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Nacho Sánchez

Publicado el 31 de Mayo de 2017

Nacho Sánchez

Obra: Iván y los perros

 En el teatro busco aprender, conocer, crecer. Es la mejor forma de enfrentarse a una realidad que no entiendes

 Los que descubrimos a Nacho Sánchez en “La piedra oscura” –le valió el Max a mejor actor revelación– difícilmente podremos olvidar aquellos ojos que se abrían y lo iluminaban todo... “Iván y los perros” ocurrió. Fue una historia real. La historia de Iván Mishukov, que con sólo cuatro años tuvo que escapar de un padrastro que lo maltrataba y de una madre alcohólica incapaz de defenderlo. Y se echó a la dura calle del primer Moscú post-soviético. Ahora sus ojos son los ojos de Nacho Sánchez, los mismos que miran en lo profundo de los ojos de cada perro y como aquella otra vez también esta iluminan este aullido de Hattie Naylor que dirige Víctor Sánchez Rodríguez.
 

Lo primero, una curiosidad… ¿Nacho Sánchez tiene o ha tenido perro?

He tenido contactos con muchos perros sobre todo de mi gente, de mis amigos, desde pequeño pero nunca he tenido porque mi familia no somos mucho de permitir tener perros en un piso, porque no tenemos una finca o un gran jardín donde puedan estar libres.


Antes de nada, “Iván y los perros” ocurrió. ¿Qué es lo más duro de saber que uno está interpretando no una ficción, sino una historia real?

Sencillamente eso, que pasó y que no es un invento de la imaginación de nadie. Esto ocurrió, por desgracia miles de niños a principios de los 90 se vieron empujados a vivir en las calles, la situación era devastadora. Y en realidad yo soy el único que no puedo pensar eso en el momento de interpretarlo. Yo soy el que tiene que interpretarlo desde la visión de ese niño que empieza a ver eso como una aventura y empieza a madurar a base de golpes dándose cuenta de que los humanos no son tan cercanos ni tan empáticos como él pensaba o como la idea que el niño tiene de la humanidad. Es una persona que va aprendiendo a base de golpes. Yo de primeras interpretando no puedo estar metido en la historia real de la caída de la URSS, yo tengo que estar en la situación, meterme en ese cubo de basura, en conseguir esa patata, en hacer que la perra deje de darme miedo y se acerque a mí y dejar de estar solo. Tengo que estar en eso y es el público el que se tiene que encargar de completar la historia en su cabeza a través de lo que ya conozca de la historia de Rusia y de lo que nosotros contamos en la obra.


¿Qué le gustaría contar de este texto de Hattie Naylor, qué nos diría de él? ¿A qué nos enfrenta?

Al peligro de perder la humanidad propiamente dicha. Iván la encuentra en los animales, es donde él rescata ese ejemplo para el resto de humanos, como nos deberíamos comportar los humanos. Él apuesta por una comunidad, por gente que se apoya para sobrevivir y al final para estar acompañados, pese a que la situación sea dura y los medios no ayuden a sobrevivir y decir que lo único que nos queda es ser humanos y de ahí la paradoja de que es Iván el que lo encuentra en los animales precisamente.


Háblenos un poquito de este personaje, cómo es, cómo lo ha encarado, cómo es esa relación que establece con los perros, qué se dan unos a otros…

Esto realmente es una especie de cuento ya que Iván lo cuenta desde el hombre que ya es pero recordando ese niño que fue de los 4  a los 6 años, que es cuando vivió en la calle. Es una especie de cuento… nosotros trabajamos en meter al público desde el principio en esa historia, que acompañe a Iván, que vea a través de sus ojos y esa al final es la acción principal que llevamos a cabo con la obra. Es un texto muy descriptivo, muy literal, hemos tenido que ir luchando contra eso, para salir de ahí nos ayuda mucho la escenografía que ha hecho Mireia Vila, la iluminación de Luis Perdiguero y la música de Luismi Cobo, que crean una atmósfera diferente, para nada literal, de lo que podría ser la calle en la cabeza, en el recuerdo de Iván.


¿Cuál podría ser una de las frases más conmovedoras o duras del texto?

“Esto es ahora. Esto es ahora. Correr y seguir corriendo con mis perros bajo la nieve blanca que sigue cayendo así”. Es al final de la obra, que es de lo que habla Iván, lo que relaciona con la humanidad, con el presente, con el estar aquí y estar con el otro. Lo que dice… “Los humanos construyen el pasado y el futuro para que estemos así, todo es una gran mentira y los perros son y punto, no inventan historias”. Es como, los perros son, los perros están en el ahora y yo quiero estar en ese ahora que me intentan arrebatar.


¿Con qué reflexión global se queda o se quedará Nacho Sánchez de este texto?

Uffff, no lo sé todavía, como no hemos empezado a rodar la obra, es una obra que va a cambiar mucho, es la primera vez que yo estoy solo frente a un texto. Es un reto y espero que cada día vaya yo rescatando mi granito de arena y que vaya construyendo la imagen final con la que yo me quede de Iván, pero va a ser positiva porque durante los ensayos ya lo ha sido, el equipo con el que he trabajado es estupendo. Por ahora todo va bien, a ver qué tal cuando nos enfrentemos al público.


Si le digo Criaturas, ¿qué es lo primero que le viene a la mente?

(Risas). ME viene todo, me viene cómo empecé yo, es mi grupo de teatro de toda la vida, de Ávila, empecé con ellos a los 8 o 9 años y terminé a los 18. Ha sido mi base, han creado mis gustos, han creado mi manera de trabajar en elenco… Y actualmente son muy muy buenos amigos, me acompañan siempre.


Primero Criaturas, después la RESAD. ¿Cómo o cuándo supo Nacho Sánchez que le corría por las venas un actor?

Fue de manera muy natural, empecé a apuntarme al aula de teatro con este grupo, se me daba bien, sobre todo me lo pasaba genial y me encantaba ensayar… Siempre he sido muy terremoto y era una muy buena forma de canalizar todo ese nervio. Y luego en realidad yo creo que a través de mis padres, que fueron los que realmente me animaron cuando cumplí 18 a presentarme a la RESAD, porque yo no estaba muy seguro y ellos mismos me dijeron: “Prueba, no pierdes nada y esto realmente te gusta, aunque no estés seguro de si quieres profesionalizarlo, pero prueba”. Y probé, entré y aprendí muchísimo en los años de la escuela. Y hasta ahora.


“La piedra oscura”, primera obra profesional y casi toca el cielo. Mirado ya con un poco de distancia, ¿qué poso dejó en usted Sebastián?

Muchísimo… Han sido dos años de un master de interpretación porque el equipo con el que trabajaba tenía mucha experiencia, yo salía de la escuela, fue mi primer montaje profesional y hacer tantas funciones de una obra que nos exigía un compromiso lo más honesto posible y estar siempre con el otro porque éramos sólo dos actores, eso ha sido un máster, continuar la escuela dentro del circuito profesional y encontrarme con gente que me la llevo para toda la vida.


Después ha vuelto a los brazos de Messiez –“He nacido para verte sonreír”- con otro personaje de esos nada fáciles y ahora está también solo ante el peligro… ¿Qué busca Nacho Sánchez en el teatro?

Buena pregunta… Realmente como no sé lo que busco, sigo haciendo para ver si algún día encuentro… Busco aprender, conocer, no lo sé, crecer de alguna manera y me parece la mejor forma de enfrentarse a una realidad que no entiendes, que necesitas ponerla en palabras, que necesitas, sobre todo, compartirla con gente y encontrarte en ese camino. Al final es eso, estar acompañados de alguna manera.


¿Cómo se imagina el futuro Nacho Sánchez?

Paso a paso y eligiendo bien lo que hago. Me encantaría poder ganarme la vida con lo que a mí me gusta y seguir con mi gente, con mi compañía, con la que seguimos trabajando además de todos estos montajes profesionales, con mi gente donde somos muy libres de buscar lo que queremos contar, de investigar, de seguir en el camino, seguir investigando y seguir creciendo más.

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