El Centro Dramático Nacional estrena hoy Primera sangre, la nueva obra escrita y dirigida por María Velasco. A medio camino entre el memorial y el documento, el thriller y el cuento de fantasmas, la autoficción galardonada con el XXXI Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela obliga a la reflexión en torno a los abusos sobre la infancia que se escriben en el cuerpo de las mujeres.
El montaje, coproducción del Centro #Dramático Nacional, el Teatro Nacional de Catalunya y Pecado de Hybris, se representará en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán hasta el 2 de junio y está protagonizado por María Cerezuela, Javiera Paz, Vidda Priego, Francisco Reyes y Valèria Sorolla.
Charlamos con la autora y directora:
Hay dos sangres en la obra: la de un asesinato y la del menstruo –o desarrollo–. “Primera sangre” se inspira en el homicidio de una menor acaecido en los 90’ y la influencia de este sobre las niñas del entorno de la víctima que, desde ese hito, se van a enfrentar de manera diferente al miedo, a la libertad –y a la libertad sexual en la adolescencia–. La obra propone también una reflexión sobre la mirada que la sociedad arroja sobre este tipo de crímenes: a menudo las víctimas son autopsiadas en los medios.
Es la historia de cómo los vecinos de la niña asesinada –y muy especialmente las vecinas– enfrentan el trauma. Laura, la víctima, retorna como fantasma para agudizar una conciencia y una sensibilidad diferente en cada cual. Los temas son el infanticidio, el feminicidio, las representaciones del feminicidio, los abusos, el miedo como antítesis de la libertad, la temeridad, el duelo, la amistad… Ocean Vuong escribe que “la pérdida de una persona podía desdoblarnos a nosotros los vivos, multiplicarnos”. Los temas se multiplican a partir de la pérdida de Laura.
Primera sangre invoca a una niña secuestrada y asesinada en los noventa, cuyo caso fue sobreseído sin que se hallara al culpable. En el montaje Laura reaparece como fantasía o fantasma para interpelar a las vecinas de su edad (redefinir su relación con el peligro y la libertad sexual) y para avivar la conciencia del policía encargado del caso.
“No tengo miedo de los espectros. Solo son terribles los vivos, porque poseen un cuerpo”. Marguerite Yourcenar.
El teatro siempre tuvo relación con el culto a los muertos y con la figura del revenant: el regresado o la regresada, renacidos en escena; los y las que pueden articular su historia post mortem. Primera sangreinvoca a una niña secuestrada y asesinada en los noventa, cuyo caso fue sobreseído sin que se hallara al culpable.
Ausente y presente (los muertos no respetan el descanso), Laura interpela a las vecinas de su edad, al comisario encargado del caso y a un educador: ¿Educamos en el miedo?, ¿el miedo evita el peligro o evita la vida? ¿Es la cultura de la violación una sociedad secreta a la luz del día, como dice la antropóloga y activista Rita Laura Segato?¿Con qué estructuras del abuso convivimos a día de hoy? ¿Cómo vivirán los hombres el cambio de paradigma que se avecina?
La escenografía está firmada por Blanca Añón y la iluminación es de Marc Gonzalo. Esta puesta en escena recuerda a la época de los noventa y alude a una exhumación.
La coreografía y el movimiento en escena de Joaquín Abella juegan un papel importante en la puesta en escena y junto a la música elegida por la directora contribuye a la creación de un ambiente espectral. Esta faceta del montaje se potencia con las esculturas de Enrique Marty, uno de los artistas plásticos con mayor repercusión en el panorama internacional