Fernando Cayo estrena «Inconsolable»

Íntima, lúcida, conmovedora. Así es la exposición que este personaje escénico de cincuenta años realiza acerca del drama que acaba de partir su vida en dos: la muerte de su padre. La soberbia actuación de Fernando Cayo alza la voz de este texto de Javier Gomá, el mismo que, bajo la dirección de Ernesto Caballero, sigue arrojando luz, caricia y reflexión a los inconsolables corazones presentes. «Inconsolable» de estrena mañana en el Teatro María Guerrero y estará en cartel hasta el próximo 23 de julio. 

CUARENTA. Son los días que han pasado desde que el hombre que contem-plamos en escena perdió a su padre. Sumido en el duelo y el desconcierto, este rol tan universal comienza un emocionante y particular itinerario a través de los recuerdos.

“Es un texto muy intenso y excelentemente escrito que tiene el afán de encontrar una respuesta al tema de la mortandad del padre. Y lo hace desde un viaje amable, con un actor que comparte con el espectador inquietudes y desconsuelo. Desde ese lugar, de una manera muy honesta –no sin ironía y humor–, va dando sentido a esta experiencia, a esta conmoción que es la muerte del padre”, comenta Ernesto Caballero, director de la pieza, y añade: “A mí me conmocionó cuando lo leí, porque te toca, te llega. Porque te habla de una experiencia humana tan tremenda como es la muerte del progenitor y, al mismo tiempo, todas las reflexiones que se susci-tan a partir de esa experiencia terminan generando un consuelo entre los asistentes. El dolor transita hasta el consuelo. Y al final, se produce una aceptación. Y ahí está el leit motiv, que pasa por la ejemplaridad, como cuando el texto dice: ‘vive tu vida de tal manera que tu muerte sea una profunda injusticia’. En esa tremenda injusticia está la grandeza de nuestra existencia y el sentido final de lo que hacemos en este mundo”.

Del duelo a la esperanza

Huyendo de esa plaga contaminante que él mismo denomina “literatura maleducada”, el protagonista de este viaje adopta un estilo que combina inteligencia, amenidad y sentido del humor. Aparente calma que se viene abajo cuando la tragedia se apodera de la escena en un movimiento de creciente desesperación y vértigo. Al final, una aparición misteriosa difícil de definir precipita el desenlace. “He tratado de hacer una puesta en escena muy esencial que potencie ese carácter universal de lo que se está planteando: el tema del hijo huérfano y desconsolado es un tema recurrente en toda la historia de la literatura dramática, desde Electra hasta Hamlet, pasando por Calderón. Y he intentado también introducir esos elementos que tienden a la universalización o que enlazan con la tragedia del personaje, que intenta entender esa fugacidad”, concluye el director.

 

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