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Pere Ponce

Publicado el 01 de Enero de 2018

Pere Ponce

Obra: Voltaire/Rousseau. La disputa

Si Voltaire y Rousseau vivieran hoy y utilizaran las redes sociales, la fiscalía ya hubiera actuado contra ellos

 Con poco más de veinte años y casi como un augurio, Pere Ponce se ponía a las órdenes de Josep Maria Flotats en “El despertar de la primavera”. Antes, le habíamos visto dirigido por Ventura Pons en “Tres boleros”, pero fue después cuando este actor catalán comenzara a labrarse una solidísima carrera avalada por trabajos inolvidables como “Un dios salvaje”, obra que representó por toda España con enorme éxito, y “El hombre elefante”, título que le valió el Premio MAX al mejor actor de reparto y una candidatura al Fotogramas de Plata. Aparte de cine y TV, entre sus últimos trabajos en teatro destacan “Pluja Constant”, “Si supiese cantar me salvaría. El crítico” y “Tristana”.

“Nuestras vidas dependen la una de la otra, no le sobreviviré mucho”, dijo Rousseau cuando murió su odiado Voltaire y en poco más de un mes la Europa ilustrada perdió a las dos figuras que forjaron el espíritu contemporáneo. ¿Qué hemos heredado de ellos? ¿De qué somos deudores?

Voltaire y Rousseau son dos grandes figuras de un siglo en que Francia y Europa caminan hacia la caída de grandes dogmas y supersticiones. Van a explorar, de la mano de la Razón y del rigor del conocimiento científico, cómo deberían ser las relaciones del hombre con el mundo y la sociedad. Dos grandes hombres de letras que serán perseguidos a causa de sus ideas. Voltaire por defender la tolerancia frente al fanatismo religioso y Rousseau por revelar un nuevo orden social en que la igualdad y la democracia real sean los nuevos fundamentos del estado. Sientan las bases de lo que será el estado moderno en Europa. Hoy les rendimos homenaje pero si vivieran entre nosotros y utilizarán las redes sociales, sin duda, la Fiscalía ya hubiera actuado contra ellos.


¿Qué es lo primero que pensó cuando terminó de leer este texto? ¿Qué le sedujo?

Lo primero que me sedujo del texto fue la mano que me lo tendía. Siempre he admirado la cuidada selección de las piezas que JM Flotats ha llevado a escena. Su gusto por un teatro que interpele al público con inteligencia, ironía, elegancia y sensibilidad. Estaba seguro que la obra de Prévand reuniría esos ingredientes. Sin embargo pensé, Voltaire-Rousseau: a ver si va  a ser un tocho filosófico…!  Nada más lejos,  porque lo que me sorprendió fue la gracia y la frescura con que el autor nos descubre, en su primer encuentro, a Voltaire y a Rousseau. Sus ideas, su pensamiento fluyen ligeros sobre el torrente de una inquietante intriga que los arrastra. Son personajes vivos, cercanos, brillantes. Que inteligente manera de acercarse con placer y asombro a estas dos decisivas maneras de entender el mundo.


¿A qué nos enfrenta este texto, de qué habla, qué temas se tratan…?

El texto nos enfrenta a nosotros mismos, a nuestra manera de ver y relacionarnos con la sociedad, con la educación, la cultura. Nos cuestiona sobre nuestra tolerancia hacia los demás, sobre la responsabilidad de nuestros actos, y sobretodo nos habla de la valentía que requiere reunir la voluntad necesaria para escuchar y, tal vez, entender a los demás.


Háblenos de su personaje, con qué Rousseau nos vamos a encontrar…

Estamos en 1765, Rousseau acaba de publicar ese mismo año dos de sus grandes obras: Emilio o de la Educación y el Contrato Social.

Sin embargo, es un hombre abatido,  perseguido por sus ideas, cansado de vagar por Europa mendigando la protección los nobles.

Y por razones que iremos descubriendo en la obra se ve obligado a abandonar el que ya creía su retiro definitivo en la isla de Saint Pierre, en Suiza, su pequeño paraíso terrenal.

Acude en busca de el gran Voltaire que, a diferencia de él, ha sabido labrarse una cómoda posición en su exilio de Ginebra.

Dos posiciones enfrentadas, dos maneras distintas de vivir y de relacionarse con el mundo. La razón y el sentimiento.


Ya fue dirigido por Flotats en 1985 en “El despertar de la primavera”. ¿Cómo era aquel Flotats y con qué director se ha encontrado ahora?

Entonces éramos tan jóvenes, aún estudiábamos en el Institut del Teatre en Barcelona.. Flotats nos acogió en su joven compañía, destinada a ser el embrión del Teatre Nacional de Catalunya. Recuerdo con gran cariño esa etapa. Mezcla de ilusión y aprendizaje. Recuerdo de él su entrega y su gran sentido de la responsabilidad hacia nosotros, su entusiasmo en la creación y sobretodo el saber transmitirnos su amor por el oficio. Aprendimos mucho de la  exigencia y el mimo que él ponía en recorrer el siempre dulce y tortuoso camino que conduce al actor hasta encontrar su personaje. Para mí,  un maestro.

Ahora que el tiempo ha pasado (solo para mí, él debe tener algún pacto con alguien),  sigo encontrando en él la misma necesidad de verdad y de excelencia. El mismo compromiso entre su oficio y el público. La diferencia es que antes lo compartía con otros 20 actores, ahora la vida me ha brindado el placer de reunirme con él a solas en un escenario. Es lo que se llama: un placer maestro.


¿Cómo ha de acercarse el espectador a esta obra, qué ha de saber?

Sólo necesita saber la hora de la función.

Creo que es nuestra misión, la del equipo que se reúne durante meses para diseñar y levantar un nuevo espectáculo ante el público, la de hacer inteligible, emocionante y enriquecedor el hecho de asistir a un espectáculo teatral.

Creo sinceramente que cada espectador debe asistir al teatro sin prejuicios y debe estar dispuesto a dejarse sorprender por lo que cobra vida encima del escenario. Y esperar que se produzca eso tan mágico que es la comunión entre la platea y el escenario.


¿A quién recomendaría especialmente ver esta obra?

A todos los que aun sientan curiosidad. A todos los que quieran asistir al nacimiento de una filosofía que nos ha llevado a tener la organización social que tenemos. A todos los que quieran conocer que las revoluciones ya eran soñadas hace mucho tiempo y que el despertar de las conciencias aún sigue su lento camino. A todos los que quieran reconocerse en Voltaire y en Rousseau,  tan lejanos en el tiempo pero tan cercanos en nuestras vidas. Y, en especial, a mi madre que siempre quiso verme vestido de época.


Alfonso Sastre decía que el público del teatro español contemporáneo era como muerto viviente que se sientan en sus butacas a aplaudir cualquier cosa. ¿Echa usted de menos un público más guerrero?

Vaya por delante mi admiración por la obra y el compromiso de Alfonso Sastre y su lucha contra el pensamiento débil.

Quiero creer que el  público es inteligente y libre que elige lo que va a ver y que por supuesto tiene derecho a opinar sobre lo que se le ofrece. Aunque algunos días preferiría que el público no estuviera tan vivo, sobre todo con las redes sociales, no deja de ser perturbador ver las luces de las pantallas de los móviles encendidas durante la representación. Es cierto que no deja de ser una convención el corresponder cortésmente con un aplauso el esfuerzo de los actores, aunque la obra no nos haya gustado lo suficiente.  También he de reconocer que algunos días cambiaría los aplausos por un coloquio en el que todos, público y actores,  pudiéramos intercambiar ideas sobre lo que hemos vivido en el teatro. Algunos días. Otros, el esfuerzo nos deja tan planchados que ya me vale con un cortés y breve aplauso y tal vez algún guiño de complicidad en algún espectador. Es complejo, pero es que los actores si que estamos vivos.


¿La filosofía puede ser la receta para entendernos los unos a los otros?

La filosofía, el entender para entenderse, el cuestionarse las cosas, el espíritu crítico siempre están en las bases de los cambios y en la posibilidad de mejorar nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.

Pero por encima de todo está la tolerancia hacia las diversas maneras de pensar, de entender el mundo, la empatía y el respeto.

Citando a Rousseau: “Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas”.

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