Pablo Messiez inaugura la temporada de El Pavón Teatro Kamikaze con «Las canciones»

Pablo Messiez inaugura la temporada de El Pavón Teatro Kamikaze con «Las canciones«, su obra más musical. Un montaje que se inspira en los personajes y situaciones del teatro de Anton Chéjov para firmar un espectáculo que nace del deseo de detenernos en el misterio de escuchar. Estará en cartel del 4 de septiembre al 6 de octubre.

Javier Ballesteros, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez-Claro, Joan Solé y Mikele Urroz protagonizan una obra que homenajea, entre otras, a ‘Tres hermanas’ y que supone toda una invitación a sentir el poder transformador de la música.

El público es invitado a participar de la escucha y el baile de una selección heterogénea de casi 20 canciones que van de Jacques Brell a Liza Minnelli, de Cecilia Bartoli a Tom Waits, entre otros artistas. 

La acción de escuchar canciones nos acompaña incluso desde antes de nacer. Ocurre algo misterioso cuando realmente nos dedicamos a escuchar: se alteran el ritmo cardíaco y la respiración, cambia la temperatura del cuerpo… Hay canciones que funcionan como la magdalena de Proust y despliegan evocaciones con el primer acorde. Hay algo profundamente misterioso en la música y sus efectos. Y tal vez el suyo sea el poder transformador más potente.

“Me gusta mucho escuchar música y siempre me ha llamado la atención la forma en que puede cambiar un estado de ánimo, el modo en el que la música toca el cuerpo,” explica Pablo Messiez, para quien la música es una presencia imprescindible en sus creaciones (Todo el tiempo del mundo, La otra mujer, Las plantas…).

“Me apetecía hacer una obra en la que la acción de escuchar le robara el primer plano a la de ver”.

El punto de partida para la escritura y creación de Las canciones viene marcado por los personajes y situaciones de las obras de Anton Chéjov, en especial Las tres hermanas e Ivanov, que se cruzan y alimentan la acción de escuchar como procedimiento organizador de la trama. Poco a poco, también el mundo de otras obras de Chéjov fue tiñendo los ensayos y la escritura del espectáculo. “No hubo un plan previo ni mucho menos una tesis de reescribir el teatro de Chéjov. Más bien una intuición y un deseo. El deseo de entender: a los otros, a uno mismo, al hecho de estar en el mundo”, explica. 

 

 

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