Los Teatros del Canal estrenan «Torquemada» con Pedro Casablanc

Inmerso en los tiempos convulsos a nivel político y social que Europa vivía a finales del siglo XIX, Galdós quiso plasmar cómo el dinero y la fortuna eran los nuevos dioses finiseculares de ese momento histórico a través del personaje Torquemada. Hoy, Ignacio García May toma toda la esencia de aquella tetralogía novelística en este espectáculo que Juan Carlos Pérez de la Fuente sube a escena en los Teatros del Canal a cargo de un grande de la interpretación: Pedro Casablanc. La cita, del 18 de diciembre al 4 de enero.

Un espectáculo con cuatro monólogos de cuatro personajes fundamentales en la vida de Torquemada: su vieja criada la Tía Roma, despechada y rencorosa, Don Rafael del Águila, que llega a ser su cuñado y que toma una decisión trascendental provocada por el odio que le tiene, Doña Cruz del Aguila, hermana del anterior, la artífice del prestigioso ascenso del usurero que llega a ser marqués y, por último, el sacerdote Gamborena, que le cerró los ojos al expirar y que oyó sus últimas palabras. Todo ello con una escenografía de lujo, con Madrid como telón de fondo.

Hemos charlado con el gran protagonista de este monólogo, un siempre excepcional Pedro Casablanc que regresa a las tablas para recordarnos que la usura sí tiene vacuna, que se llama ética o moral, y que está en nuestra conciencia. Nos ha contado todo esto.

«Se ha dicho que Galdós se pasó la vida entera revisando la historia de España. Me atrevería a decir que tampoco quiso ser ajeno a la historia de Europa. El autor canario era un europeísta convencido. Ya va siendo hora de situar a nuestro autor en la órbita europea. Y con el relieve internacional que se merece. 

Galdós vive el lento ocaso de un mundo antiguo, tiempos convulsos a nivel político y social. El dinero, la fortuna, son los nuevos dioses finiseculares; los usureros, los cambistas, los banqueros; la nueva jerarquía eclesiástica. Y Galdós tiene la necesidad de dar vida a su Torquemada en ese momento histórico.

En Europa, los Balzac, los Zola, los Tolstoi, los Dickens, los Dostoievski hablan también del dinero y sus acólitos, de los avaros, de los usureros… también de los abusos políticos y de los cambios sociales.

Estamos en pleno siglo XXI, aún bajo los efectos de la gran crisis y en el epicentro de una pandemia. No hay momento más propicio para degustar a Galdós. Los entendidos de la cosa crítica siempre han dicho que la crisis era económica, pero también de valores. Y ahí aparece con todas sus potencias Galdós y suTorquemada.

Galdós a sus cincuenta y tantos años es un hombre maduro en la escritura y en la vida. Y un maestro del diálogo y de la ironía, la argamasa de este sainete tragicómico. Y viene para advertirnos que todo negocio que pasa por la explotación de los débiles, de los más desfavorecidos, tiene un nombre feo, desagradable. El nombre es usura y quien lo ejerce USURERO. Para este mal sí hay vacuna, se llama ética o moral, y está en nuestra conciencia».

Juan Carlos Pérez de la Fuente

«El llamado “ciclo de Torquemada” está compuesto por un relato largo, Torquemada en la hoguera, y tres novelas de extensión regular, Torquemada en la cruz, Torquemada en el purgatorio y Torquemada y San Pedro. Aunque los especialistas en Galdós consideran que esta tetralogía está entre lo mejor del autor, no es tan conocida por el gran público como lo son otras obras suyas.

Se cuenta aquí lo que podríamos definir como la Ascensión y Caída de Francisco Torquemada, miserable usurero de barrio que presume (aunque nunca le creamos) de descender del célebre inquisidor y a quien una serie de imprevistos acontecimientos convierte primero en empresario respetable, luego en senador, y más tarde en marqués, para finalmente verse obligado a cuestionar el sentido de toda su escalada social al encontrarse cara a cara con la enfermedad y la muerte. El ciclo, que empieza tímidamente con el primer relato, adquiere poco a poco proporciones épicas. Es, en mi humilde opinión, uno de los trabajos donde más se nota la influencia de Dickens en Galdós. No solo por el protagonismo inesperado de este tacaño maduro, un maravilloso Mr. Scrooge de San Blas, sino por el tono a caballo entre lo trágico y lo descacharrante, entre lo mundano y lo espiritual, los constantes giros argumentales que mantienen al lector en un hilo, como sucedía con los viejos folletines, y la profusión de fascinantes personajes secundarios. Galdós, empero, escapa al melodramatismo tan caro a Dickens a base de aplicar una ironía implacable: véase la forma en que acaba la segunda novela, con la mordaz alusión a la forzada reunión familiar (“¡El bello ideal!”), o el propio final del ciclo, que deja sin aclarar el sentido de las muy ambiguas últimas palabras del usurero.

El ciclo de Torquemada es de lo más entretenido, y está escrito con mano maestra. Pero no son esas sus únicas virtudes: como sucede siempre con Galdós, hay en estas cuatro historias una descripción casi entomológica de la sociedad española, y muy en concreto de las formas a menudo cuestionables con que se construía, y se sigue construyendo, el éxito social y profesional en nuestro país. En el colmo del sarcasmo, Torquemada añora sus tiempos de humilde prestamista, con sus magras ganancias, y los prefiere al éxito gigantesco que se irá acumulando en torno a su figura. Él, que es avaro y mezquino, descubre demasiado tarde que hay un monstruo mayor, más perverso, más codicioso que él mismo: el Leviatán de ese Gran Capitalismo que entonces empezaba a imponerse en nuestro país y que hoy lo impregna todo.

Y es porque el ciclo de Torquemada habla, y habla a fondo, del dios único y cruel de nuestros tiempos, el dinero, por lo que hemos considerado que merecía la pena elegir estos relatos como materia para rendirle homenaje a Galdós en su centenario, construyendo con ellos un espectáculo teatral. La tetralogía contiene lo mejor del autor, su calidad como escritor, pero también su calidad como ciudadano; su deseo de hacer una literatura no solo divertida, sino también útil y responsable.

Nosotros, esperando estar a la altura de las circunstancias, llevamos el material a nuestro terreno: allí donde el canario pone la espectacularidad del relato coral, responderemos con esa modesta herramienta del teatro que es el monólogo: un actor que interpretará a todos los personajes en un espacio único. Al fin y al cabo, todas esas voces que escuchamos a lo largo de las novelas de Torquemada son solo ecos de la voz única, y personalísima, de Benito Pérez Galdós».

Ignacio García May

 

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