Tres décadas y media después de su estreno, la mítica compañía ambulante ‘Carmela y Paulino, variedades a lo fino’ regresa a nuestras tablas para imponer un recurso inexcusable a la memoria de los vencidos. Cargada de verdad, vitalismo, pasión y valentía, la inolvidable tragicomedia «¡Ay, Carmela!«, de José Sanchis Sinisterra, vuelve a enamorarnos con una esencia divertida, brillante y descarada que José Carlos Plaza ha sabido plasmar en escena con su habitual maestría. La cita, en el Teatro Bellas Artes a partir de hoy y sus protagonistas, María Adánez y Pepón Nieto.
María: Temas y sentimientos muy diversos. El gran tema de la pieza, el fundamental que creo que fue el motor del autor Sanchis Sinisterra para escribirla, es el de la memoria histórica. Carmela aparece muerta para recordarle a Paulino, para recordarnos a los vivos que, en cuanto tenemos la panza llena y nos ponemos corbata, nos olvidamos de todo. Y hay cosas que no se pueden olvidar. Es muy importante recordar nuestra historia para no cometer los mismos errores.
Pepón Nieto: Este es un clásico contemporáneo muy oportuno ahora mismo, porque desgraciadamente hay una guerra ahí al lado, en Ucrania, donde vemos todos los días en el telediario cómo la gente sale de su casa y pasan al lado de cadáveres en la acera. Lo vemos como una película, pero no lo es. Y además hay muchos discursos terribles en la función que Sanchis Sinisterra explica y se parecen mucho a los que desgraciadamente oímos no solo en la calle, si no en las instituciones como el Congreso, esos discursos de odio que llevan a esos tipos de fascismo y situaciones que, esperemos, no vuelvan a ocurrir.
Carmela vuelve una y otra vez. Vuelve su recuerdo contra el olvido. La evocamos para que su espíritu no se pierda en el cómodo mundo de la indiferencia. Vuelve a alertarnos, a gritarnos con su presencia que el huevo de la serpiente, que siempre ha estado ahí, se está rompiendo.
Nuestro sueño de un mundo de tolerancia, de comprensión, de permisividad hacia lo diferente, de igualdad, de solidaridad, de justicia social se va resquebrajando y el mundo fascista de intransigencia, terquedad, obstinación, testarudez avanza tan incompresible como imparablemente. Carmela es nuestra memoria y nuestra culpa como lo es de “El Paulino” , el “cagón”. ¿A quién nos recordará?
Pero ahí está Carmela con su verdad, su vitalismo, su pasión y su valentía. Carmela: ejemplo de amor hacía la vida y hacia los demás, valores que está dentro del alma de las buenas personas. Carmela: reivindicación de la bondad tan denostada en estos días.
Carmela es divertida, brillante y descarada. Pura raíz, pura sangre. No piensa mucho, convive con los que la rodean, siente y padece. Un ser sin cultura, sin sofisticaciones, sin prejuicios que es carne viva, sensible al dolor de los demás.
Y Carmela se sacrifica porque no puede vivir en un mundo podrido. “Pobre país que necesita
héroes”.
Y nosotros cogemos aire con la mayor alegría y profundidad posibles para volver a suspirar:
¡Ay, Carmela!