Publicado el 01 de Enero de 2017
Natalia Menéndez
Obra: La villana
Vives, como le ocurre a casi todos los genios, se adelanta con la partitura. Esto convierte la obra en una recuperación más sugerente porque ahora sí es su momento
¡Brava! Eso es lo que le diría, si pudiera, la Natalia de hoy, la actriz, la directora, la cabeza y el alma del Festival de Almagro, la escritora, la traductora y adaptadora, la artista total, a la Natalia que comenzaba. “Siento que la interpretación se fue colando dentro de mí, como la luz. No tuve un día concreto… aunque la primera vez que fui al teatro, yo tenía seis años, me marcó profundamente”.
¿Cómo llega Natalia Menéndez a “La villana” y qué le atrajo de este proyecto?
Daniel Bianco me llamó para proponérmela a los pocos días de asumir el cargo como director del Teatro de la Zarzuela. Fue una sorpresa y un regalo. Me interesó mucho el proyecto por su compositor: el maestro Vives y porque nace de “Peribañez y el comendador de Ocaña” de Lope de Vega, una obra que habla de cuestiones que me interesan atender en los escenarios. Además, es todo un reto abordar estos temas con una zarzuela que es casi una ópera.
Háblenos un poco de la obra, qué destacaría de ella, tiene de especial y qué temas trata.
La obra es un canto al amor aunque la tragedia intente anularlo, pero el amor vence. Trata el abuso de poder que camina hacia el abuso sexual, con cuestiones tan frágiles y tan poderosas como son el respeto y la confianza. La justicia se presenta como uno de los temas capitales. Planea el tema de la guerra. Y, por último, el trato que los poderosos tienen con un pueblo oprimido, y de cómo éste reacciona a través de la lealtad o la envidia, la desconfianza o la honestidad.
Dicen que es la obra más perfecta de Vives, su estreno fue un éxito y a pesar de todo fue desapareciendo de los escenarios. ¿Por qué cree que sucedió esto?
Seguramente Vives, como le ocurre a casi todos los genios, se adelanta con la partitura de "La Villana" y tras su estreno encuentra dificultades para colarse en los repertorios habituales de los teatros, su necesidad orquestal y vocal aproximan la obra más a la ópera que a la zarzuela. Esto convierte la obra en una recuperación más sugerente porque con seguridad ahora sí es su momento.
Imagino que no habrá podido tener muchos referentes a la hora de pensarla, ¿pero cómo es la puesta en escena que ha creado? ¿Dónde ha querido poner el acento?
Quiero ir a la esencia, desde una limpieza escenográfica y pureza de color, buscando emociones y sensaciones, así como las perspectivas o las distintas capas que la historia nos procura.
Vamos con la música de Amadeo Vives. ¿Cómo la describiría y qué vamos a escuchar, qué influencias tiene, dónde radica su riqueza?
Alegre, sugerente, poética, por momentos dramática, como las diferentes luces que hay en los trigales manchegos. Vives además tiene una cultura musical enorme, coloca la zarzuela en la estela de Puccini. Hay influencias claras, lógicas, en una obra que se estrena en 1927 y no olvidemos que Puccini muere en 1924. En la obra está la garra musical del verismo.
¿Cuál es para usted la parte más emotiva de la obra, más conmovedora, la que más le gusta de la obra?
Me emocionan muchos momentos y me conmueven otros muchos. Tal vez cuando la vea el público sabrá mejor que yo decir cuáles son esos momentos.
Julia Gutiérrez Caba ha dicho en alguna ocasión que “El teatro es la vida porque la profesión va incorporada a tu propia vida. Desde que te levantas hasta que te duermes vas pensando todo el rato en tu trabajo”. ¿A Natalia Menéndez también le pasa?
El teatro es mi vida aunque mi vida no es teatro.
¿Cómo llega Natalia Menéndez a la profesión, recuerda un momento concreto en el que dijo 'yo me quiero dedicar a esto' o fue algo progresivo?
Pues la verdad es que siento se fue colando dentro de mí, como la luz. No tuve un día concreto… aunque la primera vez que fui al teatro, yo tenía seis años, me marcó profundamente.
Si pudiera, ¿qué le diría la Natalia de hoy a la Natalia que comenzaba?
¡Brava!
¿Qué diferencias y qué similitudes hay entre la Natalia actriz y la Natalia directora?
Similitudes: la pasión, el rigor, el humor y el atrevimiento. Diferencias: la actriz gasta la energía de otra manera que la directora. La actriz se cuida más físicamente que la directora. La directora se siente más sola que la actriz y no vive tan bien como la actriz, pero en cierto sentido es más libre.
Este mes también estamos tomando un poquito el pulso al teatro actual a través de la voz de directores. Usted que puede mirarlo desde la óptica de actriz, de directora, de directora de un festival y, claro, de espectadora, ¿qué reflexión le provoca la situación que vive actualmente el teatro? ¿Qué balance hace?
La mirada que hago sobre el teatro es compleja, por un lado goza de una buena salud creativa y, por otro lado, su salud es muy precaria desde el punto de vista educativa y económica.
Y una curiosidad, la última obra que ha visto ha sido... ¿Qué le pareció?
“La noche de las tríbadas” dirigida por Miguel del Arco en el Teatro Pavón Kamikaze. Me ha removido la versión. El montaje es ágil, con un espacio e iluminación interesantes y me han seducido los actores, en especial Manuela Paso.