Carlota Ferrer y Darío Facal versionan “Así que pasen cinco años” de Lorca con los ojos del presente en “La leyenda del tiempo”, que podremos ver en El Pavón Teatro Kamikaze del 6 de febrero al 8 de marzo.
Se trata de una de las obras más complejas y menos representadas del conocido como Teatro Imposible de del dramaturgo y poeta y supone una oportunidad para explorar la convivencia en escena de varias artes: la música, el movimiento y el teatro.
«Nos encontramos a un Lorca que se cuestiona y cuestiona a los demás. Un Federico que libremente se expresa en verso o en prosa, juega con la unidad de tiempo. Un Federico que a través de lo onírico retrata nuestras fantasías, obsesiones y miedos», nos ha contado Carlota Ferrer.
“Dentro de cinco años existe un pozo en el que caeremos todos”. Lo dice uno de los personajes. El manuscrito de esta obra se firmó el 19 de agosto de 1931, exactamente cinco años antes de que ejecutaran a Lorca. Lo premonitorio de esta frase y del propio título de la obra es realmente escalofriante», nos desvela Darío Facal.
Carlota Ferrer y Darío Facal, dos de los directores más vanguardistas de la escena contemporánea, dirigen a un joven elenco de 8 artistas encabezado por Carmen Climent, que interpreta al Joven, ensalza la androginia en la construcción de su personaje. A esta le acompañan Selam Ortega (Novia), Alicia P. Mántaras (Viejo), Diego Cabarcos (Amigo 1), Conchi Espejo (Mecanógrafa), Joaquín Fernández (Jugador de rugby) y Tony Galán (Amigo 2).
El espectáculo es toda una apuesta por el carpe diem y la liberación sexual pensada para cualquier espectador interesado en el teatro, la poesía y la belleza
En el montaje, Ferrer y Facal, fascinados por el Lorca más hermético e hipnótico, dialogan con el texto desde el siglo XXI para abordar cómo el hombre vive atrapado en el tiempo, obsesionado con la muerte, los recuerdos, lo exasperante de la espera, el refugio de la nostalgia, el miedo a envejecer y el amor frustrado.
El protagonista, el Joven, ha esperado durante cinco años a su prometida, a la que apenas recuerda, pero que simboliza todas sus ilusiones futuras. El conflicto sobreviene en el reencuentro cuando la Novia rechaza al Joven para fugarse con el Jugador de Rugby, un personaje que representa el prototipo de la “virilidad descerebrada” que Lorca consideraba lo más opuesto a sí mismo. Pero la Novia lo prefiere a él. Aparece así una de las obsesiones lorquianas: la idea de no ser “suficientemente hombre”, aparejada a la homosexualidad. Tras el rechazo de la Novia, el Joven vuelve sus ojos hacia otra muchacha, la mecanógrafa, que le amaba en silencio.