En un lugar aislado un hombre fuerza la voluntad de una mujer sometiéndola bajo la amenaza de una inminente agresión sexual. Ella pondrá en marcha sus estrategias de supervivencia para salir lo menos dañada posible. Jesús Cracio dirige esta dura obra de la argentina Susana Torres Molina que protagonizan Cecilia Sarli y Manuel Domínguez. Una reflexión sobre la vulnerabilidad de muchas mujeres que sufren agresión sexual que podremos ver a partir de mañana en la CNC-Sala Mirador.
En un lugar aislado, donde no pueden ser escuchados, un hombre fuerza la voluntad de una mujer sometiéndola bajo la amenaza de una inminente agresión sexual. Ella pondrá en marcha sus estrategias de supervivencia para preservar su vida, su integridad física y salir lo menos dañada posible.
Él la conoce muy bien, sin embargo, ella no había reparado en ese empleado de su empresa al que acaban de despedir y en la que ella trabaja como alta ejecutiva. A la agresión sexual se suma la violación de la dignidad de la mujer, con la que su agresor pretende reafirmarse rematando su faena a través de la ‘sextorsión’, un chantaje que acarreará daños irreversibles para su víctima.
La compañía Atlántico Teatro nos invita en su obra Mírame, dirigida por Jesús Cracio, a observar la realidad de la violencia sexual en el siglo XXI. La formación señala que la mayoría de las violencias sexuales están presentes en el día a día de las mujeres, y que son cometidas por hombres conocidos de su entorno. La Organización Mundial de la Salud estima que el 35% de las mujeres han sufrido violencia física y/o sexual.
La autora de Mírame, Susana Torres Molina, explica por qué quiso adentrarse desde la ficción en este asunto: “Quise investigar el enigma que significa el comportamiento de un violador frente a su víctima, y el de la víctima frente a esa circunstancia desesperada traumática. Comparto la visión de algunas investigadoras y teóricas sobre el tema, quienes no ven la violación como una consecuencia de patologías individuales, ni en el otro extremo, un resultado automático de la dominación masculina, sino como un mandato. Un mandato dentro de la estructura patriarcal; estructura jerárquica que atraviesa todos los órdenes de la vida privada y pública. El acto de violar puede estar motivado entre muchas otras causas, como castigo o venganza a la mujer. Como acto disciplinario y de subordinación. Ese es el caso de Mírame. La mujer, en algún momento de su pesadilla, consiente con el fin de preservarse. Como forma de resistir. Y es ahí donde la propuesta despliega algunos interrogantes y expone los límites complejos, difusos, inquietantes, que existen entre lo que se considera social y legalmente una violación, y un encuentro sexual con una mujer que consiente por miedo”.