El Teatro de La Abadía estrena hoy «Viejos tiempos». Producida por Teatro de La Abadía y Entrecajas Producciones, es una propuesta dirigida por Beatriz Argüello a partir de la adaptación al castellano de Pablo Remón de la obra de Harold Pinter. Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina se meten en la piel de Deeley, Anna y Kate, tres personajes cuyas soledades convergen en la búsqueda de espacios comunes en los que reconstruir un pasado borroso.
Juan Mayorga, el director artístico de La Abadía, ha dicho de esta propuesta:
«Es parte de la historia y el carácter de La Abadía presentar a lo más importante de la escena contemporánea. Hemos tenido a Elfriede Jelinek o George Tabori y ahora tenemos un Harold Pinter, un clásico contemporáneo que es sin duda uno de los autores más influyentes del siglo XX. Del autor inglés hemos tenido El portero, dirigida por Carles Alfaro, Invernadero llevada a escena por Mario Gas y ahora tenemos este Viejos tiempos dirigido por Beatriz Argüello».
Precisamente la directora del montaje, que vuelve a La Abadía después de que se estrenara hace 30 años como actriz en Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, afirmaba:
«Es un honor volver a mi casa teatral. Me llena de gratitud».
Y apuntaba sobre la obra de Pinter:
«Viejos tiempos es enigmático, misterioso, maravilloso. Pinter adora la complejidad y este texto resonó en mí de una manera particular. No simplifica o esquematiza al individuo. A través de sus personajes, vemos que todo depende de la perspectiva con la que queremos o podemos enfrentarnos a la realidad o a nuestro propio pasado. Pinter habla en esta función de la posibilidad perdida de ser felices».
Un reparto triangular
Anna, Kate y Deeley, o lo que es lo mismo, Marta Belenguer, Mélida Molina y Ernesto Alterio encarnan a estos tres personajes en escena.
La llegada de Anna a la casa de Kate y Deeley desencadena una sucesión de recuerdos en cada uno de ellos, cargados de impactos emocionales, que provocan la utilización de estos como arma arrojadiza hacia el otro. Los acontecimientos tienen lugar a medida que son recordados. Los recuerdos se materializan a modo de ficción en el presente, son contados, actuados… son, por tanto, un hecho teatral en sí mismos.