Íñigo Guardamino es una de las voces más fascinantes de la dramaturgia española. Talento a raudales, posee una mirada certera, de las que dan la vuelta a las costuras, pero divertida y un universo muy particular que cuando te atrapa ya no hay vuelta atrás. Director, dramaturgo, licenciado en Derecho y miembro fundador de La Caja Negra Teatro, nos sorprende ahora con «Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)«, una comedia oscura que habla de la lucha por ser alguien y de la nueva economía ‘colaborativa’. La cita, en el Teatro Quique San Francisco con Alex Villazán, Belén Ponce de León, Jose Emilio Vera y Katia Borlado.
Hemos charlado con su creador:
Es una comedia que habla de la precariedad laboral y la deshumanización de la nueva economía. Espero que el público se ría y luego se pregunte de qué coño se ríe.
La llaga creo que es esta sociedad y forma de vida loquísima en la que vivimos: trabajos inestables y mal pagados, horarios imposibles, estímulos digitales fuera de control, soledad… y en vez de parar y reflexionar, lo que nos ofrecen son parches en forma de app o medicación. No estamos en nuestro mejor momento.
Espero que los espectacores no intenten lincharme a la salida. Quitando eso, pues que se entretenga y, sobre todo, que se hagan preguntas, que es para lo que sirve el teatro.
David es un veinteañero que, a falta de horizontes laborales, empieza a trabajar como rider en la popular empresa de entregas a domicilio Hermess. En el trabajo va a tener que vérselas con su jefe invisible, el algoritmo, y entrará en la familia disfuncional de repartidores, encabezada por Samu, un rider veterano y evangélico. Entretanto, tiene que lidiar con una relación líquido-festiva con Marta, su pareja, y hacer equipo con Luisa, su madre, tan experta en sacar adelante a su familia sola como en dibujar cadáveres al carboncillo. En este nuevo y deshumanizado entorno laboral David tendrá que descubrir lo que quiere hacer con su vida, si sus condiciones de trabajo no acaban con él antes.