Revista teatros

 Podríamos decir tantas cosas de Nuria Espert… Acudir a eso de ‘gran diva’, de ‘la gran dama de nuestro teatro’, de ‘bestia parda’. Recitar su catálogo de premios –el último, el Princesa de Asturias– o recordar que con tan sólo 30 años ya había hecho a Sartre, a Genet, a Lorca… Alabar su fuerza, su saber estar en las tablas, su pasión por un oficio en el que ha hecho tanto de todo que hasta ha montado escenarios. Pero lo mejor es rendirnos a ella y dejarnos llevar… A las órdenes de Mario Gas y junto a un reparto de lujo ahora pretende ‘incendiar’ nuestros corazones.

Nawal Marwan ha muerto y ha dejado a sus gemelos, Jeanne y Simon, un cuaderno rojo, una chaqueta de tela verde y dos sobres... ¿Qué hay en la particular caja de Pandora de su personaje?

Has resumido muy bien el espectáculo. Ese “Incendios” que incendia a cada uno de los personajes. Esa caja de Pandora abre unas realidades de esas tan dolorosas que nadie se atreve a afrontar, que se prefiere vivir en la desesperación a hablar. Ella dice al final que “hay verdades que no pueden ser reveladas más que a condición de que sean descubiertas”. Todo eso que trama antes de morir es para no tener que decirlo en voz alta porque es imposible para ella enfrentarse a la palabra.

Háblenos un poquito de su personaje.

Es una muchacha de un villorrio libanés con una familia al uso excepto una abuela lúcida que está en la última fase de su vida, pero que ha conseguido hacer una reflexión: que para salvarse de esa ignorancia, mediocridad y fealdad en la que ha vivido toda la vida es el aprender a leer y a escribir. Esa es la última recomendación que hace a su adorada nieta y que como ella dirá años y años más tarde irá repitiendo a lo largo de su vida que eso la salvó. No la salva del sufrimiento, pero sí la salva de la ignorancia, la salva de la falta de reflexión, la ayuda a entender la vida, qué es la vida y qué es todo eso atroz en lo que está metido el país y medio mundo. Y esa se convierte en Nawal, la Nawal que después aparecerá en un juicio a su torturador… Habrá un último enfrentamiento.

¿Qué es “Incendios”? ¿A qué nos enfrenta?

A toda la realidad de nuestros telediarios, a la verdad misma de los sentimientos que en este instante están debatiéndose en el mundo, si responder con violencia, si dejar la violencia puesto que sabemos, lo dijeron ya nuestros antiguos, que la violencia engendra violencia, pero las reflexiones que hace Nawal resultan muy difíciles de aceptar ante tanto dolor y tanta sangre.

No sé si es fácil resumir o concentrar en una idea a Wajdi Mouawad, ese escritor capaz de “incendiar” el corazón del público con una intensidad sin parangón.

Es un hombre lúcido, un gran poeta y ve la realidad como si la viera desde otro planeta y eso le permite enseñarla en toda su crudeza, enfrentarse con toda crudeza a esa lucha a muerte en que el mundo se ha partido en dos.

Dice Lluís Pasqual, al que usted conoce bien, que para interpretar a Lorca hay que tener una herida. ¿Para interpretar “Incendios” también?

La obra toda es una herida y naturalmente la sensibilidad de que todas las gentes que la hacemos parte de una comprensión profunda y de la mano de Mario Gas todos estamos a punto de lograrlo.

¿Duelen los personajes como Nawal?

Sí, muchísimo. Se enfrentan a cosas más grandes que la vida y tú que tienes una vida en general plana, partes de una vida plana para llenar a un personaje que está lleno de dolor, de sentimientos, de contradicciones, de… Sí, para hacer eso y que eso resulte verdad verdadera hay que hacerse mucho daño, sí.

“La infancia es un cuchillo clavado en la garganta. No se lo arranca uno fácilmente. Solamente las palabras tienen el poder de arrancarlo y calmar así la quemadura” escribe Wajdi Mouawad. ¿Está de acuerdo?

Totalmente. Sí, creo que las pobres criaturas que llegan a este mundo hoy ya nacen con un cuchillo clavado en la garganta, porque este mundo violento e injusto, con esas migraciones que no se veían desde la salida de los judíos de Egipto, esas migraciones de millones de personas perdidas, viviendo y muriendo en esta odisea en la que se han metido para salvar sus vidas y que les cuesta la vida también tantas veces  pues al menos para todas esas personas la infancia ha sido un cuchillo clavado en la garganta y para tantos miles que soportan el hambre y la opresión… El mundo está como destrozado, está terrible. Nosotros hablamos todo el rato de nuestras elecciones, que son cosas que para nosotros son importantes, pero dios  mío, las cosas que están pasando en el mundo. Es una etapa negra, durísima. Miras alrededor y entra como una desesperanza.

¿Podemos pensarnos de otra manera? ¿Hay espacio para eso, para soñar con algo mejor?

Sí, eso nos salva, yo creo. La esperanza de que las cosas, de que el hombre reflexiones, como dice tanto Nawal. “Reflexiona, reflexiona”, le dice a los violentos. Y el violento dice: “Reflexionando no se evita que la gente muera”. Pero eso no es cierto, reflexionando sí se evita que la gente muere.

¿Aquella niña de 13 años a la que el dramaturgo catalán Josep María de Sagarra le dijo aquello de “aquesta nena té els collons d’un toro” se pensaba con 80 encima de las tablas?

¡Por Dios! (Risas). Eso no puede imaginarlo nadie. Es una cosa absolutamente rara y extraña que ha pasado en mi vida muy buena para mí, muy saludable. Soy igual de entusiasta que era no a los 13, que no lo era, sino a los 17, a los 18, y a los 25 y a los 50 y eso es una cosa rarísima, la verdad.

Volvamos a aquella niña de 13 años que ante su primera prueba imagino que algo de nervios tendría. ¿Qué le diría hoy si pudiera?

Que no estuviera tan acomplejada, que tuviera confianza en sí misma, que no se avergonzase de su abrigo (risas), pero ella no me habría hecho caso.

¿Le quedan aún esas mariposas en el estómago antes de un estreno? ¿Cómo lo vivirá?

Absolutamente. A veces ya más que mariposas parecen hormigas. Siempre antes de mostrar un trabajo en el que crees tanto, en el que has puesto tanto, siempre hay primero temor a no estar a la altura, segundo, temor a que has elegido un camino equivocado y otros siete temores que no sé cuáles son, que la obra no interese, que no sea lo que tú crees que es, tantas cosas…

Le preguntaba antes por Wadji Mouawad. ¿Es fácil concentrar en una idea a Nuria Espert?

Ahora mismo estoy dando vueltas alrededor de mi mesa con el teléfono en la mano contestando tus preguntas y concentrarme yo en una idea sobre mí misma que tengo ganas de que llegue septiembre, de retomar los ensayos, de estrenar, que no tengo más remedio que tomarme unos días fuera porque he estado trabajando mucho y estoy muy tensa. Y poco más. Una idea así global sobre mí misma, sobre mi futuro, no, no la tengo.