Revista teatros

 Juego, generosidad, sabiduría y un grandísimo amor y espíritu de servicio hacia el público. Con estos preceptos inculcados por su predecesor a la dirección, Fabià Puigserver, Lluís Homar coge el relevo con la misma ilusión de aquél jovencísimo actor que protagonizó estas bodas en 1989. Aplaudido por la crítica y el público catalán, charlamos con el nuevo encomendado para mover los hilos de esta fiesta.

¿Cómo define “Las bodas...” y qué elementos la hacen irresistible?

¡Para mí es una obra maestra! Y hay una cosa que le da una singularidad única: es el mejor texto de toda la historia del teatro que aúna el sentido divertido de la comedia y el contenido, con unas reflexiones que te dejan clavado en la butaca. Es un texto increíble de Beaumarchais que, por un lado, denuncia el abuso político y social de una clase por encima de la otra o del hombre sobre la mujer y, al mismo tiempo, este señor, que era hijo de relojero, demuestra un sentido de la precisión que no se puede creer cómo consigue armar cuatro o cinco intrigas y cómo se modifican. ¡Es casi perfecto! Era capaz de reconocer los recovecos del alma humana y, además, reflejarlo en un escenario.

¿Cómo fue el encuadre histórico de esta pieza?

La obra está escrita cuatro años antes de la Revolución Francesa y el mismo Danton dijo que el primer revolucionario había sido Fígaro en un escenario enfrentándose al Conde de Almaviva. Cuando Luis XVI leyó la obra, dijo: “¡esta obra no se va a representar nunca, tendría que caer antes la bastilla para ser representada!” (risas). Cayó la bastilla y la obra se representó. La leyenda cuenta que el padre de Beaumarchais se murió de un ataque de risa cuando su hijo le leyó la obra. Yo siempre añado que el padre debía de estar un poco complicado de salud también (risas).

Usted ha pasado de protagonizar el montaje en 1989 a dirigirlo en 2016. ¿Qué principales diferencias van a notar los espectadores que disfrutaron de la pieza en su día y van a repetir experiencia ahora?

Para mí lo importante es que la compañía que lo hace ahora ya no tiene pasado. Esta obra son ellos, por su estado de conexión con los personajes y, sobre todo, porque el material, como la tierra, pertenece al que la trabaja. Están inconmensurables.

Su objetivo como director ha sido…

Intentar acercar al máximo lo que el señor Beaumarchais imaginó para hacer yo un instrumento de la mano de los actores, con el fin de que la obra llegue de la mejor manera al espectador de hoy. Es un espíritu de servicio. Me gusta cada vez más sentirme útil, que mi trabajo sirva. Obviamente, hay un precursor llamado Fabià Puigserver que era un enamorado de este texto y ya había hecho la escenografía maravillosa. Yo tomo ese testigo con la conciencia de imaginar que eso que se hizo para el año 89 se ha hecho para ahora.

¿Quién tiene la ‘culpa’ de este nuevo éxito?

Los que hacen vivo y fresco el espectáculo son los actores, esas personas que se implican con sus compañeros y que lo viven con esa idea de que el teatro es la suma de energías y que el talento final es el trozo que pone cada uno a una cosa global. Son actores generosos, inteligentes, valientes. Pero no me cansaré de decirlo: el protagonista se llama Beaumarchais.

¿Cómo ha funcionado la pieza en el Lliure y cuál ha sido el feedback que le ha llegado de los espectadores?

¡Estupendo! Además, ahora que tenemos la oportunidad de ver en las redes sociales las reflexiones y los comentarios que salen por parte de los compañeros, sé que todos esos valores que vemos en la obra y en la compañía han llegado, que se ha montado la nata.