Se trata de un espectáculo que forma parte de los Diálogos contemporáneos, ciclo cuyo objetivo fundamental es poner en valor la capacidad de nuestros clásicos para influir en la creación contemporánea, y a su vez poder brindar la posibilidad de que autores de la actualidad iluminen los aspectos menos conocidos de estas grandes obras. Son piezas originales que dialogan desde la contemporaneidad con nuestro legado clásico, en este caso «El castillo d Lindabridis», de Calderón de la Barca, obra dirigida por Ana Zamora que se estrenó la pasada temporada.
La fortaleza gira en torno a la herencia: todo aquello -material o inmaterial- que recibimos de nuestros padres, también el patrimonio cultural que, como sociedad, heredamos de las generaciones que nos precedieron. ¿Qué hacer con todo ese pasado? ¿Qué nos mueve a preservarlo? ¿Podemos confesar que, a veces, no sabemos qué hacer con él? ¿Cuánto debemos dejar atrás para poder avanzar? Quizá cada persona, cada época, se define por el lugar que le otorga a sus ruinas.
Si bien el motor de la obra de Calderón es el afán de una princesa por heredar el reino paterno, «La fortaleza» aborda el anhelo de una hija por ocupar un lugar en la vida de su padre, arquitecto de éxito ya desaparecido con el que convivió poco y al que ya solo puede acceder a través de los edificios que construyó.
Pero la Fortaleza también es una obra sobre el legado, que toma como disparadero El castillo de Lindabridis para abordar la figura del padre, estableciendo una analogía entre el concepto de padre y el concepto de patrimonio cultural.
La obra está narrada por tres actrices que ofrecen tres perspectivas, tres intentos de construir a un padre y al mismo tiempo escapar de él, tres maneras de mirar al pasado desde la contemporaneidad, tres diferentes puntos de vista que corresponden a diferentes etapas de la vida, porque con el transcurrir de los años cada vez que miramos al pasado lo hacemos de forma diferente.
Protagonizan la pieza las intérpretes Eva Rufo y Mamen Camacho y Natalia Huarte, actrices que han formado parte de la primera, segunda y tercera promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Actrices versadas en el arte de la prosodia del verso clásico al haber dado vida a muchos personajes del Siglo de Oro puesto que, entre las tres, suman más de una veintena de montajes producidos por la CNTC.
La elección de estas actrices añade un elemento más a la dramaturgia del montaje ya que representan la continuidad de la herencia del patrimonio teatral clásico.