La correspondencia entre Carmen Laforet y Elena Fortún llega al Teatro de La Abadía con “Cartas vivas”

El Cervantes Theatre aterriza por primera vez en España con “Cartas Vivas”, un montaje basado en el epistolario “De Corazón y alma”, que recoge las cartas escritas durante años entre Carmen Laforet, autora de la novela “Nada”, y la autora del personaje infantil y juvenil Celia, Elena FortúnPaula Paz, directora artística del Cervantes Theatre, dirige este montaje que podrá verse en La Abadía del 26 de enero al 5 de febrero y los días 10 y 11 de febrero en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

El Cervantes Theatre de Londres, primer y único teatro de la capital británica dedicado a la promoción de la cultura española, produce “Cartas Vivas” dentro del marco homónimo apoyado por la Fundación Banco Santander, comprometida con el rescate literario, y la Universidad de Exeter. Está liderado por su catedrática Nuria Capdevilla. Cartasvivas.org recupera la voz de autoras y pensadoras del siglo XX, pioneras en su época, fundiendo cine, teatro, literatura y educación.

«Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado y no me esperaba nadie”.

Así comienzan las páginas de “Nada”, la novela con la que una joven Carmen Laforet se alza con el Premio Nadal en 1945. 

Nadie esperaba a su protagonista en aquella estación de Barcelona y nadie esperaba a Laforet en una España triste, atravesada por la sombra de una posguerra. Fue una sorpresa para la misma escritora, el éxito le llegaba de la nada, de forma inesperada. 

A miles de kilómetros de España, en Buenos Aires, el exilio acogía a Elena Fortún, que escribiría Celia, institutriz en América, después de que escribiera su libro prohibido Celia en la revolución: 

«Yo me había figurado las revoluciones con muchedumbres aullando por las calles. Aquí hay silencio, polvo, suciedad, calor y hombres que ocupan el tranvía con fusiles al hombro». 

¿Cuándo se dio la primera carta y por qué? ¿Qué hizo que una escribiera a la otra? ¿Qué unía a estas mujeres de distintas edades? ¿Qué interés se tenían, cuando una centraba su escritura en un personaje infantil y la otra buscaba nuevas formas narrativas que respondieran a su complejo mundo interior? La admiración. 

Estas dos escritoras se admiraban profundamente.

«Desde que yo tenía siete años y empezó Celia a publicarse en blanco y negro (…) he tenido la costumbre de hablar contigo a solas y hacerte mis confidencias. Eres mi amiga de la infancia». 

Al fin y al cabo, Laforet sí encontró un referente en otra mujer escritora, «la Fortún». Comienza así una larga relación de amistad que va sin duda más allá de la escritura.

Saldar una deuda con nuestras escritoras

«La motivación fundamental de este montaje es volver a sacarlas a la luz», afirma Paula Paz. «No están en la posición que les corresponde, dentro del canon literario de nuestro país. Ni tienen el reconocimiento. Hay que darles voz y visibilizar tanto su obra, como su escritura y su vida. Es un homenaje y una forma de saldar una deuda que tenemos con ellas», concluye.

El epistolario comienza con una Carmen Laforet en plena crisis creativa cuando está trabajando en su segunda novela, al tiempo que tiene que enfrentarse muy joven al cuidado de sus hijos. En ese momento, Elena Fortún, tras el suicidio de su padre, necesitada de dejar un legado, se convierte en su mentora. Pero, ¿les unía algo más? 

«Es difícil poder etiquetar la relación que mantenían ambas mujeres, sería injusto. Lo que hay es una clara admiración de ambas», afirma Paula Paz. 

Es cierto que Elena Fortún, en una autobiografía que ella misma no autorizó, Oscuro Sendero, habla de identidad y género, pero también es conocida su alta espiritualidad y religiosidad. Quizás, esto hace aún más interesante la relación platónica epistolar que ambas mantenían, que va más allá de posibles etiquetas innecesarias.

Las cartas han sido el único material dramático y escénico de Cartas Vivas, ese es el «reto mayor» de este montaje.

«Quería que las palabras de Carmen y Elena tomarán vida. Que esas palabras se levantaran del papel y nos abrieran una ventana a sus habitaciones, a sus universos, que se acaban encontrando», explica la directora española afincada en Londres. «Lo complicado era poner en escena ese espacio en el que estas mujeres se encuentran, porque no se hallan en un lugar físico, se encuentran en ese espacio abstracto que es el intercambio de las cartas y, por tanto, de sus ideas, sus vivencias y sus anhelos».

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