veinte años sin aparecer y de pronto aparece. Y como la madre está con una botella, con un cóctel molotov en una mano y un mechero en otra y rodeada todo el salón y las puertas con cócteles molotov es una situación muy cómica pero muy trágica para la mujer, que está luchando contra la policía, contra sus hijos y contra todo el mundo, y empieza la función cuando entra el hijo por la ventana…

Háblenos de su personajes… 

Cris es un hijo que es igual que la madre, se ve durante la función que son seres muy parecidos, almas gemelas. Es el hijo pródigo que vuelve a casa para intentar arreglar algo. Tiene detrás también su carga de la vida, lo que le ha pasado y necesita también de su madre después de tanto tiempo. Y la madre de él. Viene influenciado por lo que le han contado los hermanos, piensa que la madre está mal de la cabeza. Y ahí se va a descubriendo a Cris y a Alejandra y la relación que existe y que se tiene que retomar…

Nos decía Magüi que Cris está también un poco buscando su lugar en el mundo, que se siente un “perdedor” y que este encuentro con su madre es una especie de choque de trenes. Lo que se pueda contar… ¿Cómo cambia esta jornada la vida de estos personajes, cómo son antes y después de este choque de trenes que dice Magüi Mira es la función?

Yo creo que Cris ha vivido la vida que ha querido llevar de alguna manera, pero sí tiene un trauma de no haber tomado una decisión en un momento dado, o de haberse bloqueado y haberse quedado en el bloqueo. Sin desvelar el máximo de la obra, no te lo voy a contar, todo cambia. A veces hablar con alguien, y alguien tan importante como una madre y con una madre con la que te has entendido siempre, te puede ayudar. Le va mejor después, consigue lo que no había conseguido (risas).

Imagino que es inevitable ponerse en la piel de Alejandra. ¿Actuarían igual si sus familiares quisieran quitarles de en medio llegados a cierta edad?

Si no me apeteciera… No sé, depende de cómo esté o qué necesite. Hay veces que uno está mejor. Sólo si puedo espero que me dejen elegir. Y si no con mi genio me liaría a gritar a todo el mundo (risas).

No sé si moraleja, pero detrás de esta historia hay un mensaje, una reflexión con la que irnos a casa…

Sí, muchos, sobre los mayores, sobre el derecho a elegir de la gente mayor, básicametne. Y luego sobre la relación de las personas, sobre la familia, el pasado, el futuro… El arte también. Y hay momentos muy bellos, con mucha poesía. Lo más bonito de la función es su poesía, todo el mundo tiene familia, madre, padre, abuelos y a medida que avanza el tiempo hay cosas que se hacen más sólidas. La mayoría de la gente después de verla nos dice ‘voy a llamar a mi madre’ (risas).

En 2007 compartieron escenario en la obra “Seis clases de baile en seis semanas” con la que estuvieron tres años de gira. ¿Qué recuerdan de aquellos días, qué es lo más bonito que ha quedado?

Jo, imagínate… fueron tres años, muchas representaciones y hubo momentos mágicos. Lo más mágico fue torear ese toro, estábamos los dos ahí, entre el baile, los dos solos en el escenario… (risas). Muy bonito fue el día del estreno, no saber qué iba a pasar, todo el miedo que teníamos, la precaución a de repente ser un éxito. Fue una obra que estuvimos tres años con ella y funcionó mucho. Fue una gozada de obra.

¿Cómo es trabajar con Magüi Mira?

Como es actriz entiende muy bien el trabajo del actor, te deja y te sugiere y te enriquece con las cosas que te dice. Y tiene un sentido de la estética como escenógrafa que va unido a la dirección y trabajar con imágenes que te hacen ver el camino más claro.

Para acabar, tres palabras para definir a su compañero de escena…

Tener enfrente a Lola Herrera es tener enfrente a la mejor aliada, tener una profesional delante, un modelo como un pino. Nos entendemos muy bien, pero es tener un pedazo de actriz que te lo va a poner más fácil en escena y más con el entendimiento que nos tenemos y, sobre todo, también tener enfrente a una amiga. Nos tenemos mucho cariño. Eso es muy importante.