Marco Paiva estrena en el Teatro Valle-Inclán un «Ricardo III» muy, muy especial

Desde hace más de diez años Marco Paiva, actor y director de teatro, coordinador artístico del proyecto Crinabel Teatro y fundador de Terra Amarela, Plataforma de Creación Artística Inclusiva, trae a Madrid obras creadas en Portugal con artistas con diversidad funcional. El marco solía ser el festival Una mirada diferente, pero la ambición era formar parte de la programación del CDN. Hace dos años lo consiguió con “Calígula murió. Yo no”, un espectáculo que unía artistas de ambos países y que sirvió para dar un paso adelante que se materializa ahora con “Ricardo III”. Será la primera vez que el Teatro Valle-Inclán acoja una obra en lengua de signos portuguesa y española protagonizada por actores sordos.

La pieza de Shakespeare está protagonizada por David Blanco, Angela Ibáñez, María José López, Marta Sales, Vasco Seromenho y Tony Weaver y podremos verla del 6 al 29 de octubre.

Hemos hablado con el director sobre cómo suena el dramaturgo inglés en lengua de signos:

Es bellísimo porque toda la belleza que tienes en la escritura de Shakespeare la encontramos en la relación con el cuerpo. Los cambios de colores, los matices del texto en vez de estar verbalizados están en los movimientos y esto es tremendo porque encuentras la poética desde un lugar raro en el teatro. Es muy bello.

Ricardo III es un complejo y seductor laberinto de ficción. Al mismo tiempo, es posiblemente un auténtico documento de propaganda, que demuestra que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad oportuna. Y esto no podría ser mejor espejo de nuestro tiempo: lo que parece ser, no es. Lo que es, desaparece. Pero nosotros no estamos dispuestos a desaparecer.

Entre la destreza del juego político, los intereses del complejo entramado genealógico y un voraz e insaciable deseo de tensión, William Shakespeare nos ofrece en bandeja un personaje virtuoso en el discurso, hábil en el disimulo y profundamente amoral, que intentará despedazar todo lo que se interponga entre él y el lugar donde se sublima su poder: el trono de Inglaterra.

Ricardo III es un juego. Y es precisamente este concepto de juego el que nos interesa. Desde el escenario, afirmamos todas las tensiones, virtuosismos, traiciones y lugares poéticos, a través del poder de dos lenguas que se expresan en el poder del cuerpo. Convertimos la batalla y el grito, el engaño y la violencia en espacio visual y sonoro, permitiendo que la ficción nos invada a través de todos los sentidos. Y en este redescubrimiento del lugar teatral, como lugar de asombro, garantizamos que nosotros, los que estamos en este escenario, no miramos, somos. No desaparecemos, generamos futuro.

Dentro de cien años, algún autor escribirá que este espectáculo nunca ocurrió. Es responsabilidad de cada persona que entra en esta sala no permitir que la Historia nos convierta en viento.

 

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