En 1984 José Carlos Plaza estrenaba en este mismo escenario este Lorca interpretado por, entre otras, Mari Carmen Prendes, Ana Belén, Enriqueta Carballeira y Aurora Redondo. Hoy, casi cuarenta años después, el maestro vuelve a «La casa de Bernarda Alba«, a este “drama de mujeres de los pueblos de España” que, confiesa, como toda obra ‘clásica’ va creciendo día a día y ofreciéndonos facetas diferentes al compás de los cambios de la sociedad. Lo que no cambia es que el madrileño ha vuelto a rodearse de un puñado de actrices que valen su peso en oro: Ana Fernández, Ruth Gabriel, Mona Martínez, Zaira Montes, Rosario Pardo, Montse Peidro, Marina Salas y Consuelo Trujillo. La cita, en el Teatro Español del 6 de mayo al 5 de junio.
“Ante un crimen de tal magnitud, ¿qué se puede decir? Amputar a un cuerpo uno de sus miembros más poderoso, libre y capaz de tanta creación, es una herida de la que nunca nos curaremos. Un agujero negro que nadie puede llenar”.
Es muy difícil responder a la pregunta de qué perdimos el día que asesinaron a Lorca. Así lo hace otro maestro, José Carlos Plaza, que ahora llega a Madrid con la última obra del poeta. ¡Quién sabe las que pudieron venir después!
“Es nuestra obra teatral universal, junto a “La vida es sueño” y “El burlador de Sevilla”. Fue para él: ”Un drama de las mujeres de España“, hoy es un alegato mundial contra la represión religiosa, social y moral que directamente o subliminalmente todos sufrimos”, afirma.
Y continúa:
“El Lorca que firma “La casa de Bernarda Alba” es un poeta dramaturgo extraordinario: escueto, vigoroso, valiente y directo”.
¡Silencio!
Tras la muerte de su segundo esposo, Bernarda Alba se recluye en su casa e impone un luto riguroso y asfixiante a sus hijas. Pero aquello de que “en ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa ni el viento de la calle” pronto le estalla entre las manos. Pepe el Romano, comprometido con Angustias, primogénita y única hija del primer marido de la matriarca, anda enamorando simultáneamente a Adela, la hermana menor, dispuesta a ser su amante. Bernarda se entera, lo dispara, Adela cree a su amante muerto y se ahorca. Y de nuevo la tragedia y el guardar las apariencias y el silencio y la asfixia.
Ana Fernández, Ruth Gabriel, Mona Martínez, Zaira Montes, Rosario Pardo, Montse Peidro, Marina Salas y Consuelo Trujillo ponen voz y silencios a las mujeres que habitan esta casa en un montaje que espera ser, dice Plaza humildemente, la obra que quiso Lorca.
“Acentuando su esencia y sin desviarse ni un ápice del texto lorquiano. Insistiendo en su radicalidad y profundidad, tratando de comprender esas conductas reprobables para poder alejarla de nosotros mismos y de los demás”, nos cuenta.
No es la primera vez que el maestro pone en escena esta pieza. Lo hizo hace casi 40 años y sigue siendo necesario, para él y para nosotros, volver a ella, a sus mujeres, a sus versos y a su atmósfera asfixiante. No, no estamos tan lejos…
“Desgraciadamente, a nivel socio-político es necesario volver a recordar los peligros del fascismo y sus acólitos disfrazados. Siguen ahí y amenazan con volver. Artísticamente es una lección de teatro por sus personajes y línea dramática y su poética realista”, afirma Plaza, que aún se ampara en lo simbólico para seguir ahondando en el mensaje. Al fondo de la escena hay una pintura deteriorada que representa a un grupo de ninfas que gozan de su erotismo y libertad.
“En el teatro nada debe de ser casual. Me detuve en una mínima acotación lorquiana que pide “cuadros de ninfas en las paredes” y me pregunté por qué. Y comprendo o traté de interpretar que hacía un guiño hacia esa libertad y ese canto al hedonismo, al placer y a la alegría tan rechazados por el fascismo”, finaliza.