La obra de teatro se centra en tres compañeros de piso, Abril, Antonio y Nuño, quienes conviven durante el confinamiento provocado por una pandemia en una ciudad europea.
Aislados y enfrentando el tedio, buscan formas de entretenerse entre noches de alcohol y días dedicados al teletrabajo. En este encierro surgen grandes cuestionamientos sobre la vida, su propósito y los desafíos de la adultez.
«Pasaremos sin nombres a la historia nació del encierro, de la incertidumbre y del hastío de una generación atrapada entre el sofá y las videollamadas. Quise convertir el confinamiento en teatro, a través de un humor ácido, irreverente y lleno de preguntas incómodas», nos cuenta el autor, y continúa: «Es un espejo de nuestro tiempo, con más dudas que certezas y una verdad: nadie nos recordará, pero aquí estamos. Quise crear la obra como el cuadro de costumbres que yo observaba. Elegí como protagonista a la generación que sufrió la crisis económica del 2008 y que en 2020 vuelve a ver parado su crecimiento. De ahí, los tres compañeros de piso, amigos entre sí, en torno a los treinta años, que mezclan el humor con la triste realidad. Para ello me basé en varias teorías conspirativas que surgieron en torno al virus y en los sueños de los tres personajes»