Si estás en Madrid, tenemos un planazo para la segunda mitad del mes de agosto. El Teatro Bellas Artes acoge «Coriolano, después de William Shakespeare«, una pieza dirigida por Emilio del Valle y protagonizada por Gonzalo Hermoso, Jorge Muñoz, Lidia Palazuelos, Luna Mayo y Soledad Vidal. La cita, del 14 de agosto al 1 de septiembre.
Hemos charlado con su director:
Descarada e interesadamente, huimos del belicismo explícito de la pieza, de las batallas sangrientas entre Roma y Corioles, entre el general romano Cayo Marcio Coriolano y Aufidio, general de Corioles y enemigo mortal de Cayo Marcio. Mientras estos monigotes se pelean a muerte, desde un plató de TV de Roma los políticos les usan para sus intereses, a favor o en contra, desarrollan discursos políticos de alto voltaje y, con ellos, intentan controlar, manipular a un pueblo que piensa mal, porque pasa hambre. Esta idea elevada de la política está plenamente desarrollada por Shakespeare en esta pieza, así como las ideas de democracia y lucha de clases.
Siglo V antes de Cristo. En Roma la democracia apenas asoma tal y como la conocemos hoy. Hay una crisis de alimentos por los altos precios del trigo: inflación. El pueblo quiere comer. Se produce una huelga, una revuelta, que enfrenta a patricios y plebeyos por las calles, y a sus representantes en el senado. Hay que elegir al cónsul. Los patricios proponen al conservador Cayo Marcio, joven, pero experto militar que odia al pueblo. Sin embargo, necesita sus votos, ha de pedírselos, rogárselos, como paso necesario para ser proclamado Cónsul. Lucha de clases, el precio de los alimentos, la inflación: la vigencia de este texto es extraordinaria.
Shakespeare (1564-1616) copia el argumento de Plutarco (350-432 a. c.) —a veces, literalmente— para componer Coriolano, es decir, inventa sobre algo ya hecho, estableciendo un diálogo anacrónico entre su antes y su hoy. Así mismo, es impensable esta obra sin Maquiavelo (1469-1527), una de cuyas máximas era que «la mejor fortaleza de un gobernante es no ser odiado por el pueblo», y a quien sin duda conoció/leyó Shakespeare.
Por otra parte, nuestro presente dialoga con Shakespeare permanentemente. Por último, en 1605-8, años aproximados de la escritura de Coriolano, Inglaterra está sumida en una crisis política y económica de gran envergadura. El precio de los alimentos se ha disparado, las arcas del reino están vacías por las guerras con Irlanda y las clases sociales populares emergen y se rebelan. Con este caldo de cultivo nosotros bebemos de Shakespere, de Plutarco, de Maquiavelo, dialogamos con él, con ellos, intentamos imaginar cómo reescribiría Shakespeare hoy su Coriolano, y lo hacemos inmersos en nuestra actualidad, en la vigencia del texto, y con parecidos motivos: intentar entender/entendernos mejor. Obviamente nos centramos en la trama política, y de la militar extraemos aquello que interviene en el devenir de la trama política. Y tomamos decisiones desde nuestro hoy que hacen que la contemporaneidad de Coriolano sea abrumadora. No hacemos hoy nada distinto de lo que hizo Shakespeare ayer: dialogar desde el presente con el pasado. Por eso el título: Coriolano, después de William Shakespeare.