«Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia», El Brujo aterriza en el Bellas Artes

«Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia» es el nuevo espectáculo con el que Rafael Álvarez El Brujo aterriza en el Teatro Bellas Artes. En cartel del 4 de marzo al 5 de abril.

Condecorado con distinciones del nivel de la Medalla de Andalucía o la de Oro al Mérito en las Bellas Artes, este genio de las tablas no para de conquistar al respetable con su insólito modo de hacer del teatro una experiencia irrepetible. Su última creación arroja su particular mirada sobre la tragedia griega en una divertidísima conferencia inspirada en aquellos rapsodas inscritos en la primitiva transmisión por vía oral de la poesía épica.

Hace muchos años leí la definición de Arte Clásico que daba un gran erudito helenista cuyo nombre ahora ya no recuerdo: “Una obra es clásica, (decía) cuando no hay en ella ningún resto del esfuerzo que conlleva todo proceso creador”.

En ese caso, pensé, sólo es clásica la puesta de sol, el vuelo majestuoso de un águila en el cielo sin límites o el baile de los astros en el universo. En definitiva, algo siempre inaccesible a los artistas mortales. El año pasado visité la Acrópolis y el Partenón y vi en el Museo unas cariátides de casi cuatro metros de altura. Estaban perfectamente labradas por delante y por detrás. Los bucles del cabello eran hermosos, armónicos y atrajeron magnéticamente mi mirada. Después supe que la parte de atrás estaba destinada a ir adosada a la pared de un templo.

No obstante, los detalles exhibían el mismo cuidado y la misma belleza que la parte delantera, en principio la única que iba quedar expuesta a la vista. Y entonces recordé la definición del erudito helenista sobre el Arte Clásico y entonces entendí que el erudito se refería a una actitud: la obra es clásica cuando nace de un respeto profundo hacia lo que uno hace, más allá del resultado fiel plasmado en un objeto.

La vida es el arte y la vida es clásica. El proceso de creación es el juego mismo de la vida en marcha. Esta inocencia es la que percibí en el Prometeo encadenado, de Esquilo. Una magia lejana y un ritmo sin tensión. Esta es sin duda una obra clásica que nace de la misma inocencia sagrada que exhibían aquellas cariátides. Y me enamoré de Esquilo. Y aluciné con él. Y me inventé otro Esquilo.

Y jugué con él. Me he baña-do en el manantial de la tragedia griega con el pretexto de este espectáculo. Ahora espero una primavera con la flor de Apolo naciendo en los bosques al son de la flauta de Dioniso, que me recuerda la flauta de Krishmá, el dios indio que juega y baila con las pastoras ¡la naturaleza es el arte y la naturaleza es el espíritu! Este espectáculo es la mirada de un cómico español sobre la tragedia griega, un cómico que ha sobrevivido y sobrevive para hacer reír constantemente a su público. No sé qué será del resultado, pero de momento… estoy feliz. Y que ustedes lo disfruten. 

La crítica ha dicho…

“El Brujo, con su habitual espíritu juguetón y libre del histrión,vuelve a inundar el teatro de ideas, guiños cómplices y guasas”, Artezblai.

“Rafael Álvarez monta un espectáculo donde une la figura de Edipo y la de Prometeo para hacernos un viaje por la cultura griega clásica y la hindú”, Revista Atticus.

 

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