Publicado el 01 de Febrero de 2015
Pablo Messiez
Obra: La piedra oscura
Esta obra es la historia de un encuentro. Frente al límite, dos hombres aprenden a mirarse...
“Es una rara avis del teatro. Encantador de espectadores, abre mundos, los arma oscuros pero a la vez luminosos. Es alguien que además del cuerpo pone el alma en su trabajo”. Poco que añadir a las palabras con que Daniel Veronese define a Pablo Messiez, alquimista de la palabra, alumno aventajado con trazas de auténtico maestro. Tras éxitos como “Los ojos”, “Muda”, “Las plantas”, “Las palabras”, el argentino se estrena como director en el CDN con esta joya dura, necesaria y a la vez preciosa de Alberto Conejero que, además, también dirigirá en su versión rusa para el Teatro del Arte en Moscú.
¿Qué ha encontrado un creador como usted fascinado con el poder de la palabra en la voz de Alberto Conejero?
Un autor que ha escrito un texto que es un homenaje a la palabra y su extraordinario poder. A la necesidad de hacer siempre el intento por nombrar mejor y a la importancia de mantener viva la memoria en los relatos.
El pasado que ha escogido el autor para escribir sigue lanzándonos preguntas incómodas. ¿A qué nos enfrentamos?
A preguntarnos cómo podemos seguir viviendo sin darle digna sepultura a nuestros muertos.
Lorca y su luz, la memoria frente al olvido... Hay mucho más que preguntas. ¿Qué es “La piedra oscura”?
Es la historia de un encuentro. Frente al límite, muy cerca de la muerte, dos hombres aprenden a mirarse...
“Me llamo Sebastián” es una confesión que se hace a un amigo que antes era un enemigo. ¿Qué sucede esa noche?
Sebastián necesita ‘aparecer’ ante quien ahora ya es su amigo. Le da su nombre como quien hace un regalo. Esa noche nace una amistad y un recuerdo.
¿Qué culpas arrastran ellos?
Rafael carga con la culpa de la muerte de Federico. Por supuesto él no es responsable, pero el no haberlo acompañado a Granada lo hace sentirse culpable. Sebastián se siente culpable por no haber socorrido a su madre para salvarse.
Reivindicando la memoria, construida sobre una ausencia y llena de lo que pudo ser… ¿Esta función tiene un poder sanador?
La experiencia de encuentro con una función es muy personal. Cada espectador vivirá la suya y ojalá le resulte sanadora en algún sentido. Ojalá alguien salga tocado por la función. Pero el poder no lo tiene la función en sí. Lo tendrá el encuentro entre espectador y función.
Cuatro pilares básicos: Alberto Conejero, Daniel Grao, Nacho Sánchez y Pablo Messiez. ¿Nos los define?
Alberto es un poeta sorprendente y personalísimo. Dani y Nacho son unos actores de una sensibilidad y una inteligencia maravillosas. Ambos muy valientes, entregados a hacer un teatro de procesos y no de resultados. A ponerse a prueba cada día. Soy muy afortunado.
Comenzó a estudiar teatro a los doce años y siempre ha dicho que Daniel Veronese fue un punto y aparte. ¿Por qué, qué significó para usted?
Recordar que el punto de partida había sido mi deseo. Volver a incluirme dentro de la ecuación y trabajar con quien yo era.
Y un día el Pablo Messiez actor se pone a dirigir y poco después está escribiendo. ¿Qué le da estar al otro lado?
No lo sé. No lo vivo como ‘el otro lado’. Me gusta hacer teatro. El ‘otro lado’ sería para mí la TV. Ya sea dirigiendo o actuando, estoy en el mismo lugar: haciendo obra.
¿Dónde vamos a poder verle este año y dónde le gustaría verse a usted?
Dirigiendo una versión muy libre de “Tres hermanas” que haré con Grumelot y actores invitados; en una adaptación de una novela de Manuel Puig que adoro y dando clases. Los tres casos coinciden con mis deseos. Lo dicho: soy muy afortunado. Y puestos a imaginar más: me encantaría poder hacer una versión de “Así que pasen cinco años” con Israel Galván.” A ver si por decirlo se cumple...