El Centro Dramático Nacional crea comunidad en torno al fuego con los cuentos de «Obra infinita»

El Centro Dramático Nacional estrena mañana 3 de marzo «Obra infinita«, una producción sobre los cuentos populares, las memorias y las oralidades creada por Los Bárbaros, un tándem que integran Javier Hernando y Miguel Rojo. En el Teatro María Guerrero hasta el 2 de abril.

Jesús BarrancoRocío BelloCris BlancoElena H. VillalbaDiego OlivaresAlma P. Sokolíková y Macarena Sanz se entregan a la tarea de relatar, cantar, cuidar y curar con palabras, en un intento de explicar el mundo.

Hemos charlado con sus creadores y nos han adelantado esto:

Esta función propone un espacio de encuentro, escucha e imaginación. Es un intento de volver a sentarnos alrededor del fuego, bajo las estrellas y escuchar una historia. ¿Cómo son los personajes principales de la obra? Podríamos decir que el personaje más importante de la obra es el espectador. Es una obra muy coral.

Se cuenta que había un hombre que estaba en el campo haciendo de vientre y estando así, agachado, le pasó por debajo un lagarto y le dio con el rabo en el culo. Entonces se levantó deprisa, se giró y miró para atrás, pero ¡claro! no vio al lagarto, y pensó que el lagarto se le había metido dentro.

Fue a casa y les contó a sus hijas que se le había metido un lagarto por el culo y empezó a preocuparse y a decir: ¡ahora está por aquí!, ¡ahora lo noto por abajo!, ¡ahora corre por arriba! Tenía ya tanta sugestión que sus hijas avisaron al médico y el médico, al ver lo mal que lo estaba pasando, le dio una pastilla para que durmiera un poco. Cuando se despertó, le dijo que le había sacado el lagarto del culo. El hombre se puso bien y no se volvió a acordar del lagarto.

De esto trata Obra infinita, de contar y cantar, de cuidar y curar con palabras, de historias que pueden explicarnos el mundo y sacarnos el lagarto de dentro.

A lo largo de la función, desgranan un cuento de cuentos, a modo de una matrioska rusa, entendiéndolos como un modelo narrativo polivalente e ilimitado, como la tentativa más perfecta inventada por el ser humano para generar el texto infinito al que alude el título; uno capaz de entrar en conexión con las más radicales preocupaciones de la sociedad en cada tiempo y circunstancia. Un laborioso sistema de cuento y contracuento gracias al cual el propio sistema se cuestiona a sí mismo, se autocorrige y se adelanta a sus propias roturas, alumbrando nuevos sistemas.

Los autores parten de una cita de la escritora Ursula K. Le Guin que dice que escuchar se trata de un acto de comunidad que requiere un lugar, tiempo y silencio. Para servir a este propósito primordial —el de escuchar y estar juntos— se valen de la escenografía de Cecilia Molano, quien congrega al espectador en unas gradas desde las que asistir a un hilo continuo de historias que se van entretejiendo a través de las voces de un elenco coral.

El relato, el gran protagonista

Según palabras de los creadores, han querido poner de relieve la escucha “como actitud necesaria y fundamental para poder comunicarnos de una manera eficaz”. En consecuencia, presentan un espectáculo “cuya protagonista principal es la palabra, donde los intérpretes dan un paso atrás y se ponen al servicio del relato, de lo que se cuenta”.

De este modo, Los Bárbaros configuran un montaje de memorias y oralidades que atraviesan el tiempo y se atreven a imaginar el futuro. Con esta intención, destierran la nostalgia costumbrista de los cuentos de antaño, de las aldeas en las que jamás hemos vivido o los paraísos que nunca existieron, y, por el contrario, llenan la obra de posibilidades, de relatos disidentes, de momentos especiales en los que la escucha crea comunidades y permite que los cuentos nos cuenten.

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