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Lluís Pasqual

Publicado el 31 de Enero de 2017

Lluís Pasqual

Obra: In memoriam. La quinta del biberón

 Todos nos sentimos orgullosos de dar voz a unos antepasados que nunca la tuvieron

 No iba desencaminada aquella afirmación de que Lluís Pasqual es una escuela de teatro concentrada en una sola persona. Nombre propio de nuestra escena, es prácticamente imposible hacer recuento de trabajos y premios. Riguroso, valiente y siempre preciso, víscera pura, corazón, el que fuera y es director del Lliure de Barcelona celebra en Madrid el 40º aniversario de su teatro con un emotivo homenaje a unos chicos que eran tan jóvenes que aún tomaban el biberón.
 

Libros de historia, testimonios, los llevó a recorrer el frente del Ebro y hasta les rapó a todos al cero. Ha dicho que ni siquiera sabían quién era la Pasionaria, pero sus chicos se han licenciado con éxito. ¿Orgulloso? ¿Tan duro fue el proceso?

Yo pienso que todos nos sentimos orgullosos de haber dado voz a unos antepasados que nunca la tuvieron. Al principio la dificultad, después de tanto cine bélico, es que unos chavales que hoy tienen poco más de veinte años empaticen con historias de la guerra civil española, para ellos tan lejana, pero una vez empezado ese viaje fue apasionadamente imparable para todos.


Los chicos de La Kompanyia Lliure debutaban en octubre recordando a la quinta del biberón. ¿Quiénes fueron y de dónde surge la necesidad de rendirles este tributo?

Los muchachos que formaron parte de la llamada "Quinta del biberón" fueron llamados a filas en 1938 para incorporarlos al frente del Ebro defendido por el Ejército Republicano. Ninguno de ellos había cumplido los dieciocho años, mínima edad requerida legalmente para ser llamado a filas. Sin ninguna instrucción militar y en un ejército más miliciano que profesional y con pocos medios, la mayoría (no se sabe a ciencia cierta el número pero se calculan cerca de setenta mil)  murió en la sangrienta Batalla del Ebro. Sobre ellos cayó el más absoluto silencio. El trauma y el miedo eran tan grandes que nadie se atrevía a hablar. Muerto Franco, lo que los supervivientes no habían conseguido contar a sus hijos, lo hicieron con sus nietos. Y así han llegado hasta nosotros desde testimonios vivos hasta diarios dictados en su mayoría a los descendientes de quienes fueron sus protagonistas. 


Usted ha hablado con algunos de aquellos supervivientes y, si no me equivoco, su propio tío falleció en el frente. ¿Cómo son aquellos recuerdos, cómo son hoy aquellos supervivientes, qué le han contado que le haya atravesado?

Efectivamente mi tío Luis fue un "biberón" "desaparecido en combate" en la campaña del Ebro. Pero yo eso no lo supe y a medias hasta los nueve años. En mi casa ese tema no existía. Todos los supervivientes tienen un relato parecido. Después de superar la dificultad `para verbalizar lo que vivieron, todos coinciden en que nunca serán capaces de describir las proporciones de horror que les toco vivir ni el absurdo de la situación a la que les llevaron.  Y todos guardan un profundo agradecimiento a la amistad de sus compañeros vivos o muertos.


Y con todos esos testimonios usted ha creado “In memoriam. La quinta del biberón”. Háblenos un poquito del montaje, de la puesta en escena, de su acento y de su mano…

En realidad lo que he pretendido es producir en el público  la misma emoción que yo sentía cuando alguno de los supervivientes me contaba lo que había vivido. Y me pareció que igual que existe el cine documental, también podía hacer un documental en teatro utilizando la forma de homenaje que se utiliza en una ceremonia civil. Hay una sola escena teatralizada. El resto está contado. Emotivamente, pero contado. La música es un elemento también fundamental. Monteverdi y Purcell escriben la música más noble que yo podía imaginar para ofrecérsela a esos chavales que perdieron su vida cuando estaba empezando. 


¿En qué llaga mete el dedo este montaje, qué quería transmitir con él Lluís Pasqual, a qué nos enfrenta a los espectadores de 2017? 

Yo pienso que aclara ciertas actitudes sectarias sobre una parte de nuestra guerra civil. Y demuestra una vez más -siempre conviene-  que la guerra la hacen unos pero la sufren siempre otros. Las que las hacen ganan o pierden poder y dinero. Los que la sufren pierden la vida o como mínimo la dignidad humana. 


Ha dicho la crítica que “In memoriam” resulta probablemente el mejor acercamiento que se ha hecho desde el teatro a la Guerra Civil. ¿Este montaje es sobre todo un ejercicio de memoria, un ‘no olvidar el pasado, sino seguir adelante con él presente’?

Es útil repetir cada día que nunca sabremos quienes somos y por lo tanto a donde queremos o soñamos ir sino sabemos de dónde, de que miedos y de que esperanzas, venimos. 


Hablábamos al principio de sus chicos, de sus reclutas del Lliure. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos? ¿Tenemos el futuro bien asegurado?

Para todo el equipo ha sido un recorrido difícil pero lleno de satisfacciones que van más allá del ámbito teatral. Es  de esos momentos en que, a través del teatro, uno se siente útil. Ese es el encuentro que se produce todos los días con el público gracias a la sensibilidad y a la generosidad de los intérpretes, que es mucha. Pertenecen a una generación indudablemente mejor formada que la nuestra. Se trata de darles espacio para que hagan oír su voz.


A finales de 2016 han celebrado el 40º aniversario del Teatre Lliure que usted vio nacer junto a Fabià Puigserver y Pere Planella. Imagino que habrán sido muchos los obstáculos y muchas las satisfacciones… ¿Desde este 2017, qué ve cuando mira hacia atrás y hacia delante?

Si pienso en estos cuarenta años, me emocionan los miles de sueños que desde el Lliure han llegado a miles y miles de espectadores. Pienso en los muchos artistas que ya no están y me alegran los nuevos que van llegando.  Como Teatro Público tengo una buena sensación.  Hemos llegado hasta aquí y hemos construido dos magníficas salas y conservado, fresco y vivo, eso que llaman el "espíritu del Lliure", una manera artesana de relacionarse con el espectador, mirándole a los ojos. 

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