La aplaudida «La importancia de llamarse Ernesto» de Ramón Paso llega al Teatro Maravillas a partir de hoy mismo. Paso firma la versión y dirección de la comedia más brillante, sexy y divertida de Oscar Wilde.
Un montaje protagonizado por Ana Azorín, Sergio Otegui, Inés Kerzán, Ángela Peirat, Jordi Millán, Guillermo López-Acosta y la colaboración especial de Paloma Paso Jardiel.
Gwendolen está enamorada de Ernesto. Y Cecily también está enamorada de Ernesto. El problema es que Ernesto no existe. Jack está enamorado de Gwendolen, y Algernon está enamorado de Cecily. Pero ellas dos sólo podrían amarles… si fuesen Ernesto. Y los dos están dispuestos a ser Ernesto, por amor, aunque en realidad ninguno de los dos es Ernesto. Lo cierto es que ninguna señorita educada podría amar a un hombre que no fuese un honesto Ernesto.
Oscar Wilde fue un provocador, un hombre de una inteligencia sutil y afilada, que se complació en revolucionar a la clase burguesa de su tiempo. Como adelantado intelectual, practicó postulados éticos y estéticos que no fueron entendidos por sus contemporáneos, o, tal vez, curiosamente fueron demasiado bien entendidos y, de forma consciente, malentendidos. Encerrar a Oscar Wilde en la cárcel por indecencia grave – entre otras cosas practicar la homosexualidad – fue una vergüenza para Inglaterra por la que jamás podrán pedir suficientes veces perdón.
La venganza del destino es que, mientras que a día de hoy nadie recuerda los nombres de sus verdugos, todo el mundo recuerda el de Wilde, gracias a la representación, y éxito, de sus obras, tanto teatrales como narrativas. Las dos más conocidas y, probablemente, las dos más logradas son El retrato de Dorian Gray y La importancia de llamarse Ernesto.
Sobre la dirección
¿Cómo se dirige a Oscar Wilde? Lo primero a lo que me enfrenté al llegar a la sala de ensayos es a la forma de hablar. Existe un problema al hacer las obras de este autor: todos los actores quieren reseñar con su entonación que a) son ingleses, entiéndase inglés como sinónimo de cursi; y b) que el texto es muy ingenioso, así que hay que recalcarlo todo mucho, no vaya a escapársele al público.
Estas son las dos primeras cosas con las que hay que tratar al dirigir un Wilde. Como espectador estoy harto de ver una y otra vez montajes de Oscar Wilde de una cursilería exagerada. Me pregunto, un señor que frecuentaba a muchachos de baja estofa, que se escapaba a todas las normas de la época y que se enorgullecía de ser un rebelde, ¿podía ser cursi? En España entendemos lo inglés como remilgado, lo cual es un error. Por otro lado, hay una regla fundamental en la comedia: para ser gracioso lo mejor es no intentar ser gracioso.
Así que si tratase de definir nuestro montaje en unas pocas palabras diría que los actores hablan normal, que no subrayan los chistes y que se favorece el ritmo. Existe un mensaje implícito en las frases de Wilde que habla de alegría, de juego y de cachondeo. Eso es lo que hemos intentado llevar desde la sala de ensayos hasta el escenario. Wilde, hasta que se lo impidieron, jugó… con la vida, con el amor y con el teatro. El mejor homenaje que se le puede hacer es seguir jugando con él.